Universidad
4/11/2025
La UNA va a Asamblea Universitaria: tercer mandato de Torlucci y reforma privatista
Asamblea.
El 5 de noviembre, la Asamblea Universitaria de la UNA tratará la reelección de Sandra Torlucci y una reforma estatutaria que consolida 12 años de cogobierno y abre el juego a la estandarización por créditos y la privatización por abajo, en plena ofensiva de Milei contra la educación pública.
Doce años de ajuste y camarillas
La Universidad Nacional de las Artes entra a una semana decisiva. La Asamblea Universitaria convocada para el 5 de noviembre tratará la reelección de la rectora Sandra Torlucci, y, en el mismo paquete, una reforma del estatuto. No se trata de un trámite administrativo: de aprobarse, será el tercer mandato consecutivo de Torlucci (2017–2029), consolidando 12 años de cogobierno entre las mismas camarillas que se presentan como defensoras de la educación pública (a los cuales se suman 4 años más de rectora cuando en el IUNA). Este nuevo mandato se vota en el marco de un ataque sin precedentes a la universidad impuesto por el gobierno de Milei con el apoyo del FMI, y aceptado por las autoridades universitarias que se limitan a administrar la miseria y a disciplinar a quienes se organizan para enfrentarla.
En estos 12 años, la gestión de Torlucci fue parte del entramado privatizador de la educación pública, llevando al extremo la creación de posgrados cursos diplomaturas aranceladas de la mano de la degradación de las carreras con reformas (2016 visuales, 2017 formación docente,2019 escritura, etc.) y el reforzamiento de los ingresos cada vez más restrictivos, cierre de sedes, degradación de las carreras de grado y títulos.
Sin distinción de quien gobierne el país, con el kirchnerismo congelando partidas bajo el discurso de la “austeridad responsable”, la UNA es parte del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que votó presupuestos a la baja durante este periodo sin chistar. Durante el macrismo, mientras miles de docentes y estudiantes protagonizan el histórico conflicto universitario de 2018 por el salario de docentes y no docentes y por el presupuesto educativo, con 57 universidades de paro, la rectora firmaba comunicados de “diálogo institucional” y enviaba a sus monigotes a las asambleas estudiantiles para desactivar la lucha. Ya bajo el Frente de Todos, entre 2020 y 2023, la UNA acompañó todos los presupuestos recortados, mientras se profundiza la virtualización, la precarización docente, se multiplicaban los posgrados pagos y se eliminaban comisiones por “falta de recursos”.
Hoy, con Milei y el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, Torlucci vuelve a alinearse con el CIN y “dialoga” con el Ministerio de Capital Humano, allanando el terreno a la motosierra educativa. Como se puede ver, muchas cosas cambian pero Torlucci y la gestión peronista de la UNA nunca deja de arrastrarse detrás del ajuste y en beneficio de su propia camarilla.
Democracia de cartón y camarillas de hierro
En paralelo a los presupuestos de miseria, Torlucci construyó una red de camarillas universitarias que sostienen su poder desde hace más de una década. Decanas, secretarías y consejerías votan en bloque cada resolución del Rectorado sin discusión. Nos hablan de “democratización universitaria”, pero lo que hay es una verticalidad absoluta
En la UNA no existe ningún mecanismo de elección directa ni de representación genuina para quienes integran la Asamblea Universitaria: los asamblearios son designados de forma indirecta por los Consejos Departamentales, donde las gestiones tienen mayoría absoluta, funcionando como un club cerrado al servicio del Rectorado. Nadie rinde cuentas ante la comunidad.
Durante todos estos años, Torlucci acumuló facultades extraordinarias: manejo discrecional del presupuesto, control sobre los concursos docentes, potestad para designar cargos interinos y la posibilidad de intervenir áreas enteras bajo el argumento de la “reestructuración institucional”. Bajo esa estructura, la “democracia universitaria” se volvió una ficción: el Rectorado decide y el resto obedece.
La reforma estatutaria que impulsa el Rectorado no busca mejorar la “democracia universitaria” ni las condiciones de cursada (becas, cátedras, edificios, insumos); sino reordenar el poder interno, intervenir sobre la organización estudiantil y alinear planes y trayectos con el Sacau/CRE, el sistema de créditos impulsado por el Ministerio de Capital Humano: estandarización para arriba, arancelamiento por abajo.
Lo que Torlucci llama “pluralidad institucional” no es otra cosa que el blindaje político de una casta universitaria que gobierna de espaldas a estudiantes, docentes y trabajadorxs.
Ellos y nosotros: dos orientaciones para la universidad
La historia reciente de la UNA es también la historia de nuestras luchas. Les estudiantes nos hemos sabido organizar y lograr derrotas parciales a la iniciativa de las autoridades y los gobiernos de turno, defender conquistas y necesidades para la permanencia de la universidad y nosotres adentro con asambleas, movilizaciones y tomas. Es desde la construcción activa de nuestra universidad que nos plantamos para defenderla.
Nosotres, militantes de la UJS-Partido Obrero, construimos casi 2 décadas de oposición política y gremial independiente. Sus agrupaciones (La Cámpora/Estetika, FULF, Mella-Patria Grande, Chicharrón, entre otras) convirtieron los centros de estudiantes en oficinas administrativas, desmovilizando a estudiantes y encorsetando la vida política siendo un brazo de las autoridades. Esto no es gratis para el movimiento, que frente a una ofensiva en crecimiento tiene que ser advertido y tener un espacio de organización que la enfrente decididamente; obtiene por el contrario, una burocracia estudiantil que solo esta para hacer su carrerismo político como Alejandro Ades (de La Cámpora), hoy secretario general de la UNA, y defender un funcionamiento universitario que imponga la orientación del FMI a la Universidad.
Desde la UJS, las representaciones en el Consejo y los centros independientes, levantamos un método opuesto: asambleas abiertas, comisiones, autogestión y movilización conjunta con docentes y no docentes. Esa práctica -coherente y sostenida- nos permitió hoy defender ser la segunda fuerza en la UNA y resistir como el único polo que expresa la independencia política del movimiento estudiantil que tiene que fortalecerse y profundizar la organización de la universidad.
La asamblea del 5 de noviembre sintetiza dos orientaciones. De un lado, las camarillas universitarias que gobiernan hace 12 años, alineadas al gobierno de Milei y a su programa de ajuste y privatización. Del otro, quienes defendemos la universidad desde abajo, con independencia política de las gestiones y todos los gobiernos.
La defensa de la UNA no se juega en los pasillos del Consejo Superior ni en los micrófonos de la rectora: se juega en la calle, en las asambleas y en la lucha unificada de estudiantes, docentes y trabajadorxs.
Les estudiantes estamos convocados a prepararnos para dar pelea.




