Internacionales

10/10/2025

Alto al fuego en Gaza: los principales obstáculos en las negociaciones 

Redoblemos la movilización por una Palestina libe.

El alto al fuego fue recibido con júbilo por la población palestina. Al menos un alivio del horror que vienen soportando en el marco de un pesadilla interminable de lo que ha sido acertadamente denominado el genocidio del siglo XXI. No se nos puede escapar que luego de 22 meses, a pesar del infierno vivido con más de 67.000 gazatíes muertos y una destrucción masiva de la Franja, las bajas sufridas, su plana mayor diezmada, la resistencia palestina logró sobrevivir y, aunque dañada, mantener en pie una capacidad operativa. El ejército israelí, unas de las maquinarias bélicas modernas más sofisticadas, no logró destruir a las organizaciones palestinas ni rescatar los rehenes pese a la invasión, asedio y ocupación terrestre de la Franja. A medida que fueron pasando los meses, se fueron generalizando las voces de condena internacional del genocidio y la corriente de solidaridad con el pueblo palestino. Su causa se fue transformando en un emblema contra el imperialismo y el sionismo de en todo el planeta, incluido las principales metrópolis conmovidas por movilizaciones multitudinarias. 

Por supuesto, no podemos obviar que la invasión de Gaza se integra con una escalada global liderada por Washington dirigido a remontar el declive que se viene registrando en Estados Unidos y retomar un liderazgo en el concierto internacional que está en retroceso, apuntando a un rediseño al planeta en función a sus intereses y necesidades. En este plano, Israel, en su calidad de principal aliado de Estados Unidos en la región viene actuando como punta de lanza del imperialismo en Medio Oriente, lo que se ha traducido en incursiones, agresiones, y avances militares en el Líbano, Siria, Irak, ataques a Irán y los golpes asestados a Hezbollá. Pero el hecho de que la invasión a Gaza se fuera dilatando sin logar imponer un desenlace conspiraba contra la política expansionista en curso y se transformó en un factor de tensión creciente con los regímenes árabes prooccidentales, aliados históricos de Washington 

Habría que agregar que la prolongación en el tiempo de la guerra se tornó también en un elemento de desgaste y severa crisis política interna del régimen sionista donde fueron creciendo las protestas masivas, reclamando que Netanyahu se siente a negociar, llegue a un acuerdo con la resistencia palestina y lograr liberar a las rehenes, consciente que el gobierno israelí era el principal escollo para alcanzar ese objetivo. La noticia del acuerdo fue vivida también con alivio y alegría por sectores importantes de la población dentro de sus fronteras. En los Estados Unidos Trump sufre fuertes cuestionamientos de importantes franjas de su base del MAGA por el apoyo incondicional a Israel.

En este contexto, la pretensión de Israel de anexar Gaza y avanzar en una limpieza étnica definitiva se ha revelado impracticable. Este plan tuvo el apoyo inicial de Trump quien habló de convertir a Gaza en la rivera oriental y obligar a los gazatíes a emigrar y desplazarse a otros países. El plan de los 20 puntos representa un golpe de timón del magnate norteamericano ante la evidencia del naufragio del proyecto original. 

Estamos en presencia de una tentativa nueva por doblegar la resistencia palestina, pero apelando a otros recursos, en especial a la intervención y colaboración más activa de los países árabes. Se trata de una extorsión contra el pueblo palestino, impuesto a la resistencia a través un ultimátum. La propuesta de Washington no tiene nada de ecuánime o equidistante. Se trata de “la paz de los vencedores”, por lo que Hamas tendrá que ceder para que prospere.

Las posiciones de la resistencia palestina sobre el acuerdo con Trump
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Los puntos en disputa 

Lo primero que corresponde decir es que el propio alto al fuego tiene un carácter precario y está lejos de poner fin a la guerra. Hay temas muy espinosos por delante en las negociaciones como las características y los tiempos de la retirada israelí del enclave, el desarme de Hamas y el futuro gobierno de la Franja de Gaza. 

La primera fase del plan es la única que contempla algún tipo de plazos. Una vez que entre en vigor el alto el fuego, Hamas tendrá 72 horas para liberar a todos los rehenes en su poder. Un total de 48, de los que unos 20 seguirían vivos. Las tropas sionistas se retirarán entonces de algo menos de la mitad del territorio de la Franja. Pero ahí llegaría uno de los primeros problemas. En ese estadio inicial las organizaciones palestinas se desprenderían de la única carta de negociación que les queda, sin que existan aparentemente mecanismos para garantizar que se cumple el resto del acuerdo. La iniciativa de Tremp no establece ningún mecanismo para asegurar que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) no volverán a atacar la Franja después de cumplir la primera fase del acuerdo. La ambigüedad en el texto deja abierta la puerta a nuevas operaciones militares una vez Israel haya recuperado a los rehenes, sin que ello comporte fricciones con Washington.

"Uno de los puntos clave pasa por saber qué papel tendrán los garantes internacionales, particularmente Estados Unidos", asegura el analista palestino Xavier Abu Ed, miembro en su día del equipo de negociadores de la OLP. "La opinión pública israelí quiere que regresen los rehenes, pero no está necesariamente a favor de acabar con el genocidio. Eso podría servirle a Netanyahu para tomarse una pausa y después continuar con el asalto a menos que haya serias garantías internacionales", añade Abu Eid (El Periódico, 9/10). De momento, Israel ha ignorado las primeras demandas del presidente estadounidense. Después de que Hamas aceptara el fin de semana pasado el plan estadounidense, le pidió al Estado judío que detenga "inmediatamente los bombardeos sobre Gaza", algo que no ha sucedido. Entre el anuncio de Trump hasta ahora, el régimen sionista llevó adelante 271 ataques aéreos y de artillería dirigidos a zonas densamente pobladas y refugios para desplazados matando a 126 palestinos, entre ellos mujeres y niños, 75 de ellos solo en la ciudad de Gaza.

Otro gran escollo potencial de la primera fase del acuerdo reside en los nombres de los prisioneros palestinos que Israel debería liberar. Un total de 250 condenados a cadena perpetua, más otros 1.700 gazatíes detenidos desde que comenzara esta última etapa del conflicto hace dos años. El nombre en boca de todos es Marwan Barghouti, el único líder respetado por todas las facciones palestinas, condenado a cinco cadenas perpetuas. Su puesta en libertad podría reactivar el movimiento nacional palestino, aplastado a conciencia en Gaza y Cisjordania, justo lo que Israel quiere evitar.

Una de las concesiones fundamentales que tuvo que hacer Hamas es que la propuesta no prevé el retiro total del ejército israelí dela Franja. Si bien el plan afirma que Israel no ocupará ni anexionará Gaza, no fija ningún plazo para la retirada gradual de sus tropas -a excepción del repliegue inicial- y le permite como mínimo quedarse en el "perímetro de seguridad" que ha establecido en torno a sus fronteras.

Netanyahu ya anticipó que no va a abandonar Gaza hasta que se produzca el desarme de la resistencia palestina. El plan de Trump establece de manera explícita que toda la infraestructura militar, incluyendo túneles, fábricas de armas e instalaciones operativas, debe ser completamente desmantelada y no se podrá reconstruir. Este proceso de desmilitarización de Gaza se debería llevar a cabo bajo la supervisión de observadores independientes e incluiría, de forma clara, la entrega de todas las armas por parte del grupo islamista. No obstante, en su respuesta inicial a la propuesta de la Casa Blanca, Hamas evitó deliberadamente cualquier mención sobre este apartado, y en las conversaciones más recientes celebradas en El Cairo tampoco ha mostrado ninguna intención de aceptar este requisito fundamental para Israel.

Otro de los aspectos más ríspidos es el futuro de Gaza. Amujad, analista iraquí del prestigioso Crisis Group, afirma al respecto “puede que a los palestinos se les permita quedarse en Gaza, pero no serán capaces de gestionar realmente sus asuntos". Y ahí reside otro de los escollos a la vista: el componente neocolonial del plan de Trump. Su propuesta habla de instalar un gobierno palestino tecnocrático y apolítico, pero sin ninguna autonomía. Las decisiones sobre el enclave las tomará el "Consejo de Paz", presidido por el propio Trump con la ayuda de otras figuras internacionales como el ex primer ministro británico Tony Blair, uno de los arquitectos de la desastrosa invasión de Irak” (El Periódico, ídem). Esto significa en pocas palabras la consagración de un protectorado, una negación absoluta y total de cualquier principio de autodeterminación. 

Redoblemos la movilización internacional 

Como se puede apreciar, las diferencias son muy profundas y de fondo. Esta primera fase -en caso de que prospere, cosa que está por verse- no es garantía de que un alto el fuego tenga un carácter duradero. Hamas ha saludado el rol de los líderes árabes, pero es preciso recordar que estos países actuaron como cómplices del genocidio, confinando a un aislamiento y a un desangre a la heroica lucha del pueblo palestino. Y en la actualidad, están ejerciendo máxima presión sobre las organizaciones palestinas para que se someta y capitule ante este plan leonino del magnate. 

Una salida progresiva para el pueblo palestino sólo puede darse en estrecha conexión con los trabajadores y jóvenes de todo el mundo, en especial con las masas árabes oprimidas en oposición a sus gobiernos cómplices. Una “Palestina libre del río hasta el mar” está llamada a emerger como un eslabón de un levantamiento revolucionario de los pueblos de la región que apunten a una organización integral del Medio Oriente sobre nuevas bases sociales. En lo inmediato, la garantía para detener una nueva escalada de Israel y Estados Unidos -perspectiva que está latente dada la naturaleza precaria y leonina de las negociaciones en curso- reside en la acción internacional que rodee la causa palestina. Hay que estar atentos y no bajar la guardia. El desafío que tenemos por delante es no sólo continuar sino profundizar las marchas y protestas que se vienen registrando en todos los rincones del mundo. 

Por la derrota del imperialismo y el sionismo. Por una Palestina única, laica y socialista en el marco de la unidad socialista del Medio Oriente. 

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