Historia
23/10/2025
Baja Edad Media
A 500 años de la guerra campesina en Alemania y del igualitarismo subversivo de Thomas Müntzer
Uno de los grandes levantamientos que enfrentó la servidumbre feudal.

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Müntzer incita a la insurrección contra los nobles en la plaza del mercado de Kiettgau, grabado de 1625.
La transición de la Baja Edad Media a la Edad Moderna estuvo marcada por grandes revueltas campesinas. Estas rebeliones de masas fueron una consecuencia de la disolución de las relaciones feudales, y a la vez, de la opresión de los grandes señores terratenientes y de la Iglesia que abusaban y esquilmaban al campesinado pobre. En el siglo XVI estallará la guerra campesina en el sur de Alemania, donde una masa campesina seguía trabajando bajo el duro régimen de la servidumbre feudal.
Mientras que en la Europa occidental el régimen de servidumbre iba dejando lugar al del campesinado libre, como sucedió en Inglaterra, en el este europeo se endurecieron las condiciones de explotación de los siervos durante los siglos XV y XVI. Fue en Suabia, región de la Baviera alemana, donde comenzó la Rebelión armada en 1524. La guerra del campesinado, estudiada por Federico Engels en su libro sobre las guerras campesinas en Alemania, fue la más grande de las insurrecciones campesinas de Europa antes de la Revolución Francesa. Antecedentes de enorme importancia histórica fueron las rebeliones de Wat Tylor y John Balls en Inglaterra (1381) y la Jacquerie en Francia (1358). Ambos levantamientos de masas fueron reprimidos a sangre y fuego. La Jacquerie tomó el nombre del apodo despectivo con el que los nobles se burlaban del campesino francés llamándolo "Jacobo el simple". Los líderes de los dos grandes levantamientos fueron brutalmente ejecutados para que sus muertes sirvieran de escarmiento.
La guerra campesina fue el punto culmine de una creciente agitación social, política y religiosa que llevaron al cuestionamiento mismo del régimen, de las autoridad terrenal del Emperador, así como de la autoridad “celestial” del Papa, jefe de la corrupta Iglesia Católica. El jefe revolucionario indiscutible de la rebelión fue el predicador radical Thomas Müntzer, quien pasó a la Historia como el "Teólogo de la Revolución". Müntzer dirigió la insurrección armada campesina bajo la consigna "todo es común" desafiando a los poderes civiles y eclesiásticos. Su protocomunismo -"el reino de dios en la tierra"- fue defendido con la violencia revolucionaria y colectiva de miles de campesinos. Bajo el envoltorio de un fanatismo milenarista que anunciaba el fin de los tiempos, Müntzer dirigió su ejército de siete mil campesinos que tomaron las armas para luchar contra los privilegios del Emperador, los príncipes y los altos mandatarios de la Iglesia Católica que respondían al Papado.
La guerra social de 1524-1525 movilizó a 300.000 campesinos pero también involucró a otros sectores explotados. El levantamiento contó con la simpatía de los artesanos de las ciudades enfrentados a los maestros. Apoyada en la enorme base campesina, la insurrección fue una gran revolución popular que enfrentó a las fuerzas coaligadas de la reacción, tanto a los príncipes que eran partidarios de la Reforma luterana como a los nobles partidarios de la Iglesia Católica que había excomulgado a Martín Lutero por hereje.
Contexto histórico
La Alemania del siglo XVI no era un estado nacional sino parte del Sacro Imperio Romano Germánico que estaba bajo la autoridad formal de los Habsburgos. Para esa época, el imperio congregaba a las posesiones reales, a los principados, ducados, los obispados de la Iglesia y a las ciudades independientes. En esta disgregación del poder imperial peleaban unos contra otros. La poderosa Iglesia Católica entrará en crisis con el movimiento de la Reforma de Martín Lutero. El texto escrito por Federico Engels traza un agudo análisis y una vívida descripción de la estructura de clases del Sacro Imperio Romano Germánico, de sus debilidades, clases y subclases en pugna. La unidad nacional de Alemania llegará recién en la segunda mitad del Siglo XIX con el canciller Otto Von Bismarck que unificó al Estado y constituyó el primer Reich alemán. La división en unidades territoriales independientes del Sacro Imperio, así como la subdivisión jerárquica en las filas de la nobleza y del clero, junto al empobrecimiento de las capas inferiores de estas mismas clases sociales, describía a una sociedad cuyo desarrollo estaba por detrás de Inglaterra y Francia.
El trascendente movimiento reformista de Martín Lutero contra la corrupción de la Iglesia Católica contó con la simpatía de los príncipes territoriales que veían en el protestantismo una herramienta para debilitar el poder del Papa aliado al Emperador y fortalecer sus aspiraciones autonómicas. El protestantismo emergente de la Reforma y el cisma de la Iglesia expresaron en la superestructura ideológica religiosa los intereses de clase de la burguesía. Así como las guerras campesinas de 1525 no fueron guerras teocráticas sino de clases, los príncipes veían en la Iglesia Católica un poder extranjero que limitaba sus pretensiones independientes. Se hicieron antipapistas. Los bienes de la Iglesia Católica fueron un objetivo de los príncipes que peleaban para ampliar sus tierras y dominios. La ruptura con el Papado potenció la codicia y la sed de nuevas tierras. La inestabilidad política permanente tiñó las décadas previas a la insurrección campesina. Voltaire diría de este imperio que nunca fue Sacro, tampoco Romano ni estrictamente un imperio.
Las guerras externas e intestinas vaciaron las arcas de la nobleza y de los príncipes que financiaban sus ejércitos, muchos de estos integrados por tropas mercenarias. Los costos de estas guerras eran descargados sobre los campesinos y la plebe con mayores impuestos que empujaban como respuesta las protestas y rebeliones. Las protestas fiscales tendían a unir los reclamos de los campesinos con los artesanos de las ciudades. Antes de la Gran Guerra Campesina ya habían estallado impugnaciones y protestas que fueron caldeando la explosión posterior. Con la quema en la hoguera del teólogo y filósofo Juan Huss, las protestas crecieron en Bohemia (actual República Checa) que era parte del Sacro Imperio. De sus cuestionamientos y martirio nació el ejército militar campesino de los husitas, considerado un antecedente del movimiento que llevaría a la Reforma de Martín Lutero.
La crisis del siglo XIV y los efectos devastadores de la Peste Negra alimentaron movimientos igualitaristas radicales que cuestionaban la venalidad del papado enriquecido con la venta de indulgencias y los jubileos cada vez más frecuentes. También las utopías "comunistas" de retorno a un cristianismo primitivo basado en la cooperación común de las aldeas campesinas. La vida aldeana y las tierras comunales se veían reflejadas en esta concepción del mundo que recogería Thomas Müntzer en sus inflamados sermones. En verdad se trataba de discursos subversivos que afirmaban la legitimidad de “la espada” arrebatada a los nobles para imponer la Igualdad y la libertad no solo en el cielo sino en la tierra. Esta concepción revolucionaria en nombre de la voluntad divina nutrió a los campesinos revelados.
Las debilidades del imperio
El Emperador era un monarca electivo, elegido por el voto de los siete príncipes que representaban a los estados del Imperio. Esta elección estaba sujeta a la compra de voluntades como ocurriera con el nombramiento de Carlos V de Alemania, que era a su vez titulado como Carlos I de España. El monarca de los Habsburgo (Austrias) se había propuesto una monarquía universal basada en la fe católica y en su propio linaje dinástico. El Imperio de los Habsburgo, donde "nunca se ponía el sol" por la enorme extensión geográfica que abarcaba, incluía los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico cuyos orígenes se remontaban a la subdivisión del Imperio Carolingio en el Siglo X. Además del Emperador había un Reichstag o Parlamento que se reunía para votar los impuestos imperiales. Cada principado tenía sin embargo la autoridad para dictar sus propios impuestos locales y podían declarar guerras para proteger sus dominios. Todo esto derivó en una carga tributaria insoportable y en una burocracia parasitaria enorme. A medida que la nobleza media iba decayendo, una parte de esta se incorporó como funcionariado de la alta nobleza, y otra descendió en la jerarquía social fundiéndose con la baja nobleza empobrecida cuyos títulos nobiliarios eran ya un anacronismo.
La lucha de clases en el campo llegaría a su mayor hervor cuando la insoportable situación de los campesinos se combinó con la agitación de predicadores como Thomas Müntzer, que le dieron a estas protestas un propósito de conjunto más allá de las disputas con los señores más próximos. Muntzer dirigió un ejército de 7.000 combatientes para derribar la arbitrariedad del poder señorial en favor de una sociedad sin clases.
Lutero y Müntzer
La Reforma de Martín Lutero fue un instrumento ideológico-religioso que socavó la autoridad de la Iglesia Católica y del Papado romano. En sus 95 tesis, Lutero denunció la venta de indulgencias que "redimían los pecados" a cambio de jugosos donativos a la Iglesia romana. Sus críticas a la Iglesia Católica por traficar la fe cristiana le valieron el apoyo de numerosos príncipes alemanes y de sectores plebeyos. Lutero no fundó sus tesis en una crítica al sistema político y social sino en una reforma a favor del "cristianismo verdadero". Con retraso frente a Müntzer, Lutero tradujo la Biblia al alemán para que llegara al pueblo predicando la libre interpretación del Nuevo Testamento. A medida que Müntzer se fue radicalizando, Martín Lutero fue tomando distancia y diferenciándose de la prédica igualitaria de aquel a quien llamaría "el Satán de Allstedt". Estallada la Guerra Campesina, Martín Lutero la condenó justificando la brutal represión que terminó con la vida de 100.000 campesinos.
Müntzer fue el gran jefe revolucionario hasta la derrota del ejército campesino en 1525 en la desigual batalla de Frankenhausen, donde fue tomado prisionero, bárbaramente torturado y ejecutado dos semanas después por las fuerzas combinadas de los nobles que respondían a la Iglesia Católica y los príncipes que adherían a la Reforma de Lutero. La revancha de clase se impuso por sobre las divergencias religiosas. Los príncipes temían la guerra social que había proclamado Thomas Muntzen y dejaron en un segundo plano sus enfrentamientos con el Emperador y con el Papa para concentrarse en el aniquilamiento de los insurrectos. Otro tanto ocurrió con los grandes comerciantes pesar de que las ciudades eran víctimas frecuentes del saqueo de los caballeros y príncipes.
El predicador radical, nacido en una familia humilde, pudo estudiar y adquirió una cultura muy superior a la media de la época. Ingresó al clero, fue profesor y transitó por distintas parroquias de las que fue echado por sus sermones confrontativos. Recaló en Allstedt donde predicó para miles de campesinos que viajaban largas distancias para escucharlo. El pensamiento igualitario de Müntzer dio cohesión y estímulo combativo a la lucha campesina. El "Satán", como lo insultaba Lutero, defendía la legitimidad de la lucha armada por la traición de los gobernantes y príncipes que cometían y toleraban los abusos y atropellos contra los campesinos.
Como se señaló, en el este y parte del centro de Europa, la institución de la servidumbre se prolongó más allá del fin de la Edad Media. Esto también marcó a los campesinos del sur de Alemania donde se inició la guerra social que se extendería hacia el centro y norte del Imperio. En el norte de Alemania, estaban las ciudades que integraban la Liga Hanseática a lo largo del Mar Báltico y que se desarrollaron como grandes puertos comerciales, en el sur, por el contrario, el 90% de la población vivía de la explotación agraria y el 50% de los campesinos eran siervos atados a las tierras de los señores. En la Baviera se mantuvieron las viejas y pesadas cargas feudales, los impuestos sobre la herencia, el control señorial sobre los casamientos, los censos del trabajo que debían hacer obligatoriamente los siervos, además de los pagos en especies y más tarde en dinero. La justicia señorial era pródiga en castigos corporales y penas que incluían el corte de orejas y manos, el vaciamiento de ojos y, cuando no, directamente el ahorcamiento u otras formas de pena capital. Las fugas de campesinos eran castigadas con la máxima severidad.
Los señores se sostenían mediante la coacción extraeconómica basada en la fuerza militar y la justicia señorial. No eran dueños de los siervos como en tiempos de la esclavitud pero controlaban día tras días sus vidas y familias. Los campesinos y las aldeas fueron consignando los abusos en los cuadernos de quejas donde dejaban constancia de la usurpación de las tierras comunales por parte de los señores entre otros agravios. En pleno siglos XV y XVI, los nobles seguían usufructuando el derecho de pernada cuando los campesinos contraían matrimonio, que solo ellos podían autorizar. El lema de Müntzer "todo es de todos" fue un llamado a la acción. Thomas Müntzer no se limitó a la prédica de una reforma religiosa, esto lo distanció tempranamente del círculo más próximo a Martín Lutero con el que rompió definitivamente para desafiar el orden social. Tras un intento inicial de ganar el apoyo de los príncipes, Thomas Müntzer los denunció y llamó a derribar toda tiranía. La igualdad que predicaba tenía una base material en la larga tradición comunitaria de las aldeas campesinas.
La rebelión de 1525
El levantamiento comenzó en 1524 cuando volvieron a incrementarse los impuestos sobre los campesinos. Fueron varias rebeliones las que fueron estallando en distintos puntos y mas allá de Alemania porque alcanzaron a zonas de Francia y Suiza involucrando a más 300.000 campesinos y plebeyos pobres. La guerra campesina alarmó a los explotadores por su dimensión, virulencia y por el programa, sintetizado en los Doce Puntos impresos en panfletos y leídos colectivamente a los campesinos analfabetos. La larga opresión sufrida por los campesinos contrastaba con las riquezas de la Iglesia Católica, cuyos obispos eran señores de los siervos que trabajaban en sus dominios eclesiásticos. La violencia del ejército campesino de Müntzer fue proporcional a la violencia con que gobernaba la nobleza y el alto clero. Las quemas de las mansiones señoriales -que representaban los símbolos del poder- quedaron inmortalizadas en cuadros, pinturas y canciones populares que pasaban de boca en boca. Los incendios se extendieron a los castillos de los nobles y a los monasterios y dominios de la Iglesia, incluyendo linchamientos colectivos que aterrorizaban a los explotadores.
En los "12 puntos" campesinos se prohibía la aplicación de nuevos impuestos y se limitaba el cobro del diezmo -que se tributaba al clero- a lo indispensable para costear la alimentación de los sacerdotes y frailes del escalón mas bajo del clero. También se incorporaba la libre elección de los pastores de la fe. Uniendo las reivindicaciones campesinas con la abolición de los privilegios, Thomas Müntzer y los campesinos armados actuaron a cuenta de todos los oprimidos en la ciudad y el campo. En su programa exigían el libre uso de los bosques y el derecho a cazar y a pescar libremente, un privilegio reservado a los nobles desde el Medioevo feudal. Siguiendo la prédica igualitaria de Müntzer, los rebeldes sostenían que todos los bienes de la naturaleza eran propiedad común y no podían ser acaparados. Este restablecimiento del orden natural de "los primeros tiempos" solo podía imponerse por la fuerza y el derrocamiento del poder de los terratenientes laicos y de la Iglesia.
Con esta convicción, los campesinos mal armados se enfrentaron a las tropas coaligadas de en Frank Hausen que portaban cañones y estaban constituidas por soldados profesionales y mercenarios con experiencia en el combate. Arrasados por el fuego de los cañonazos, la caballería de los nobles liquidó a mansalva a los campesinos desbandados. La desigualdad militar estuvo presente desde los comienzos de la rebelión. Los campesinos iban a la guerra con guadañas e instrumentos de labranza que usaban como armas para incursionar en los castillos y monasterios, algo muy distinto a una batalla a campo abierto con grandes contingentes enfrentados. Las carencias eran no solo de armas y sino de estrategas militares.
El avance previo del ejército campesino se vio facilitado porque Carlos V había enviado tropas a Italia a combatir en las llamadas guerras italianas, lo que limitó inicialmente la capacidad represiva. La batalla de Frank Hausen fue una masacre donde cayeron muertos entre cinco y seis mil campesinos y cientos tomados prisioneros. La represión brutal que siguió a la derrota campesina y al suplicio de Thomas Müntzer despobló aldeas enteras, la ciudad de Manhausen quedó reducida a cenizas. Aniquilada la rebelión, se consolidó la Reforma de Lutero y muchos príncipes adoptaron al luteranismo como su credo.
El protestantismo de Lutero, que encarnaba los intereses reformistas de la burguesía y de los príncipes enfrentados al emperador del Sacro Imperio (aliado al Papa) se fue fragmentando en distintas facciones protestantes, entre estas los luteranos, calvinistas y anabaptistas que consumaron el cisma de la Iglesia Católica. Cuando Lutero se reunió con Carlos V de Alemania para discutir sus tesis, el Emperador lo acusó de hereje. Una Bula papal ya había excomulgado a Lutero que postulaba el fin del celibato y el derecho al matrimonio de los curas. La Reforma de Lutero dio lugar a la Contrarreforma Católica para combatir el cisma que cuestionaba el poder de la Iglesia.
El aplastamiento de la guerra campesina benefició el pacto de Lutero con los príncipes alemanes que se sirvieron de la amenaza de próximos levantamientos para fortalecer su poder territorial. En un plano más general, la sangrienta derrota campesina fue una victoria de todas las fuerzas reaccionarias coaligadas, desde el Emperador a los príncipes territoriales y desde los obispos que explotaban a los siervos al papado.
Nuevamente Müntzer
En su libro "La Guerra de los campesinos en Alemania", Engels traza un paralelo entre la traición de la burguesía a la Revolución de1848 y la masacre de la rebelión campesina del Siglo XVI. En la Alemania no había en esa época un proletariado desarrollado como clase -más allá del minero- en condiciones de liderar una revolución. Engels y Marx reivindicaron en la persona de Müntzer a "uno de los nuestros". Federico Engels escribió al respecto en su libro sobre la guerra campesina un párrafo sobre Thomas Müntzer que citamos íntegramente: "si la filosofía religiosa de Müntzer lo acercaba al ateísmo, su programa político tenía afinidad con el comunismo", agregando que muchas sectas comunistas en vísperas de la Revolución de 1848 carecían del arsenal teórico que tenía Müntzer en el Siglo XVI.
El compañero de Carlos Marx escribiría también que el "reino de dios en la tierra" que predicaba Thomas Müntzer era el de una sociedad sin clases, sin propiedad privada y sin Estado. Como señaló Marx, las ideas revolucionarias avanzaron muchas veces en la historia encubiertas por otras que tomaban las formas de un cuestionamiento religioso y místico al orden social.
A 500 años de la gran insurrección campesina recordamos al revolucionario Thomas Müntzer.




