Imposible no recordar la sensación de shock en la que uno entra como lector al contacto con este cuento electrizante del gran Abelardo Castillo, incluido en su libro Las otras puertas. 

La rebelión súbita del Señor Nuñez contra su vida de oficinista, contra los cuatro colectivos que se toma por día amontonado en una marea humana, contra la deformación del cuerpo provocada por el trabajo de oficina da lugar a una escena tragicómica, que es a la vez una crítica lúcida de la condición de los miles de señores Nuñez que recorren día a día las oficinas, y una muestra de los límites irreductibles de la rebelión individual (y suicida) contra esta condición.

El grito de odio de Nuñez contra su vida cotidiana alienada y absurda es también una expresión de la época. Escrito en 1961, el cuento emarenta con las reflexiones del Camús de El mito de Sísifo (1942), o de El hombre rebelde y del existencialismo francés, que alimentaron intelectualmente a la generación de los ‘60, protagonista de la tendencia a la ruptura con el estalinismo y, luego, de las grandes movilizaciones del Mayo Francés, la Plaza de Tlatelolco, o en la Argentina el Cordobazo.

Al borde de una militancia en la izquierda de la cual se sintió parte, editor de El grillo de papel y El escarabajo de oro (revistas que hicieron época), Castillo fue un enorme protagonista de esta generación.

En tiempos de cuarentena, la lectura de este cuento monumental puede ayudar, no solamente a pasar el rato, sino a, como dice Nuñez, tratar de cambiar la cloaca en la que se ha transformado nuestro mundo bajo el peso del capitalismo. Para esto no hace falta “ser Cristo o Lenin”, tomando las palabras del personaje, sino una construcción colectiva para luchar por terminar con todas las formas de opresión.