Sociedad

8/9/2020

Saocom 1B: la tecnología argentina al servicio del agronegocio en manos extranjeras

Sobre el lanzamiento del segundo satélite que permite un mayor registro de los suelos y el clima.

Mucho ruido se hizo en torno al lanzamiento del satélite argentino Saocom 1B que integrará, junto al Saocom 1A y cuatro satélites Cosmo-SkyMed de la agencia espacial italiana ASI, la constelación Sistema Ítalo Argentino para la Gestión de Emergencias (Siasge). Toda una verborragia de épica nacionalista por parte del autoproclamado gobierno de “científicos” busca ocultar que en realidad forma parte de una política de primarización de la economía y dependencia agroexportadora.

Este lanzamiento, realizado por parte de la empresa Space X del multimillonario Elon Musk, se inscribe en un proyecto que data de 1998 y ha continuado bajo todos los gobiernos. El primer satélite Saocom 1A fue lanzado en 2018 en el mandato de Mauricio Macri. El objetivo principal de este proyecto es el control de la humedad y la planificación acuífera del suelo pampeano, un reclamo de los capitalistas del agro, en especial de las multinacionales que explotan y exportan la producción agrícola del país.

El desgaste del suelo por el monocultivo de soja requiere un control mayor de los suelos para mantener la productividad. El avance permanente de la frontera agraria también incrementa el interés del agronegocio en este proyecto, ya que implica la puesta en producción de nuevas tierras. Las consecuencia que esta política de estímulos al gran capital agraria las pueden ver todos a raíz de los incendios que devoran los humedales de las Islas del Delta del Paraná y los montes nativos de Córdoba.

El corazón de esta política de Estado es la primarización de la economía para pagar la deuda, porque los dólares para cumplir con los bonistas y el FMI piensan ser recaudados a partir de un aumento de las exportaciones de materias primas. Es lo que muestra el acuerdo con China para instalar granjas industriales de cerdos. De hecho, mientras se celebra el logro de colocar en órbita un satélite para monitorear la producción rural, la población trabajadora padece el encarecimiento de un servicio tan elemental, hoy en día, como las redes de telefonía e internet. El abaratamiento del costo y la universalización de las conexiones inalámbricas es básico para cualquier tipo de desarrollo productivo en el siglo XXI. En Argentina, es un beneficio premium de los pooles de siembra.

La construcción del satélite fue llevado adelante por cientos de científicos argentinos, pero termina orientado para mejorar las ganancias de los pulpos imperialistas que lucran con las exportaciones y no para un desarrollo productivo nacional. Es lo que denuncian a diario los compañeros de Jóvenes Científicos Precarizados acerca de que en el Conicet se obliga a los investigadores a acordar con empresas para la producción de sus patentes. Es, también, lo ocurrido con el convenio firmado por Shell y las autoridades kirchneristas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el cual da pleno control de las investigaciones realizadas por la facultad en el ámbito de la producción hidrocarburífera a la empresa petrolera.

El lanzamiento de este satélite demuestra así que el problema de la Argentina no es su potencial científico, sino al servicio de qué intereses sociales se orientan esos recursos. Lo prueba que, tras años de lucha contra el ajuste en ciencia y técnica, el gobierno despide a 1.600 trabajadores de ciencia y tecnología.

Este proyecto pinta de cuerpo entero la orientación social que, en lugar de desarrollar la economía nacional, refuerza la depredación de los pulpos del capital extranjero. Para abrir paso a un desarrollo productivo independiente es necesario empezar por nacionalizar el comercio exterior bajo control obrero y dejar de pagar la deuda externa usuraria e ilegítima. Por eso, solamente un gobierno de trabajadores podrá llevarlo adelante.