Internacionales
24/5/2024
La crisis en el Reino Unido y las elecciones adelantadas
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Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido.
El primer ministro británico Rishi Sunak dispuso un adelantamiento electoral para el 4 de julio, convirtiéndose, así, en el quinto mandatario conservador que no consigue culminar su período desde que David Cameron dimitiera tras la victoria del Brexit, en el referéndum de 2016.
La debacle que el capitalismo británico arrastra desde la crisis de 2008, a la que la ruptura con la Unión Europea no logró poner punto final, opera como el trasfondo que se fagocitó, sucesivamente, a Cameron, Theresa May (2016-2019), Boris Johnson (2019-2022), la efímera Liz Truss y ahora a Sunak. Es cierto que, en el medio, Johnson consiguió un rutilante triunfo electoral en 2019, pero su efecto se esfumó pronto, ya que sufrió una dura derrota en las municipales de 2022, en medio de los escándalos por privilegios de los funcionarios durante la pandemia.
En vísperas del anticipo electoral dispuesto por Sunak, el Partido Conservador experimentó una estrepitosa caída en las elecciones municipales inglesas, en las que perdió centenares de las bancas que ponía en juego. Muchos creen que el adelanto de las parlamentarias responde a que, conforme pasan los meses, el resultado en las urnas podría ser aún peor.
Las encuestas vaticinan una victoria del Partido Laborista, que hoy tiene al frente a Keir Starmer, quien lo condujo más hacia la derecha, dejando pasar el ajuste de los tories y acompañando la política belicista en Ucrania. Aun así, con la genérica promesa de un “cambio”, probablemente canalice el malestar popular con los últimos gobiernos, bajo los cuales retrocedió el poder adquisitivo del salario (lo que desató una oleada de huelgas obreras en 2022 y 2023) y decayó fuertemente la calidad del servicio público de salud (las listas de espera se duplicaron). Según algunos medios, la economía no recuperó aún los niveles previos al Covid (El País, 16/5), el primer trimestre de este año arrojó un crecimiento anémico (0,6%), y la inflación se estaría desacelerando, pero aún supera el 2% mensual.
Para tratar de contrarrestar el impacto negativo de estos temas en la campaña, Sunak juega sus fichas a una propaganda de características xenófobas, poniendo el foco en la migración irregular, que en los últimos años creció en el Reino Unido, al calor de la crisis capitalista mundial. El primer ministro promete que el primer día de su nuevo mandato empezará a fletar vuelos a Ruanda con deportados.
Sunak adelanta las elecciones a pesar de que se había anotado un punto a favor el año pasado, cuando arribó a un acuerdo con la Unión Europa respecto al ríspido problema del protocolo para Irlanda del Norte. El logro de que las mercancías que van y vienen entre el Reino Unido e Irlanda del Norte quedaran exentas de controles aduaneros y sanitarios, a cambio de algunas concesiones por parte de Londres (reconocimiento del Tribunal de Justicia de la UE, monitoreo estricto de las mercancías que van al mercado común), destrabó, también, la formación de un gobierno en Belfast, que era bloqueado por el Partido Democrático Unionista (DUP, por sus iniciales en inglés).
Sin embargo, este paso tiene que ser matizado, debido a dos razones. En primer lugar, porque el tortuoso Brexit todavía arrastra sus dolores de cabeza: el sector de diputados conservadores euroescépticos vio con malos ojos que Sunak se echara atrás, en las últimas semanas, con su promesa de derogar cerca de cuatro mil leyes europeas que, como una rémora, aún rigen la economía británica en distintos aspectos. Llegados a este punto, el sector más recalcitrante de los promotores del Brexit ya tiene su balance del fracaso de la experiencia rupturista: Nigel Farage, viejo líder del ultraderechista Ukip, considera que faltó una desregulación aún más ambiciosa (“estamos regulando a nuestras empresas con más celo que si fuéramos miembros de la UE”, acaba de decir en un reportaje) y lo atribuye también a una mala gestión política. El Reform Party, una formación ultraderechista que le pisó los talones a los conservadores en cantidad de votos en las últimas municipales inglesas, es un desafío por derecha que tendrán que enfrentar en julio los tories.
En segundo lugar, en Irlanda del Norte se aquietaron temporalmente las aguas y volvió a funcionar el gobierno, pero asumió por primera vez en el máximo cargo una referente del Sinn Fein, la fuerza que había ganado las elecciones autonómicas de 2022. Se trata de Michelle O’Neill. Algunos dirigentes de este partido prometen conseguir algún tipo de consulta sobre la reunificación de Irlanda en la próxima década –una potestad que está en manos del palacio de Westminter. Las encuestas afirman que en Irlanda del Norte aún predomina el rechazo a una ruptura con Londres, pero que en el sur el 66% está a favor de la reunificación (ídem, 3/2). El de O’Neill es un gobierno moderado, y de hecho, como fruto de los acuerdos de Viernes Santo, es un cogobierno con los unionistas del DUP, pero no quita el hecho de que hay un cambio de humor en la isla.
La otra cuestión de gran importancia es la situación de Escocia. Aquí, a diferencia de Irlanda, los planteos independentistas vienen en retroceso. En 2021, el Partido Nacional Escocés (SNP) de Nicola Sturgeon arañó casi la mayoría absoluta en las elecciones regionales, y formó gobierno con el Partido Verde. Para darse una idea del fulgurante ascenso del SNP en una zona que tradicionalmente fue un bastión laborista, basta decir que en 2010 el Labour obtuvo 49 de las 59 bancas en juego, y en 2019 solo una. Sin embargo, Sturgeon no pudo cumplir su promesa de anudar un acuerdo con Londres para un segundo referéndum de independencia (el primero se produjo en 2014, con una derrota ajustada del independentismo), lo que condujo a su salida del poder en 2023, a lo que inmediatamente se sumó una crisis por denuncias de malversación de fondos dentro del partido. El relevo de Sturgeon (Humza Yousaf), a su vez, cayó en tiempo récord, ya que rompió la alianza con los verdes y estos, como revancha, se aliaron a conservadores y laboristas con la amenaza de una moción de censura, precipitando su renuncia. El ahora jefe de gobierno, John Swinney, coquetea con la independencia, pero en su primer discurso sostuvo que priorizaría en su agenda la cuestión económica. Se sospecha que, a la luz de la crisis del SNP, el laborismo podría recuperar posiciones en la región.
En este escenario desigual, el Reino Unido irá de nuevo a las urnas, en una campaña que aparece cruzada, además, por las gigantescas movilizaciones en apoyo al pueblo palestino y en rechazo a la complicidad del gobierno británico con el genocidio en Gaza.