Universidad

11/8/2020

El “acuerdo colonial” con los bonistas es una condena contra la universidad pública

Organicémonos de forma independiente, por el no pago de la deuda externa, para que la crisis la paguen los capitalistas.

El acuerdo alcanzado por el Estado Nacional con Blackrock y el resto de los bonistas, representa una fuerte condena en toda la línea contra la universidad pública y el conjunto del sistema educativo, en el marco de una ofensiva más general contra la clase obrera en su conjunto, mediante reforma laboral, precarización, salarios a la baja, suspensiones y despidos.

El gobierno argentino cerró el acuerdo cediendo 16.000 millones de dólares más (un total de 95.000 millones) en relación a la oferta inicial en el mes de abril. Prácticamente sin quita de capital, con un periodo de gracia de tan solo un año y con cláusulas que, en caso de no poder afrontar los pagos, los bonistas llevan todas las de ganar. Para colmo de males, la próxima parada del gobierno son las oficinas del FMI, donde contraerán nueva deuda y le entregaran la llave del país al fondo. De “nacional y popular” solo el relato.

Su impacto en la universidad pública

El correlato directo del acuerdo colonial sobre la universidad pública se viene sintiendo desde comienzos del ciclo educativo. Recordemos que el gobierno sujetó votar el presupuesto 2020 al acuerdo con los bonistas y, por ende, extendió el miserable presupuesto 2019 engendrado por el “neoliberalismo”, pero con una inflación acumulada entre enero 2019 y marzo 2020 superior al 65%. Para verlo en números concretos: el presupuesto para gastos de funcionamiento del 2019 fue de $848.961.630. Estos números, en aquel entonces, representaban un ajustazo que ponía en tela de juicio el funcionamiento de las universidades. En pleno 2020, la partida para gastos de funcionamiento fue de apenas $851.781.709. Apenas un 0,33% de “aumento” nominal. Si descontamos la inflación acumulada el achicamiento del presupuesto es francamente demencial.

La actualización del presupuesto, presentada recientemente por el ministro nacional de Educación Nicolás Trotta y celebrada por los rectores del CIN, representa un ajuste superior al 40% dado que se basa en actualizar un 31% el presupuesto tomando como punto relativo a Diciembre del 2018. Este ajustazo achica en un 75% el presupuesto para gastos de funcionamiento ordinario de las universidades. Con estos números no hay universidad que aguante.

Unidad (antinacional) de los rectores…

Sin embargo, los rectores peronistas reunidos en el CIN dieron su apoyo absoluto al acuerdo alcanzado por Guzmán en un reciente comunicado, reproducido por Página 12 (7/8). En su texto reconocen el acuerdo como “virtuoso” y plantean que “le permiten, hoy, al pueblo argentino vislumbrar un futuro de desarrollo nacional soberano, sustentable, y con equidad”.
La manipulación de estos intelectuales devenidos en funcionarios adictos al régimen es total. Son los mismos que niegan los índices récord de deserción estudiantil que recorren todas las universidades del país y fundamentalmente las del AMBA, producto de la “virtualización forzosa” que sometieron a docentes y estudiantes, sin invertir para su correcto funcionamiento. Son los mismos que, mientras los estudiantes abandonan los estudios por falta de recursos económicos, entregan becas insuficientes en monto económico y a cuenta gotas, que con suerte alcanza al 10% de los estudiantes necesitados.

La defensa del acuerdo colonial por parte de los rectores, no debe ser visto desde un punto de vista ideológico. No, los rectores radicales también han defendido y respaldado al gobierno, demostrando que aquí hay “unidad nacional”. Su defensa es práctica y rabiosamente capitalista. Con este esquema de ajuste, las distintas universidades, bajo el eufemismo de poder funcionar, saldrán a la caza de los mentados “recursos propios”, es decir de negocios de todo tipo y color con empresas capitalistas, profundización su copamiento al interior de la universidad y mercantilizando aún más su estructura.

El copamiento capitalista de la universidad coloca a la producción científica, social, que emerge de las casas de estudio bajo la lógica y la órbita del capital. Por ejemplo con bancos privados y empresas contaminantes como la Lumbrera, Bayer, Shell, etc. En este sentido debe leerse el “plan de infraestructura” que anunciaron desde las oficinas del gobierno. Las camarillas universitarias ven en estos convenios grandes negocios que les permiten manejar un presupuesto paralelo a gusto y piaccere. Esto profundiza la diferenciación social al interior de las universidades: mientras rectores y funcionarios cobran abultados salarios (de manera directa e indirecta), como contracara crece la precarización laboral y el trabajo ad-honoren y la deserción estudiantil. Esta diferenciación social es la que, en última instancia, determina la lucha de clases al interior del sistema universitario.

La proliferación del arancelamiento de posgrados, maestrías, doctorados e incluso cursos básicos, se profundizarán en la próxima etapa, haciendo al sistema aún más excluyente.

Este panorama es el que los rectores, conscientemente, salen a festejar. El movimiento estudiantil debe tomar nota de ello, para saber quién es quién en la defensa de la universidad pública.

Y de las direcciones estudiantiles

Pero la “unidad (anti)nacional” también abarca a las actuales direcciones del movimiento estudiantil. Agrupaciones como Patria Grande, que tiempo atrás luchaban por el no pago de la deuda, fueron las primeras en festejar con bombos y platillos el acuerdo colonial, poniendo a los centros que dirigen y a la Federación Universitaria de La Plata como un respaldo al gobierno y en el campo de los intereses imperialistas. Lo mismo vale para La Cámpora y el conjunto de las fuerzas kirchneristas. Todas ellas desde el discurso dicen pelear por la “expulsión del imperialismo de América Latina” e “integrar la patria grande”. Pero lo que nos define a las personas, y vale para los partidos, son nuestros actos, no las palabras.

Franja Morada, a la cabeza de la Federación universitaria Argentina (FUA) y de la de Buenos Aires (Fuba) también respaldó desde sus dirigentes al gobierno nacional. Quienes hasta hace unos meses hacían demagogia a través de twittazos aislados exigiendo mayor presupuesto, son los mismos que defendieron al gobierno de Macri y cada uno de sus ataques a la universidad, y fieles a su programa, hoy saludan este nuevo golpe contra estudiantes y docentes y en general, contra los intereses nacionales.

La importancia de pelear por direcciones independientes y de izquierda al frente de las organizaciones estudiantiles cobra un valor importantísimo en esta etapa. La sumisión de las corrientes ligadas al gobierno y a cambiemos-ucr llegan al grosero de no luchar a fondo ni siquiera por la aparición con vida de Facundo Castro.

No al pago de la deuda. Abajo el acuerdo colonial. Que la crisis la paguen los capitalistas

La única fuerza política que denunció sistemáticamente la re negociación con los bonistas y caracterizó al acuerdo como un ataque directo contra la población trabajadora fue el Frente de Izquierda-Unidad, nadie más. Esta situación vale, desde luego, en el mundo universitario.

Se impone como una tarea impostergable impulsar una fuerte agitación en cada lugar de estudio contra el No pago de la deuda usurera, explicando los daños que conlleva contra el país y en especial contra la juventud. Desenvolver una amplia deliberación en el movimiento estudiantil que estructure un programa político de defensa universitaria que contemple cada una de las reivindicaciones más inmediatas, partiendo del no pago de la deuda y de un impuesto a las grandes fortunas que sirva para satisfacer los reclamos docentes-estudiantiles: triplicación del presupuesto universitario, becas integrales para frenar la deserción, equipamiento técnico para que todos y todas puedan cursar bajo la pandemia, aplicación de la cláusula gatillo docente y defensa de sus condiciones laborales contra la flexibilización que les imponen.

Por la organización independiente de la juventud y su unidad con la clase obrera

De manera incipiente se empiezan a producir instancias de organización estudiantil, como ocurre en la Universidad Nacional de La Plata, en Filosofía y Letras de la UBA y en la Unsam (San Martín). Profundizar, politizar y extender estas experiencias es una tarea importante para la izquierda, por ser las primeras experiencias de lucha universitaria frente al gobierno actual.

Quebrar el ajuste en la universidad es parte de la lucha más general contra el ajuste que recae sobre el conjunto de la clase obrera. Es necesario, entonces, impulsar la unidad obrera-estudiantil en todos los planos, pelear por su independencia política y estructurar una salida bajo un programa que tenga como eje las necesidades de las grandes mayorías y no las de un puñado de capitalistas. Un programa, en definitiva, que impulse la movilización popular para que la crisis la paguen los capitalistas.