La agenda contrarrevolucionaria de Biden

Preparemos la lucha contra la guerra y el ataque a los trabajadores y los pueblos

Gira de Biden por Asia

A la luz de la guerra en Ucrania y los últimos acontecimientos globales, Biden intenta reordenar su dispositivo contrarrevolucionario -de entrada el militar- para disciplinar a todos los gobiernos en su contraofensiva para hacer pagar la crisis a los trabajadores y los pueblos del mundo, incluyendo el de su propio país.

En este marco, impulsa una serie de cumbres y giras para abrirse mercados, para desalojar a los competidores (China, Rusia…) y para tratar de contrarrestar la crisis económica mundial que la pandemia del coronavirus y ahora la guerra en Europa han acelerado.

La Cumbre de las Américas

En estos días, se desarrolla la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, de la que participa el presidente argentino Alberto Fernández. Los objetivos específicos que persigue Biden son detener la enorme migración que se desarrolla vía Centroamérica-México hacia los Estados Unidos, que ha dado saltos en estos últimos años, y abrirle el camino a sus empresas imperialistas para la explotación de las materias primas y de los recursos naturales del subcontinente.

En el caso de Argentina, los objetivos del gobierno imperialista son brutales:

·         Reafirmar el acuerdo con el FMI para imponer las reformas laborales y previsionales;

·         Apropiarse de los recursos petroleros, gasíferos, del litio y del conjunto de los minerales;

·         Desplazar a China como proveedor de represas, energía nuclear y como proveedor de armamentos.

La entrevista privada de Alberto con Biden post-conferencia será para remachar la dependencia del país al imperialismo, cuestión que cuenta con el rabioso apoyo de la oposición derechista y de la propia vice Cristina Fernández de Kirchner, con sus fotos “anticipadas” con el embajador yanqui en Buenos aires y la visita que le ordenó realizar al ministro del Interior “Wado” de Pedro a Israel.

La no invitación por parte del gobierno estadounidense a Cuba, Venezuela, y Nicaragua a la 9ª Cumbre llevó a Alberto a una tibia protesta, no obstante lo cual decidió concurrir. Su posición está a tono con otros  gobiernos “progresistas” del subcontinente que asistirán (Chile, Honduras), aunque manifestando allí su desacuerdo. Andrés Manuel López Obrador, presidente mexicano, no estará pero enviará a su canciller Marcelo Ebrard, e incluso alentó el viaje de Fernández, como una especie de vocero de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, donde Argentina ocupa la presidencia pro tempore).

¿Será un fracaso la 9ª Cumbre de las Américas? Sí y no. Mostrará el rechazo formal de los gobiernos “progresistas” contra las exclusiones que hace el gobierno Biden, pero en cuanto a la política guerrerista, de “la transición energética”, de pillaje de las materias primas y recursos naturales, habrá una subordinación de América Latina frente al amo yanqui.

La Otan

A su turno, Biden ha convocado a los miembros de la alianza atlántica a reunirse en España los días 29-30 de junio (los gobiernos de Finlandia y Suecia han demandado su adhesión a esa organización).

Este cónclave viene precedido por la gira presidencial en Asia, que incluyó a Corea del Sur y Japón, definidos por los representes estadounidenses –según la agencia AFP– como “el eje del aparato estadounidense frente al ascenso de China en la región”. En Tokio, el jefe de la Casa Blanca dijo: “Rusia debe pagar un precio a largo plazo por su barbarie. No se trata solo de Ucrania, porque si las sanciones no se mantuvieran, qué mensaje estaríamos dando a China sobre el costo de un intento de tomar Taiwán por la fuerza”.

A su vez, en una conferencia de prensa conjunta el lunes, Biden y Kishida [primer ministro nipón] acordaron “monitorear la actividad naval china en la región” (ídem). Y el líder norteamericano advirtió que Estados Unidos defendería militarmente a Taiwán si Beijing invadía la isla autónoma, diciendo que China estaba ‘coqueteando con el peligro’” (ídem).

Aprovechando el viaje a Asia, Biden convocó al Quad (Diálogo Cuatripartito de Seguridad entre Estados Unidos, Japón, Australia e India) y dijo que era una “oportunidad crítica para intercambiar puntos de vista y continuar estimulando la cooperación práctica en la región”. Ese encuentro votó un documento lleno de amenazas contra Beijing. Recordemos que el gobierno americano, hace unos meses, formó un frente con Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda con el objetivo de vigilar los mares de China.

En su conferencia de prensa con Kishida, Biden también dio a conocer una nueva Asociación Económica Asia-Pacífico que inicialmente reúne a trece países, con la notable excepción de Beijing. El llamado Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF) no es un acuerdo de libre comercio, pero prevé una mayor integración entre los países miembros en cuatro áreas clave: la economía digital, las cadenas de suministro, la energía verde y la lucha contra la corrupción. Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de EE.UU., aseguró que se trataba de una “plataforma abierta”, porque había sido concebida y definida como tal, pero China se siente deliberadamente excluida.

También en Asia, el mandatario estadounidense firmó la ley aprobada el pasado 19 de mayo por el Congreso que supone un desembolso adicional de 40.000 millones de dólares para la guerra en Ucrania; por su parte, el G7 acaba de prometer 20.000 millones. Las cosas están claras: no se trata de defender al pueblo ucraniano o a Ucrania, sino de su control político y económico, y también se trata de China y todas las relaciones mundiales que el imperialismo estadounidense busca reorganizar bajo su égida. Pero la clase dominante estadounidense se enfrenta a un país fracturado en los propios Estados Unidos. Las elecciones intermedias del próximo mes de noviembre (en las que se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado) suponen el riesgo de que Biden sufra una derrota, y son la expresión abierta de la crisis política que se está desarrollando y cuyas consecuencias serán por supuesto globales.

La invasión de Ucrania por la oligarquía mafiosa de Putin fue usada por Biden como pretexto para empujar a los gobiernos de Europa, por intermedio de la Otan, no solo a intervenir en la guerra de Ucrania (ayudas financieras, entrega de armas, asesores militares al gobierno Ucraniano, boicot a las mercancías rusas) sino a iniciar un tsunami armamentista (elevar los presupuestos de armas al 2% del PIB de cada país).

La respuesta

La guerra en Europa tiende a extenderse. La resistencia contra la guerra es hoy la piedra de toque de todas las organizaciones que dicen defender los intereses de los trabajadores y los pueblos. No nos engañemos, los discursos de defensa de la democracia, de defensa de una “nación oprimida”, de defensa de poblaciones atacadas, no son más que la justificación de una política que lleva  a la Humanidad a un desastre permanente. Biden nos pronostica una guerra de años.

Es evidente que el hundimiento capitalista, el anuncio de una hambruna que puede afectar a más de mil millones de seres humanos, los brutales ataques al salario, las pensiones, los derechos democráticos y sociales de toda la población, forman parte de esta política de guerra.

Frente a ello solo cabe una posición: ¡guerra a la guerra!

A las organizaciones de los trabajadores les cabe organizar el repudio y la movilización frente a las “cumbres” organizadas por el imperialismo y difundir en todo el mundo la política de “guerra a la guerra”, preparando las rebeliones populares frente al ataque a los derechos de los trabajadores y los pueblos que despliega el imperialismo mundial.