Roger Waters en River, un manifiesto contra la censura y en defensa de los derechos humanos
"Esto no es un simulacro, esto es la realidad".
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Roger Waters en Argentina
En un estadio de River colmado, el icónico ex líder de Pink Floyd, Roger Waters se presentó en Buenos Aires, en el marco de la que dice, sería su última gira “this is not a drill” (esto no es un simulacro). El show fue un verdadero manifiesto de lucha de inicio a fin, o como dijo el mismo: “si sos de los que dicen que te encanta Pink Floyd pero no soporto la política de Roger, podés irte a la mierda, andate a un bar ya mismo”.
Y no es para menos, Waters viene siendo perseguido hace mucho tiempo por sus expresiones en favor del pueblo palestino, contra el genocidio televisado que todos estamos viendo por parte del Estado sionista de Israel. ¿Quién con las redes sociales puede ser ajeno a esta masacre? En nuestro país, luego de que hasta los hoteles más importantes le negarán alojamiento, la encargada de ponerse de punta contra sus shows fue la DAIA, orquestando un circo hasta horas antes del evento, acusando al músico de tener declaraciones antisemitas, buscando que se suspenda su presentación. “Sin lugar a dudas, Roger Waters promueve discursos de odio y su conducta viola la Ley Antidiscriminatoria, una legislación valiosa que rige en la República Argentina y que fue promovida por la DAIA”.
Nadie que haya oído alguna vez la obra del músico, ni de su anterior banda, ni sus propias expresiones públicas, podría concluir en semejante dislate. Pero tal es la impunidad con la que se maneja el sionismo asesino. Los intentos de censura contra quienes levantamos la voz en contra de la barbarie a la que el Estado de Israel somete hace décadas a dos millones de personas en un verdadero guetto a cielo abierto, somos de inmediato tildados de antisemitas, en una total banalización de la propia historia del pueblo judío.
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No se puede tapar el sol con las manos, ni el genocidio suspendiendo un show
A cuadras de River agrupaciones de izquierda como el Partido Obrero y el MST fuimos a plantar nuestras banderas en apoyo al pueblo palestino. A repartir volantes, a denunciar. La respuesta fue un impresionante operativo policial, promovido por la denuncia de las autoridades sionistas de un colegio muy conocido de la zona, por supuestas amenazas.
En el escenario, el mismo Waters redobló la apuesta. Por la denuncia de la DAIA, la justicia había dictaminado que una fiscal estuviera presente en River para monitorear la situación, de manera cautelar y se le ordenó al músico “abstenerse de llevar adelante y/o permitir la proliferación de conductas, cartelería o consignas discriminatorias”. En uno de los preludios Roger habló de las calumnias y sobre los intentos de censura contra él y su obra, manifestando que esto pasa porque “defiendo los derechos humanos de todas las personas”. Y en medio de un impactante espectáculo visual, levantó la denuncia al asesinato de una mujer en Alemania por ser judía, despabilando, si aún quedaba alguna duda al respecto, su posición.
Igualar antisemitismo con antisionismo, es el intento burdo y despreciable del que se hicieron los defensores de la masacre contra el pueblo palestino para justificar ante los ojos del mundo lo injustificable. Waters le pega a los presidentes yanquis de todo tipo y color partidario por su amor a las guerras. Expone con nombres y apellidos, cual dibujo tallado a sangre en las paredes, a asesinados por su religión como Anna Frank o por su color de piel como Lucas González, el joven jugador de fútbol asesinado brutalmente por la Policía de la Ciudad. Waters denuncia la violencia y la censura contra medios y periodistas como el emblemático caso de Julián Assange o los asesinatos a reporteros de guerra. Hasta “los pibes de Malvinas” están presentes en su obra y en una despiadada denuncia a Margaret Thatcher a quien denomina una “criminal de guerra”.
Entre “Another Brick in The Wall”, “Sheep”, “Money”, “Two Suns in the Sunset”, la historia de Pink Floyd y por tanto la del propio Roger, junto a la denuncia contra la guerra, el grito contra el fascismo y el llamado a resistir y luchar contra él, fueron el telón de fondo de un espectáculo impresionante. Los visuales, las luces, el sonido, todo estuvo dispuesto a la perfección para que el público sea partícipe, no ya de un show, sino de un verdadero manifiesto político y poético en defensa de los derechos humanos. En el intermedio del show el estadio vitoreó “Nunca Más” y “El que no salta votó a Milei”. “No necesitamos control del pensamiento, necesitamos resistir al capitalismo, al avance del fascismo y a las guerras”. En la que dice será su despedida de los escenarios, Roger Waters plantea mucho más que un concierto, una catarsis colectiva, un manifiesto para salir a luchar.
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