Ambiente

7/7/2021

La cuestión energética y un planteo socialista

El papel de las consignas de transición ante la barbarie energética.

Los “memorandum” firmados con Rusia para la construcción de centrales nucleares en nuestro país han puesto sobre el tapete el debate acerca de si son necesarias nuevas fuentes energéticas de este tipo, o se puede cubrir el bache de demanda a partir de otras fuentes.

Es un tema que no puede considerarse parceladamente, sino con un planteo de conjunto que incluya la política extractiva de hidrocarburos y minerales, las usinas termo e hidroeléctricas, las llamadas “fuentes renovables”, los niveles de contaminación; e incluso si la energía nuclear es un aporte, y en todo caso qué tipo de reactores emplear. Es decir que es necesario un enfoque general, sustentado en la realidad y las tareas para su superación, que solo puede ofrecer un programa socialista como herramienta de la clase obrera en su lucha por el poder, con planteos transicionales que liguen las demandas ambientales y las necesidades productivas a la lucha política por una salida obrera a la crisis actual.

Esto queda demostrado por el hecho de que la política energética nacional no es fruto de una planificación, sino de los vaivenes del negociado de turno. Lo prueban las actuales gestiones rusas para implantar centrales nucleares como contrapartida de los convenios para la provisión de vacunas contra el Covi-19. Por eso, a pesar incluso del parate industrial que atraviesa el país, el déficit energético es ya un problema de importancia.

Las centrales de Rusia

Putin aprovechó los acuerdos para proveer la vacuna Sputnik V para avanzar casilleros en la disputa mundial por los negociados capitalistas y los recursos. Obviamente la energía nuclear es un tema en que Rusia carga sobre sus espaldas el desastre de Chernobyl y varios incidentes graves en los últimos tiempos. Por lo tanto es muy grave que los acuerdos firmados se mantengan en el secretismo y dejen la operatoria exclusivamente en manos de compañías extranjeras.

Pero, ¿necesitamos nuevas centrales nucleares? Nuestro país cuenta con tres: Atucha I y II y Embalse Río Tercero. Son reactores que requieren agua pesada para su funcionamiento, una variante casi abandonada en el mundo a favor de reactores con otros diseños y requerimientos. Por eso producir electricidad a partir de centrales nucleares en nuestro país encarece el costo del kilo vat por el costo de producción del agua pesada y el costo de amortización de la planta de Arroyito -la Piap (Planta Industrial de Agua Pesada) está paralizada y por lo tanto ponerla en marcha implicaría un costo adicional.

En Rusia no hay reactores que usen uranio natural, sino que utilizan uranio enriquecido o un mix de materiales radiactivos, incluso reutilizando material ya fisionado. Esto implica que si se optase por una línea de reactores con teconología rusa habría que importar las barras de elementos combustibles. La planta que enriquecía uranio en Pilcaniyeu se desmontó hace muchos años, ante la prohibición del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el marco de los tratados para impedir la proliferación de armas nucleares.

El nivel de liquidación de organismos e instalaciones ligadas a la producción nuclear de energía implica que se requieran inversiones no solo en las centrales en sí sino en todo el proceso pre y postgeneración, pero es una inversión que choca con la necesidad de destinar divisas al pago de la deuda externa. La vía de excepción puede estar en contratos leoninos y fuera del alcance de todo atisbo de soberanía nacional (por ello son secretos), como es el caso que nos ocupa. Esos negocios también podrían terminar en manos de China o algún país imperialista.

https://prensaobrera.com/ambiente/una-transicion-energetica-en-medio-de-la-crisis-capitalista/

Contratos y contaminación: dos cuestiones claves

Si la lucha no logra impedir la vía nuclear, aunque los niveles de seguridad de las centrales actuales -incluidas las de origen ruso- superan abismalmente el caso de Chernobyl, las cuestiones del diseño de las mismas y las medidas de protección ambiental deben colocarse desde el primer momento bajo control obrero y de los organismos de ciencia y técnica nacionales (Conicet, universidades nacionales, Comisión Nacional de Energía Atómica), con poder de decisión.

Eso implica la apertura de los libros y cuentas bancarias de las empresas privadas o estatales que participen directa o indirectamente de la producción y elaboración de minerales, la construcción de la planta, el almacenamiento y transporte de deshechos de los reactores, así como el control del vertido de líquidos. Son medidas elementales para una actividad en que una falla o “accidente” puede generar una catástrofe de alcance continental. Los acuerdos en la trastienda y sustraídos al conocimiento público, como el que estaría suscribiendo el gobierno nacional, se ubica en las antípodas: la compañía rusa sería propietaria única y operaría con exclusividad.

Más allá de que el asunto arranca poco transparente, debe considerarse que la generación eléctrica no debe pasar necesariamente por la generación nuclear.

Hidrocarburos e hidroelectricidad

Estas dos fuentes, con mejor prensa que la nucleoelectricidad, son también actividades de alta contaminación y riesgos ambientales.

La producción de energía basada en el petróleo y el gas es una de las bases de la emisión de gases de efecto invernadero que generan el calentamiento global, uno de los problemas centrales que la humanidad debe enfrentar en esta etapa y que plantea la necesidad de una transición hacia energías no contaminantes que frenen los desequilibrios catastróficos del aumento de la temperatura de la Tierra.

Por otro lado, están los daños directos que genera la explotación petrolera. Desde los sismos que desata en su entorno la hidrofractura (fracking), hasta el uso de material radiactivo como el tritio o el Iodo 131 en la industria petrolera de recuperación asistida en pozos convencionales.

En una reciente publicación del Ministerio de Trabajo y Producción y la Superintendencia de Riesgos de Trabajo se menciona que “los radioisótopos (como el Iodo131), y el Tritio (3H) fueron recientemente incluidos -junto a otras fuentes de emisión de radiaciones ionizantes presentes en las maniobras de trazado y perfilaje (Neutrones, Gamma, Beta y RI en general)- en la actualización del listado de sustancias y agentes cancerígenos que se incluye en el Anexo 1 de la Resolución 844/2017”.

La “inocente” producción convencional en pozos maduros (asistidos), como se puede apreciar, tiene lo suyo.
Es un dato a considerar porque actualmente hay una tendencia, encabezada por YPF, de recuperar hidrocarburos con método convencional, mediante la recuperación asistida en pozos maduros.

De todas maneras, en mayo de 2021 el petróleo no convencional producido en Neuquén a base de hidrofractura aportó casi el 30% de la producción nacional y en gas aportó más de la cuarta parte.

Las represas y las centrales hidroeléctricas nos llevan a un par de consideraciones extra. En nuestro país muchas de estas centrales están en la zona cordillerana, y en general cientos o miles de kilómetros alejadas de los centros de mayor demanda eléctrica. Por eso que a sus costos propios hay que sumar el del tendido de líneas de alta tensión, con sus estaciones y su mantenimiento. Es el caso de las centrales sobre los ríos Limay y Neuquén, Futaleufú en Chubut, e incluso más aún de las centrales en construcción por empresas chinas en Santa Cruz.

Otro aspecto de las centrales hidroeléctricas,cuando están ubicadas escalonadamente a lo largo de una cuenca (como sería la del río Limay) es que un uso racional exige que se coordine y centralice las cotas de las presas y el turbinado para generar electricidad. De lo contrario, si cada central funciona descoordinada del resto, el interés de tener las cotas al máximo posible para tener mayor poder de generación termina produciendo que aguas abajo el cauce del río tenga grandes variaciones entre bajantes y crecidas, muchas veces volviendo a inundar zonas pobladas o de producción. Esto era precisamente uno de los males que se pretendía evitar con la regulación de las presas en la época de Hidronor S.A.

Sin reducirnos a las grandes centrales, tenemos los casos de las pequeñas que afectan lugares paleontológicos, como el caso de la represa Nahueve en el norte neuquino, resistido por la población del lugar. Es un caso notable porque para sus escasos 4Mw de potencia bien se podría haber reemplazado, por ejemplo, por dos molinos eólicos. El negocio capitalista prima en la anarquía del sector, como en los demás sectores de la economía.

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Eólica y solar

En estos casos el negocio se sostiene por la escala del parque. Hay pocos de ellos a nivel mundial que superen la capacidad de generación de una gran central hidráulica o nuclear, aunque se trata de parques que ocupan decenas de kilómetros cuadrados de paneles o molinos.

Hace cuatro años atrás el Reino Unido y Alemania encabezaban largamente el ranking de producción eólica costa afuera, con 12.000 Mw instalados. A mediados de 2015 todos los aerogeneradores instalados en el mundo podían abastecer el 4% de la demanda mundial de electricidad. En este rubro estaba China a la cabeza, que seguida por Estados Unidos, Alemania, India y Brasil monopolizan dos tercios de la producción mundial.

Respecto de los paneles solares existen grandes parques en el mundo. Los dos con mayor capacidad de generación están en la India, que encabeza holgadamente este tipo de generación (unos 9.000 Mw instalados), luego sigue China con un tercio de la producción de India, y muy lejos Egipto, Emiratos Árabes Unidos, EEUU y México completan un lote de punta. En 2020 las energías renovables solo producían el 27% del total de energía eléctrica a escala mundial.

En nuestro país uno de los parques solares más grandes es el complejo Ullum en San Juan, con una capacidad de producción de 82Mw. A nivel eólico el parque con mayor capacidad es Manantiales Berh, con 99 Mw. Nuestro país informaba  en junio de 2020 que la capacidad total de la producción eólica, solar y otras renovables, cubría un 20% del abastecimiento energético total. Ello muestra que estamos lejos de poder prescindir en forma tajante y de cortísimo plazo de aquellas formas de generación de energía altamente contaminantes, a riesgo de un colapso energético.

Una transición energética requiere una planificación a escala mundial que el capitalismo es incapaz de llevar adelante, especialmente cuando marchamos a una depresión económica ante la cual fracasan todo los paquetes públicos de estímulo. Además, pesan los lobbies asociados a la industria petrolera global, de enorme poder político y económico. E incluso si se ejecutara dicha transición, implicaría cargarle a los trabajadores e incluso naciones enteras todo el costo del proceso.

Por un planteo socialista

El capitalismo desarrolla las fuentes energéticas con su método depredatorio y contaminante, y genera la realidad catastrófica actual. Las movilizaciones ambientales que han denunciado el fracking, el impacto de las represas, los costos sociales y los riesgos de la energía nuclear, han contribuido a poner esta realidad en evidencia. Es a partir de esa realidad que debemos plantear nuestra tarea.

Los revolucionarios no debemos refugiarnos solamente en enunciar un programa para cuando los trabajadores seamos gobierno. Para dotarnos de una línea de intervención que impulse la lucha hoy adquieren valor las consignas transicionales.

Partiendo de la premisa que no se puede prescindir de la explotación energética, es necesario levantar un programa transicional que ponga el norte en la nacionalización de toda la industria energética bajo control obrero; así como la revisión de todos los contratos, concesiones, permisos de exportación y demás ataduras al capital. Este planteo apunta a golpear el poder de clase capitalista y abrir paso a una transición bajo control de las y los trabajadores, de alcance internacional, que replantearía la producción de energía y su consumo teniendo en cuenta las necesidades sociales y el equilibrio ambiental. Es un sendero para la fusión entre el movimiento obrero y el movimiento ecologista y ambiental con la izquierda revolucionaria.

Algunos sectores rechazan la consigna de la nacionalización de la industria energética, sosteniendo -con evidencias- que las nacionalizaciones en manos del Estado burgués mantuvieron y hasta acentuaron rasgos contaminantes y depredadores de la explotación privada. Pero no se trata solamente de estatizar sino de la clase social que lo lleva adelante y de los intereses que representa. Las nacionalizaciones indemnizando al capital han sido un recurso de rescate a grupos capitalistas en crisis. Nuestro programa plantea la nacionalización sin pago y el control por parte de la clase obrera de la producción; es parte de un planteo integral de reorganización social.

En su libro “Imperialismo, fase superior del capitalismo”, dice Lenín: “¡Los monopolios han surgido ya, y precisamente han surgido de la libre competencia! Aun en el caso de que los monopolios empezasen a frenar su desarrollo, esto no sería, a pesar de todo, un argumento en favor de la libre competencia, la cual es imposible después de que ella misma ya haya dado lugar a los monopolios”. No se trata entonces del retroceso a etapas históricas previas. Debemos plantear una salida a la realidad tal y cual se nos presenta ahora. Una superación.

Por el control obrero de toda la producción energética; la nacionalización de la misma, del comercio exterior y la banca; y la apertura de libros y cuentas del gran capital. Formulamos un pliego transicional para enfrentar la presente barbarie energética y general, en la lucha por un gobierno de trabajadoras y trabajadores.

https://prensaobrera.com/ambiente/el-punto-de-no-retorno-y-la-mejora-del-capitalismo/