Historia

26/9/2025

La primera huelga de la historia, en el Antiguo Egipto de Ramsés III

Primera huelga de la historia.

Con este artículo iniciamos una reseña de grandes huelgas que fueron parte de las luchas y rebeliones de los oprimidos en distintos períodos históricos. Algunas de estas huelgas son ampliamente conocidas y otras no tanto, pero todas aportaron a su turno a la organización y conciencia de los explotados. En épocas de "batalla cultural" está más vigente que nunca el hilo conductor de la historia humana, que es la lucha de clases.

En tiempos de Ramsés III

Para poner en contexto cómo surgió la primera huelga de trabajadores registrada en la historia tenemos que remontarnos al reinado del Faraón Ramsés III, hacia finales del Reino Nuevo del Antiguo Egipto. La huelga de los constructores de Tumbas Reales en el Valle de los Reyes está documentada en el llamado "Papiro de la Huelga", que se encuentra en el Museo Egipcio de Turín en Italia. Por este documento se puede reconstruir el origen de la huelga, su fecha aproximada, los reclamos de los obreros a las autoridades, las acciones emprendidas y hasta los salarios en especies que cobraban estos trabajadores asalariados de la XX Dinastía.

La huelga transcurrió alrededor del 1152 A.C. En verdad fueron tres huelgas en pocos meses, que se sucedieron ante el retraso de salarios que debía pagar el Estado a los constructores, decoradores y encargados del mantenimiento y protección de la tumba del Faraón que comenzaba en vida del soberano. Es importante detenerse en la sociedad jerárquica del Antiguo Egipto, en cuya cúspide reinaba el Faraón, quien reclamaba para sí un origen divino o de intermediario con los dioses según distintos momentos históricos. Si bien los trabajadores que fueron a la huelga no cuestionaban la autoridad del Faraón —a quien le dirigían sus peticiones por intermedio de los escribas que dominaban la escritura jeroglífica— no deja de sorprender el alcance de las medidas de acción directa que interrumpieron la construcción de la Tumba de Ramsés III, considerado por sus súbditos como una divinidad. En plena huelga, los trabajadores se sentaron de espaldas al Templo para hacer sentir la protesta.

Las clases sociales en el Antiguo Egipto

Quienes pasaron a la Historia como los primeros huelguistas —posiblemente hubo otras protestas similares no registradas— no eran esclavos sino trabajadores asalariados que recibían sus pagas en cereales, pan, cerveza, dátiles y frutos indispensables para su alimentación. Para los obreros que vivían en la aldea de la actual Deir-el-Medina, la interrupción del pago traía consigo la hambruna generalizada. Esta capa de trabajadores no era homogénea, lo que realza la trascendencia de la huelga, ya que en distintos momentos las autoridades fracasaron en quebrar la unidad de los trabajadores del “interior” y del “exterior”.

Los constructores de Tumbas Reales se dividían entre dos grupos que trabajaban en cuadrillas a cargo de capataces: por un lado los del interior de las tumbas, formados por canteros, escultores, dibujantes y pintores, y por el otro el de apoyo exterior, menos calificados, que hacían los servicios auxiliares organizados en cuadrillas de alfareros, cortadores de leña, yeseros, repartidores de dátiles y agua, entre otras tareas. Este grupo, que trabajaba fuera de las tumbas, era el Semeder, que incluía también a los porteros de las tumbas y a la “policía” que custodiaba las construcciones funerarias reales y los tesoros enterrados. Un signo de la decadencia que fue marcando el final del reinado de Ramsés III fue precisamente el saqueo de las tumbas imperiales.

Los constructores tenían salarios distintos según las funciones que cumplían, pero siempre en especies. Esto les permitió a los más especializados —y difíciles de sustituir— acumular ciertos excedentes más allá del consumo familiar. Los capataces y jefes de cuadrillas de trabajo eran, junto a los escribas que registraban todos los movimientos contables, progresos y conflictos de la “Institución Tumba”, los mejores pagos. Sin embargo, con el correr de la huelga, éstos también se sumarían a la protesta colectiva, reforzando un reclamo que los involucraba directamente: los atrasos en los pagos se repetían y duraban de ocho a veinte días. Según consta en el Papiro de la Huelga, no solo se discontinuaban los pagos, sino que se modificaron los productos que recibían los trabajadores a modo de salario en especies, sustituyéndolos por otros de menor calidad. El “desayuno” que abría el día era frugal y consistía en agua del Nilo que se dejaba reposar y pan de trigo o cebada cocido. En tiempos normales, esta alimentación era el “combustible” para iniciar las largas jornadas de diez horas partidas en dos. Estos trabajadores trabajaban diez días seguidos por uno de descanso, si no había fiestas religiosas que también eran días no laborables.

Importa señalar que por debajo de la autoridad del Faraón creció una burocracia encargada de la administración del imperio y recaudación de impuestos en especies y trabajo, con los privilegios propios de su posición social. A medida que el ejército se fue profesionalizando y crecía como organización permanente, los altos mandos recaían en la nobleza y familiares del Faraón. El Visir era una figura muy importante en la dirección del Estado y el responsable de la ejecución de las obras en las Tumbas Reales en el Valle de los Reyes. Otra clase privilegiada era la sacerdotal, que fue ganando poder a medida que se debilitaba el poder centralizado del faraón, característica del reinado de Ramsés III. La masa campesina era mayoritaria y alcanzaba al 80% de la población, dedicándose principalmente a los cultivos de trigo y cebada. No eran esclavos y pagaban impuestos con el fruto de las cosechas y con trabajo en las grandes construcciones hidráulicas y de infraestructura civil y religiosa.

El río Nilo, la "autopista" del Antiguo Egipto, era vital para la agricultura, el comercio, la comunicación, el comercio vía trueque y el transporte fluvial desde el sur al Delta. La fertilidad de las tierras cercanas al río, producto de los desbordes y depósitos de limo, era el “motor” de una economía basada en la agricultura. Las aguas del Nilo fueron aprovechadas magistralmente mediante grandes obras centralizadas por el Estado, cuyo aparato dirigía las obras de riego imprescindibles en una geografía mayormente desértica con temperaturas extremas. A este modo de producción se lo conoce como despotismo asiático o despotismo tributario. El excedente de los cultivos era apropiado como tributo y se invertía en las obras que hoy conocemos como "faraónicas": las construcciones de templos, pirámides y tumbas destinados a realizar la grandeza del Faraón. Este plusvalor también servía para llenar los graneros del Estado y para financiar los gastos militares, del ejército y el funcionamiento de las instituciones estatales.

Bajo este régimen despótico, el Antiguo Egipto mantuvo una regularidad en la organización de las tareas y distribución de los recursos que se extendió por más de tres milenios, dando lugar a una concepción de la vida, la cultura y el lugar sagrado que ocupaban los dioses. Los faraones eran la representación de estas deidades que conformaban el politeísmo religioso. Esta orden y “armonía”, propia de las sociedades agrarias, transcurría entre las crecidas e inundaciones del Nilo y las labores agrícolas que marcaban los tiempos y el calendario egipcio. La “rutina” de los imperios Antiguo, Medio y Nuevo fue sacudida por los llamados “períodos intermedios”, que fueron de crisis, decadencia, fluctuaciones de precios, invasiones, sequías, luchas palaciegas y revoluciones religiosas asociadas a las disputas de poder y sucesorias. A la “regularidad” le siguieron épocas de profunda inestabilidad política. El propio Ramsés III murió asesinado por una conspiración urdida por su esposa secundaria y su hijo mayor. Esta decadencia afectó también a sus sucesores pertenecientes a la Dinastía de los ramésidas.

Los esclavos no eran la mayoría trabajadora del Antiguo Egipto, sino prisioneros de guerra que eran repartidos como botín, una diferencia que distinguió a esta civilización de la Antigüedad con el sistema esclavista de producción de Grecia y Roma. Algunos especialistas consideran que los esclavos no superaban el 5% de la población total y se dedicaban a los servicios en los palacios y casas de la nobleza y jefes militares. En la base explotada estaban los campesinos, que entregaban la cosecha como tributo al Estado, y una capa minoritaria de obreros especializados encargados de la construcción de tumbas reales, quienes percibían salarios para su manutención diaria. Otra capa de trabajadores eran los artesanos a medida que avanzaba la diferenciación del trabajo.

Será en la zona cercana al Valle de los Reyes donde se fueron construyendo los trabajos reales – incluida la del Faraón Ramsés III – donde tendrá lugar la huelga que motiva esta reseña. Diferente era la situación de los miles de trabajadores empleados en la construcción de las Grandes Pirámides de Giza durante el Imperio Antiguo. Estos debían cumplir con esta carga estatal por la que percibían una remuneración en especies. Eran trabajadores mayormente “estacionales”, reclutados fuera del tiempo de las cosechas.

Estas colosales pirámides demandaron gastos enormes que no pudieron repetirse en los Reinos Medio y Nuevo. Los constructores de Tumbas Reales tenían, por el contrario, una continuidad de trabajo, formaban una comunidad estable y eran muy considerados por la labor que realizaban. Vivían en asentamientos de obreros y casas de adobe con sus familias en lo que hoy conocemos como Deir-el-Medina, a poca distancia de la capital Tebas y en las cercanías de la Necrópolis donde estaban las Tumbas de la realeza. Esta calificación del trabajo que realizaban fue determinante a la hora de la huelga, que terminó uniendo a los obreros del interior con los que hacían los servicios de apoyo e incluso con la “policía” que custodiaba las tumbas. La vanguardia de las protestas parece haber sido el sector que agrupaba a los obreros del “exterior”, quienes fueron los primeros en reaccionar cuando se cortaron los pagos de sus salarios.

Tenemos hambre y sed

El Papiro de la Huelga, obra de un escriba que participó de las protestas en Deir-el-Medina y los fragmentos de cerámicos encontrados, permiten reconstruir la vida cotidiana y los pormenores del conflicto. El grito que unificó la huelga fue “Tenemos hambre y sed”, un testimonio de la situación desesperante de esta capa de trabajadores libres. El retraso de los pagos puso en evidencia la decadencia creciente del Reino Nuevo y sus crisis de finanzas. Varios factores contribuyeron a “secar” las arcas de Ramsés III, y en primer lugar los enormes gastos destinados a combatir la invasión de los “Pueblos del Mar”, que amenazaron con ocupar Egipto e instalarse en las zonas fértiles adyacentes al Nilo. El Faraón salió victorioso en dos grandes batallas, una en tierra y otra naval en el Delta del Nilo, expulsando a los invasores. La crisis de las finanzas fue también el resultado de los gastos monumentales destinados a celebrar el “jubileo” o festejo de los 30 años de reinado del Faraón, que procuró emular la gloria de Ramsés II el Grande. Este desangre de las cuentas se agravó con la corrupción administrativa y los reclamos de la clase sacerdotal de Amón, que fue beneficiada con más tierras.

La sucesión de huelgas en Deir-el-Medina puso en evidencia los incumplimientos de las autoridades y del Visir, que una y otra vez volvían a retrasar el pago de los salarios. Los métodos empleados por los huelguistas son indicativos del progreso de la conciencia y organización de los constructores de tumbas. La paralización del trabajo fue acompañada con marchas al Valle de los Reyes, asambleas y sentadas frente a las casas de los funcionarios e incluso con la ocupación transitoria de la tumba de Ramsés III. Un dato interesante es que, habiendo nacido como una huelga reivindicativa, su desarrollo llevó a cuestionar la corrupción del Visir y otros funcionarios reales que retenían los pagos en especies y no garantizaban el sostenimiento de los trabajadores y sus familias.

Huelga histórica

Como dijimos, la de Deir-el-Medina fue la primera huelga documentada. La existencia de “tribunales” especiales para mediar y arbitrar en las demandas confirma que esta huelga no fue el primer conflicto laboral. Estos antecedentes seguramente incidieron en el temor de las autoridades a ordenar la represión a los huelguistas. También pesaron las denuncias de corrupción que comprometían directamente al Visir de turno. La evolución a un plano más "político" —responsabilizando al Visir por la hambruna generada— le dio a esta primera huelga una mayor significación histórica.

Con Ramsés IV y otros faraones ramésidas siguieron los conflictos laborales y reclamos reivindicativos. Como se señaló, al incumplimiento de los pagos en especies se sumó la entrega de productos de menor calidad a cambio de la prestación del trabajo diario, lo que hoy llamaríamos “ajuste” para que “cierren las cuentas”, una forma de confiscación salarial. Los constructores de Tumbas Reales fueron, además de huelguistas, los primeros "piqueteros" de la historia.

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