Era 28 de octubre de 1973 en el Teatro Astral. El Flaco Spinetta le decía al público “yo quiero tocar para ustedes hoy con mi guitarra acústica”. Así iniciaba la presentación de Artaud, su álbum más famoso y considerado por muchos como el mejor no solo del artista, sino también del rock argentino.

Un show cuyo registro se mantenía inédito, y que acaba de ser publicado en las redes oficiales del músico, fallecido en 2012.

Entre chistes y conversaciones con el público (y alguna que otra discusión), Luis Alberto Spinetta se desliza con facilidad por las canciones, primero de los anteriores álbumes de Pescado Rabioso y Almendra y luego de Artaud -disco que, si bien se publicó bajo el nombre de su banda, escribió y grabó de manera solista. El álbum marca un antes y después en su carrera artística, significa una ruptura con sus creaciones previas y una primera escucha a los estilos que desarrollaría con más profundidad en los años siguientes.

Se trata de un disco influenciado por el artista que le da el nombre, el poeta surrealista francés Antonin Artaud. Y que establece interesantes relaciones con el contexto social y político de la época. El marco de regímenes dictatoriales en toda América Latina, como parte del Plan Cóndor impulsado por Estados Unidos, ofrece una clave para pensar las múltiples referencias a la libertad en las letras del disco. En tanto expresión musical disruptiva, vale contraponer Artaud con toda una corriente de música joven “complaciente” del período, que tendrá su máxima expresión en artistas como Palito Ortega (en cuya figura se hace explícito el vínculo entre esta figura de joven “rebelde” pero digerible por el sistema, con la política represiva de la dictadura del ’76). Y agradecer que haya quedado fuera de la mano de los censores de esos años.

Imposible contar los éxitos del músico con las manos, pero incluso los álbumes menos avalados por la crítica en el momento de su lanzamiento son considerados partes importantes del recorrido de la cultura argentina y re-pensados en la actualidad. Es que con El Flaco nunca dejamos de encontrar (y escuchar) elementos nuevos, pero al mismo tiempo lo sentimos cercano, conocido. Es eso, quizás, lo que lo llevó a ser considerado por distintas generaciones como el artista más influyente de la música argentina y latinoamericana.

Después de una hora de grabación, cierra: “bueno, voy a hacer el último tema”. El publico se queja y él juega con eso, como lo hizo durante toda la presentación, mientras anuncia que viene “Cantata de puentes amarillos”. Después de un “buena suerte”, se lanza a tocar la última canción y, como era de esperarse, te deja con ganas de pasarte el resto del día escuchándolo.