Guatemala: la victoria del Movimiento Semilla

La vice electa Karin Herrera y el presidente electo Bernardo Arévalo

El Movimiento Semilla, encabezado por Bernardo Arévalo, venció en el ballotage guatemalteco del domingo 20 a Sandra Torres, la candidata de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), uno de los principales partidos del país. Arévalo consiguió el 60% de los votos y había sido la gran sorpresa de la primera vuelta cuando, contra todas las encuestas, que ni siquiera lo mencionaban entre los principales candidatos, se metió en el segundo turno con el 15%. Esa primera ronda la había ganado Torres, con el 21%, en el marco de una elección fragmentada, con gran cantidad de postulantes.

Una semilla que creció

La fuerza ganadora surgió en 2015, en el marco de las grandes manifestaciones contra la corrupción del gobierno del general retirado Otto Pérez Molina, quien debió abandonar el cargo. En los comicios de 2019, que ganó el derechista Alejandro Giammattei, Arévalo se convirtió en diputado.

Bajo el gobierno de Giammattei se agudizó la pobreza del pueblo guatemalteco, lo que, sumado a las denuncias de corrupción, generó un gran malestar que es el que Arévalo logró ahora canalizar en las urnas. En 2020, de hecho, grandes manifestaciones campesinas en la capital repudiaron el presupuesto de ajuste 2021 e instalaron el reclamo de “Fuera Giammattei”.

El propio proceso electoral, lleno de manipulaciones,  tiene que haber incrementado la indignación popular, ya que en la primera vuelta fueron proscriptas tres candidaturas, entre ellas la de la referente indígena Thelma Cabrera, del Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP), que en 2019 había cosechado el 10% de los votos.

Además, cuando Arévalo se metió inesperadamente en el segundo turno, el gobierno instigó un proceso judicial para quitar la personería a Semilla, y varios partidos de derecha (como el de la hija del dictador Efraín Ríos Montt, que quedó en sexto lugar, con el 8,7%) intentaron impugnar los resultados.

En el curso del ballotage, Sandra Torres, la candidata de UNE, una fuerza tradicional que a veces se autotitula como “socialdemócrata”, encaró una campaña macartista y abiertamente derechista para sumar el voto de las formaciones que habían quedado afuera en el primer turno (incluyendo el oficialista Vamos, que sacó el 10,3% con Manuel Conde como postulante, y el exjefe de la Minustah, Edmond Mulet, que obtuvo el 8%).

Torres asumió una agenda antiderechos, contra el matrimonio igualitario y el aborto legal, acusando a su rival de estar en contra de la familia y la “libertad religiosa”. Propuso, además, reproducir en Guatemala la experiencia de militarización que lleva a cabo su vecino salvadoreño Nayib Bukele.

Se agitó incluso el fantasma del comunismo, apelando al hecho de que el nuevo presidente de Guatemala es hijo de Juan José Arévalo, quien fue electo en los comicios posteriores a la Revolución de 1944 que puso fin al régimen de Jorge Ubico. Arévalo, pero sobre todo su sucesor Jacobo Arbenz Guzmán, emprendieron una serie de medidas que despertaron la alarma de Estados Unidos. Arévalo debió exiliarse cuando los yanquis organizaron, en 1954, un golpe de Estado y una invasión mercenaria que derrocó a Arbenz, en respuesta a la expropiación de terrenos del pulpo bananero United Fruit Company. El Che Guevara, presente en aquellos días en Guatemala, ligado a miembros del comunista Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), participó en la resistencia contra la invasión, y quedó impactado por la rápida rendición de Arbenz. La invasión se justificó con el pretexto de la lucha anticomunista, pese a que Arévalo y Arbenz Guzmán estaban lejos de los planteos de Marx y Engels.

Volviendo a nuestros días, la campaña sucia de Torres no surtió efecto. Y, en cualquier caso, la candidatura de Arévalo hijo no se caracterizó por planteos radicalizados, sino más bien por su moderación. Se centró en una denuncia de la corrupción, empalmando con el hastío popular ante las camarillas políticas guatemaltecas, pero no levantó ningún planteo de confrontación con la clase capitalista ni de transformación social. Para disipar las acusaciones de la derecha, sostuvo en un reportaje con el diario madrileño El País (2/7) que “nosotros no tenemos problemas con los empresarios. Al contrario, creemos que Guatemala necesita muchos más”.

En cuanto a su alineamiento internacional, el Movimiento Semilla tiene varios puntos de convergencia con Washington. Ante la guerra en Ucrania, diputados de esta formación plantearon la cancelación de una licencia de explotación minera de una compañía rusa. También buscaron cancelar los contratos de vacunas Sputnik V contra el coronavirus.

Pero lo que es más importante, en la disputa de poder entre el gobierno de Giammattei y el titular de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), Juan Carlos Sandoval, apoyado por la Casa Blanca, quien fue desplazado de su puesto mientras investigaba por corrupción al titular del Ejecutivo, el Semilla se alineó con el fiscal, participando de manifestaciones en su defensa. Ahora, Sandoval celebró por las redes sociales el triunfo de Arévalo.

La FECI, como su antecesora la Cicig, es un organismo promovido por Estados Unidos para afianzar su influencia en la zona, bajo la pantalla de la lucha anticorrupción. Estos entes han chocado con distintos mandatarios guatemaltecos, entre ellos Giammattei, por cuestiones de negocios.

Nueva etapa

El nuevo gobierno guatemalteco asume sin demasiadas cartas en medio de una situación social calamitosa en que la pobreza envuelve a cerca del 60% de la población (una cifra que es superior en el llamado corredor seco) y muchos escapan del país en caravanas migratorias. En el parlamento cuenta con solo 23 diputados sobre 180, lo que lo forzará a hacer concesiones políticas para dotarse de una base de gobierno. A su vez, las maniobras de la derecha que se vieron en el proceso electoral seguirán pendiendo como una amenaza, dado su peso en el aparato del Estado.

Por tanto, se abre una etapa de crisis y de conflictos.

https://prensaobrera.com/internacionales/el-primer-round-de-las-elecciones-en-ecuador