Estados Unidos

Senadores republicanos proponen tirar la bomba atómica en Franja de Gaza

Quieren un nuevo Hiroshima y Nagasaki.

Bombardeo sionista sobre Gaza. El mundo ha asistido a un recalentamiento de las tensiones bélicas que no se veía hace mucho tiempo.

Lindsey Graham y Tim Walberg, congresistas del Partido Republicano estadounidense, se pronunciaron hace poco a favor de que el gobierno sionista utilice armas nucleares para derrotar a Hamas y aniquilar a la población palestina de Gaza. “Decidimos poner fin a la guerra con Japón bombardeando Hiroshima y Nagasaki utilizando ese tipo de armamento, fue la decisión correcta; hay que darle a Israel las bombas que necesita para poner fin a una guerra que no puede permitirse perder”, señaló el primero en el programa Meet the Press. Hamas ha repudiado los dichos, señalando que demuestran la “mentalidad genocida y colonialista” de los republicanos. La famosa consigna de la revolucionaria polaca Rosa Luxemburgo adquiere cada vez más vigencia: socialismo o barbarie.

Hasta el momento, ya han muerto más de 35 mil personas en la Franja de Gaza como consecuencia de la ofensiva genocida del gobierno de Benjamín Netanyahu, respaldada por el gobierno de Biden y por Donald Trump.

Los bombardeos sobre las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki fueron promovidos por Estados Unidos, liderado entonces por Harry Truman (Partido Demócrata), casi al final de la Segunda Guerra Mundial. Esto, con el objetivo de aplastar a Japón, colocarlo bajo su tutela –y, de paso, ejercer una presión contra la URSS y China– y consolidarse como potencia capitalista dominante.

Dos bombas de 16 y 22 kilotones terminaron con la vida de 250.000 personas entre el 6 y el 9 de agosto de 1945. En Hiroshima, la temperatura ascendió a 300.000 grados durante una décima de segundo. De muchas de las víctimas solo quedaron sus sombras impregnadas en las calles. La piel de la gente se derretía. Fue un asesinato en masa comparable al que llevaron adelante los nazis en sus campos de concentración. Incluso, años después continuaron produciéndose muertes debido a la radiación imperante en la región. El desfachatado llamado de los senadores republicanos a un nuevo ataque nuclear es una banalización alarmante e inaceptable de este horror.

La movida del imperialismo norteamericano tuvo otro objetivo político, a saber, evitar un ascenso revolucionario de las masas obreras de los países derrotados en la guerra, hastiadas por la catástrofe social y económica, mediante el terror y el asesinato a gran escala. A fines de la Segunda Guerra, los trabajadores japoneses comenzaron a organizarse contra el emperador Hirohito y en Alemania hubo levantamientos contra la dictadura nazi –los aliados también bombardearon a la población civil de este país.

A partir de ese momento, quedó instalada en la realidad política internacional la posibilidad de que se desencadene una guerra nuclear. La URSS desarrolló su primera bomba en el 49; a principios de los años 50 hicieron lo propio Inglaterra, China e India. Los yanquis amenazaron en su momento con lanzar la bomba atómica contra los soviéticos, los chinos y los vietnamitas. Estados Unidos busca, desde entonces, llevar la delantera en el campo del desarrollo de armamento nuclear y desarmar a sus enemigos. Basta con ver cómo se desvive en estos momentos por hacer que Irán y Corea del Norte abandonen sus pretensiones de erigirse como países nucleares.

Actualmente, según la ONU, hay 12.5000 armas nucleares en todo el mundo, de las cuales 5.244 están manos de Estados Unidos. También hay otros países equipados con pertrechos bélicos atómicos: Reino Unido, Francia, Israel, India, Pakistán, China, Rusia y Corea del Norte. EE.UU y Rusia cuentan con programas extensos y costosos para modernizar sus arsenales nucleares. China va a la zaga de estos pero viene expandiendo y mejorando considerablemente lo suyo. Corea del Norte, por su parte, ha estado exhibiendo nuevas cabezas nucleares y recientemente probó con éxito un misil balístico intercontinental.

El gasto mundial en armamento nuclear viene creciendo. Más de la mitad de los 82.900 millones de dólares gastados en 2022 en esta materia corrieron por cuenta de Estados Unidos, según la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares. Ese mismo año, luego del comienzo de la guerra en Ucrania, EE.UU., Francia, Reino Unido, India, Israel, Pakistán, Rusia, China y Corea del Norte invirtieron en promedio 157.664 dólares por minuto en este tipo de armamento (SwissInfo, 12/6/2023).

En este marco, el Doomsday Clock para el año 2024 sigue manteniéndose a tan solo 90 segundos de la catástrofe global. Se trata de un reloj que trata de mostrar qué tan cerca está la humanidad de su extinción total, fundamentalmente por la posible utilización de armas nucleares en el terreno de la guerra.

El mundo ha asistido a un recalentamiento de las tensiones bélicas que no se veía hace mucho tiempo. Las potencias capitalistas se preparan para ir hacia una nueva carnicería imperialista. Una guerra nuclear podría conducir a la humanidad a un Hiroshima y Nagasaki de características generalizadas.

La clase obrera tiene el desafío histórico de terminar con el capitalismo, un modo de producción que nunca podrá dejar de engendrar guerras, genocidios, hambrunas y barbarie en general.

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