La suba de tasas internacional agrava la fuga de capitales en América Latina

Los avatares de la crisis mundial.

Wall Street.

La crisis mundial está adquiriendo características cada vez más explosivas. El fortalecimiento del dólar a escala global se ha convertido en un factor de su agravamiento, entre otras cosas por las presiones que ejerce sobre los países emergentes. Al compás de este proceso y al calor de las subas de tasas de interés de la Reserva Federal norteamericana (Fed) y de los principales bancos centrales del mundo, los mercados emergentes han registrado en julio su quinto mes consecutivo de salida de divisas, batiendo récords, con 9.800 millones de dólares fugados. En América Latina, todo esto se desarrolla en un panorama crítico.

Las sucesivas alzas de tasas dispuestas por la Fed agudizan las tendencias a la recesión en el mercado mundial y conducen a una repatriación de capitales hacia sus casas matrices. Estamos ante la reversión de una gran burbuja especulativa montada a partir del crédito barato, o más bien gratuito. En este marco, los bancos centrales de los países de América Latina han avanzado también en subas de tasas, para acrecentar los rendimientos y contener parte de la estampida en cuestión, lo que a su vez es presentado como respuesta al incremento de la inflación.

Entre las economías del continente, el país que ha subido con más virulencia la tasa fue Chile, la cual más que duplicó del 4% al 9,7%; a la nación trasandina le sigue Colombia, que ha aumentado su tasa desde un 3% a un 7,5%; Brasil, en tercer lugar, cuya tasa se ubicaba en 9,2%, ahora pasó a un 13,2%; detrás del país carioca quedó Perú, que casi la triplicó de un 2,5% a un 6%; y por último México, con una tasa que ascendió desde un 5,5% a un 7,7%. En Argentina, del 38% en diciembre se pasó a una tasa efectiva anual de casi un 100%, lo que dio lugar a una enorme bicicleta financiera en un cuadro de parálisis de la inversión y con tendencias recesivas muy pronunciadas.

La suba de tasas de interés a nivel internacional amenaza, incluso, con provocar una baja del precio de las materias primas, golpeando aun más las economías de la región. Esto ocurriría en medio de un crecimiento del endeudamiento de los países. A fines del año pasado, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indicaba que Latinoamérica era la región emergente más endeudada del mundo; la deuda bruta de los países promediaba el 77,7% del producto interno bruto (PIB) regional, y los intereses de la misma representaban el 59% de las exportaciones de bienes y servicios. El madrileño El País (15/12/2021) señalaba en ese entonces que “mucha de esta deuda es de mercado y se hizo a través de la colocación de bonos en el mercado internacional, con los grandes bancos y fondos de inversión en Wall Street como sus principales compradores”.

Según la agencia Bloomberg, actualmente el 30% de los países del continente posee un riesgo país que se halla por encima de los 1.000 puntos básicos y el peligro de un default generalizado se ha instalado como una variable en el proceso económico. El Salvador, Argentina y Ecuador (con la particularidad de que su economía está dolarizada y por lo tanto los embates que sufre son mayores) son algunos de los países más comprometidos; la deuda soberana en el país centroamericano equivale al 82,6% del PBI; en el caso de Argentina, la misma abarca el 74,3% (medido al dólar oficial); la deuda en Ecuador, por su parte, llega al 62,2% del PBI. En el ranking de países con mayor riesgo de default, asimismo, se anotan otros jugadores como Brasil, México (que todavía no ha recuperado los niveles económicos previos a la pandemia) y Colombia.

Entretanto, el recrudecimiento de la guerra en Europa, empeorará el escenario, así como también lo hará la recesión en Estados Unidos y la crisis económica en China. La combinación de todos estos factores abre la posibilidad de que se desencadenen devaluaciones (lo que iría de la mano de una guerra monetaria), quiebras de empresas, derrumbes bursátiles y defaults en cadena.

Ante esta situación, la reacción de los Estados ha sido aplicar programas de ajuste antiobreros al servicio del FMI y del capital financiero internacional, con su consecuencia en una profundización de la crisis social. Esto es lo que ha estado en la base de las rebeliones populares que recorrieron el continente, como las que tuvieron lugar en Ecuador o Panamá, o de importantes luchas como las que encabeza el movimiento piquetero combativo en Argentina.

La influencia del imperialismo en el continente y la crisis capitalista han descalabrado los procesos económicos, sociales y políticos y con ello la vida de las masas. Para terminar con esto es necesaria una acción histórica de la clase obrera.

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