Sobre las elecciones europeas

Texto de la Tendencia Internacionalista Revolucionaria (TIR) de Italia.

Movilización de SI Cobas (imagen de archivo)

Los resultados de las elecciones europeas hicieron estallar una crisis política largamente latente en Francia, dada la enorme impopularidad de Macron y su élite de tecnócratas ricos represivos y belicistas, y llevaron al gobierno de Scholz, igualmente impopular, a un callejón sin salida en Alemania, pero difícilmente se puede argumentar que junto con el binomio Macron-Scholz, el “partido de la guerra” en Rusia fue derrotado. Esta tesis, adoptada también por algunos camaradas, fue planteada primero por el presidente de la Duma rusa, Volodin; luego fue retomada, entre otros, por Orban, por el “pacifista” Travaglio y otros, decepcionados, sin embargo, porque en Italia fue de otra manera (véanse los fracasos del M5S, “pacifista” al final de su tiempo, y del circo de Santoro).

En realidad, precisamente sobre la base de la respuesta de las urnas, se perfila la confirmación tanto de von der Leyen, la agresiva principal exponente del llamado “partido de la guerra”, como de su mayoría compuesta por populares-socialdemócratas-liberales (posiblemente ampliada al FdI y/o a los Verdes) que desafiamos a cualquiera a considerar contraria a la carrera hacia la guerra, tanto en la formación restringida como en la ampliada. Desgraciadamente, hay que hacer constar que la “cuestión bélica”, a pesar de su aceleración en los últimos meses, sigue estando bastante alejada de la masa de los electores, porque sus consecuencias prácticas, empezando por la inflación y el endurecimiento de las medidas represivas, aún no se perciben como tales, al menos en los países más alejados del frente ucraniano.
Pero procedamos en orden, empezando por los datos sobre la participación electoral, relegados a un segundo plano, casi borrados, por los partidos que ganaron las elecciones porque reducirían en gran medida su victoria, datos que, en cambio, deben ser considerados en su importancia y analizados.

1. La media europea de votantes fue algo superior al 50%, la media italiana algo inferior al 50%. Con una diferencia significativa: en Italia se ha confirmado la tendencia a muy largo plazo de disminución de la participación electoral, que ha caído en picada desde el 85,6% inicial en 1979 hasta el 49,7% actual (unos 5 puntos menos en 2019) siguiendo una línea descendente casi continua. La tendencia europea ha seguido la misma e idéntica trayectoria durante 35 años, cayendo del 62% inicial al 42,6% en 2014, pero desde entonces se ha producido un repunte de la participación que ha devuelto el porcentaje de votantes al 50,9% hace unos días, con un aumento significativo en Alemania (donde ha rozado el 65%).

Por tanto, una imponente masa de individuos, en su mayoría asalariados (obreros, proletarios, empleados), el “común de los mortales” (como los llama Censis) que tienen que trabajar para ganarse la vida a las órdenes de un patrón privado o público. En los 28 países no votaron unos 185 millones de personas, en Italia unos 23,5 millones. En los estratos más desfavorecidos de la clase trabajadora, la abstención en Italia ha alcanzado el 60% (según SWG Radar), con los picos más altos entre los parados y los trabajadores agrícolas, en Francia (según Ipsos) a niveles similares – entre los obreros es del 56%.

Estos datos sociales de primer orden también se ven confirmados por la fuerte heterogeneidad territorial de la participación: fue más alta, entre el 80% y el 90% (Luxemburgo, Bélgica) o significativamente superior a la media (Alemania, Austria, Dinamarca, etc.) en las zonas más ricas de la Unión Europea; fue más baja, entre el 20% y el 30% (Croacia, Lituania) o significativamente inferior a la media (Portugal, Grecia, Eslovaquia) en las zonas donde hay mayor sufrimiento social. En Italia, cuanto más se desciende del Norte (extendido a Emilia-Romaña) al Sur y a las islas, más crece la abstención. También se observa una falta de homogeneidad de la misma matriz en cada una de las metrópolis o grandes ciudades, donde en los suburbios la gente vota sistemáticamente menos que en las zonas centrales de residencia con mayor afluencia.

La profunda distancia que existe entre las instituciones europeas y estatales y la masa de población compuesta por las capas explotadas y oprimidas, es el espejo y el efecto de un proceso de polarización social y de una ofensiva político-ideológica capitalista que se prolonga desde hace casi medio siglo, sin contra-tendencias sustanciales. Por supuesto, se puede y se debe aprovechar el malestar que subyace a esta deserción de las urnas, la sana desconfianza, a flor de piel, de muchos/del “común de los mortales” hacia los malabaristas profesionales de la palabra y los difusores de promesas mentirosas. Cuidado, sin embargo, con dos cortocircuitos lógicos (ilógicos): el alejamiento de las urnas ha sido hasta ahora pasivo (¿conocéis casos de urnas quemadas, o de abstención organizada y militante?), y no debe confundirse con un rechazo consciente de masas a las políticas antiobreras y belicistas de las instituciones europeas y de los partidos burgueses individuales, salvo que caigamos en el autoengaño. En Italia entre 2019 y 2024 hubo un salto de 5 puntos en la abstención, que se produjo después de muchos años de baja conflictividad obrera y social -¿un crecimiento impetuoso de la conciencia de clase que se produjo sin luchas? Um. Mejor evitar las películas light.

El otro elemento a tener en cuenta es que la tendencia a largo plazo de alejamiento de las urnas no es lineal. Puede experimentar momentos particulares, circunstancias particulares, figuras particulares (en nuestro caso, a pequeña escala, las atractivas candidaturas de Ilaria Salis y Mimmo Lucano) que arrastran a las urnas incluso a quienes se habrían mantenido al margen. Imaginar que la clase dominante o los propios partidos pequeñoburgueses (como la Alianza Verde-Izquierda) no tienen margen, o ninguna posibilidad, de recuperar el consenso entre las masas abstencionistas, que ya no son capaces de movilizar a los explotados y a las clases subalternas en su propio beneficio, sería ingenuo. Por el contrario, hay que tener en cuenta esas eventuales recuperaciones para entender las razones de las mismas, e instar a los implicados a poner condiciones, a ser elementos activos para dar a esos “apoderados especiales”, en lugar de convencerles laboriosamente “a priori” de que, sea como sea, votar no cambia nada. La experiencia directa es casi siempre más instructiva que la propaganda. Y nuestro objetivo subyacente es la activación consciente, la organización para sí, del proletariado, que también puede atravesar dialécticamente tales procesos y las desilusiones asociadas. El próximo choque electoral en Francia se perfila como uno de estos casos. La respuesta espontánea de las calles a la victoria de la derecha puede ser el detonante de una verdadera batalla antifascista, antirracista, antimilitarista, sólo a condición -sin embargo- de que no quede aprisionada en un frente anti-Le Pen todo jugado en términos electorales, con incluso el títere del capital financiero Macron a la cabeza….

2. Estas elecciones han visto en casi todos los países un enfrentamiento abierto, a veces furioso, entre diferentes expresiones políticas de la clase dominante. El campo de batalla, sin embargo, no eran las políticas sociales, como ha sido el caso durante mucho tiempo entre la patronal tradicional de derechas y la izquierda reformista, porque sobre las políticas llamadas “neoliberales” existe ahora un consenso transversal con variaciones muy limitadas – Le Pen, por ejemplo, insistió en la carga de la inflación para los asalariados, sin proponer, sin embargo, ninguna solución definida para la recuperación; Schlein insistió en las dificultades de la sanidad pública, con propuestas igualmente vagas para invertir el curso elegido en décadas pasadas por su PD. El verdadero campo de batalla era la política exterior. Había dos opciones alternativas: alineamiento completo con Estados Unidos, o mayor autonomía respecto a Estados Unidos, la Unión Europea y/o países individuales. Sin embargo, ninguna fuerza política burguesa importante cuestionó realmente la OTAN, el suministro de armas cada vez más letales a Ucrania, el apoyo a Israel y su política genocida. A pesar de ello, la opción ultra-atlantista de la Comisión von der Leyen, que responde plenamente a las necesidades de la industria bélica europea y a la histórica relación transatlántica, ha encontrado resistencia en todas partes porque perjudica a otros sectores clave de la industria manufacturera alemana y europea, tanto porque ha generado un aumento de sus costes de producción, como porque -al entrar necesariamente también en rumbo de colisión con China- debilita las exportaciones alemanas y europeas de mercancías y capitales al gran mercado chino, que sigue expandiéndose, aunque con criticidades obvias y estructurales.
Los partidos “soberanistas”, en lugar de cuestionar real y contundentemente el atlantismo (los únicos que parecen estar haciéndolo con la suficiente decisión son, de momento, Alternative für Deutschland (AfD) y el partido personal de Wagenknecht), son portadores de intereses nacionales que, si por un lado entran en conflicto con los de los yanquis, por otro no son superponibles, es más, contrastan con los intereses defendidos por otros partidos “hermanos” en otros países. Así pues, su relativo fortalecimiento acabará por aumentar el caos en el seno de la UE al debilitarla aún más tanto frente a Estados Unidos como frente al bloque que se forme en torno al eje Pekín-Moscú. Las mediaciones en Bruselas serán cada vez más complicadas y difíciles: por un lado, el presidente del Partido Popular, Manfred Weber, ya está cuestionando el “Pacto Verde” de von der Leyen, afirmando que la prohibición de los motores endotérmicos para 2035 es absurda, e incluso parece querer presentarse como candidato alternativo al de von der Leyen. No menos aguda es la contradicción entre los partidarios de los aranceles proteccionistas contra los coches eléctricos chinos y Alemania. En este contexto, es de esperar que los empujes autonomistas de las distintas naciones se vuelvan más asertivos, con la especulación de los mercados financieros (léase: EE.UU.) al acecho.

Por tanto, se abre una fase de mayor incertidumbre, intensificación de las contradicciones intercapitalistas y antagonismos sociales en el seno de la Unión Europea, de la que Francia ha sido el principal laboratorio en los últimos años, que habrá que observar con la máxima atención. Las repercusiones sobre la masa de los trabajadores del mayor debilitamiento de la economía europea y de la entrada en la economía de guerra se dejarán sentir de forma particularmente aguda en los países del sur de Europa. Así que el resurgimiento de la lucha de clases en el corazón de Europa es sólo cuestión de tiempo -de toda Europa, si es cierto que entre los signos más sorprendentes de estas elecciones están los resultados de la izquierda “dura” en Suecia (la Suecia de Greta con el keffiyeh), Dinamarca y Finlandia.

3. En otro frente de guerra, sin embargo, los partidos “soberanistas” se encuentran esencialmente unidos, con una parte creciente del centro “popular” e incluso de formaciones de “izquierda” de su lado, como la recién creada encabezada por Wagenknecht: la guerra contra los proletarios immigratos e inmigrantes. Y es doloroso que la mayoría de los camaradas no perciban esto, y la urgencia de una respuesta. La AfD ha hecho de esto el tema principal de su campaña electoral. Para el Rassemblement nationale (RN) de Le Pen, es un hecho histórico (su inauspicioso y exitoso eslogan ‘Alt à l’immigration sauvage’ se remonta a 1971), ahora doblado por el mensaje aún más agresivo del Reconquete de Zemmour. En Italia, cuando se trata de racismo explícito contra los inmigrantes, salpicado de repetidas referencias explícitas al fascismo, la Liga ha ido mucho más allá de sus mensajes tradicionales con Vannacci. Tras la provocadora decisión del Reino Unido (deportar a Ruanda a los solicitantes de asilo), Meloni hizo un anuncio electoral en el campo de concentración para inmigrantes que se está construyendo en Albania. Por no hablar de las encendidas campañas antiinmigración de Vox en España, del Pv de Wilders en Holanda, entre las más ferozmente antiislámicas, de la nauseabunda retórica del Fidesz en Hungría (redoblada por las correspondientes medidas represivas), del Chega en Portugal…

Para la ganga sionista de Repubblica, la “ola negra” que amenaza a Europa está formada por quienes se atreven a avanzar alguna crítica a Washington e Israel, en la estela de Macron, para quien el dique contra Le Pen debe tener como una de sus tareas primordiales “luchar contra el creciente antisemitismo de la izquierda”. Para nosotros, en cambio, la ‘ola negra’ consiste en las fuerzas que dirigen la infame campaña de criminalización y demonización de las poblaciones inmigrantes, especialmente las de tradición islámica, la otra cara de la guerra ‘externa’. Las burguesías europeas son conscientes de que tienen que enfrentarse a todo el campo de los pueblos islámicos oprimidos y explotados, cada vez más inquietos ante sus propios regímenes despóticos y sus señores occidentales: llevan décadas haciéndolo sin conseguir aplastarlos ni siquiera con guerras devastadoras como las desatadas contra los pueblos de Iraq, Afganistán y ahora Palestina. Saben que tienen muchos proletarios árabes e islámicos en casa, y para intimidarlos están movilizando y fanatizando a todos los canallas sociales disponibles: desde los generales analfabetos hasta el pletórico pero presente en todas partes bandolerismo italiano de los pequeños acumuladores, pasando por los obreros abandonados a sí mismos por la izquierda más degenerada de todos los tiempos e incultos por aparatos sindicales impregnados de corporativismo e ideología colonial.

4. Sobre este último aspecto la prensa patronal toca el tambor, subrayando el voto obrero a los partidos de derecha. No lo hace por casualidad. Sabe muy bien que la única clase que realmente puede presentar batalla -especialmente en la perspectiva cada vez más concreta de escenarios de “gran guerra”-, la única clase que realmente puede interponerse en su camino, es la clase de los trabajadores y proletarios. Por eso hace todo lo posible por dividirla (la división más fácil de utilizar es la que existe entre nativos e inmigrantes) y desacreditarla ante sí misma. He aquí los titulares rebatidos: “Los obreros votaron a Le Pen”, “los obreros coronaron a Meloni”. “Verdades” pregonadas frente a los trabajadores, las capas sociales intermedias asalariadas y aquellos (muy pocos) que siguen creyendo, como nosotros -y como los capitalistas, para el caso, lo único en lo que estamos de acuerdo-, que sólo por este lado pueden llegar los peligros al sistema capitalista, y el mayor de todos los peligros: la revolución social. Si luego va a mirar más de cerca las mismas estadísticas de las que alardea, descubre que -teniendo en cuenta la abstención- según Ipsos en Francia 24 trabajadores de cada 100 votaron a Le Pen, y 22 de cada 100 a la izquierda; y que entre las capas asalariadas más machacadas el voto a la izquierda alcanza el 36%, mientras que llega incluso al 50% entre los más jóvenes (18-24 años), más afectados por la precariedad. También descubre que en el programa “social” de la RN hay al menos dos puntos -la defensa contra la inflación y el fortalecimiento de la industria nacional- que resultan atractivos para los proletarios como fuerza de trabajo privada de autonomía de clase, tal y como se encuentran hoy tras décadas de desarticulación de sus filas y cabezas. Y que, por lo tanto, siendo este el caso, la colocación a la derecha de sectores sustanciales de trabajadores, un fenómeno ciertamente no desconocido en el pasado, puede explicarse de una manera materialista-histórica, sin caer en la desesperación, o buscando – si todavía se tiene fe en la posibilidad de derrocar el orden del capital – nuevos sujetos, tal vez sujetos estatales (¿Rusia? ¿China? ¿Irán?), como fuerzas de liberación de la explotación y la guerra, en lugar de reconocer en ellos otras máquinas de explotación y guerra.

Para Italia, la ya famosa encuesta de SWG da las siguientes cifras: de 100 trabajadores, 58 no fueron a votar. De los 42 restantes, 16-17 votaron a Meloni, 4 a Salvini, 4 a Forza Italia, 7 al Pd, 5-6 a las 5 estrellas, sólo 1 (UNO) a la “izquierda” de la Alianza Verde-Izquierda (Avs). En esencia, entre los trabajadores que votan, el 60% vota a la derecha. Esta es una tendencia que lleva años, si no décadas (empezando por el voto masivo a la Liga en los 90 también por parte de los miembros de Fiom). En Francia y Alemania el fenómeno es quizás aún más marcado.
De ello se desprenden tres elementos de reflexión

– entre los trabajadores, y más aún entre el resto del proletariado, el abstencionismo es, como ya se ha dicho (pero vale la pena repetirlo), claramente superior a la cifra general. Y con toda probabilidad es precisamente dentro de esta masa abstencionista, de momento informe, donde se esconden las fuerzas proletarias potencialmente más predispuestas a la política de clase.

– La tesis del “voto mayoritario a la derecha” de los trabajadores es tan falsa como la de la “clara” victoria de la derecha en las elecciones, por el simple hecho de que esta afirmación se basa únicamente en datos porcentuales y no en números absolutos y reales. Si nos referimos a estas últimas, vemos que la derecha “triunfante” ha perdido en realidad varios cientos de miles de votos en comparación con las elecciones políticas de hace dos años, e incluso millones en comparación con las anteriores elecciones europeas. En el lado de los trabajadores, la derecha obtuvo entre el 24 y el 25% de los votos, mientras que el “campo amplio” de Schlein, Conte y Fratoianni obtuvo entre el 13 y el 14%. Así, mientras que un voto de cada cuatro para la derecha es cualquier cosa menos una “mayoría”, y una coronación, está claro que la “victoria” en términos porcentuales es única y exclusivamente el resultado del colapso de los partidos de centro-izquierda entre los trabajadores, entre los que destaca un Pd belicista y pro-sionista incluso más que ciertos sectores de la derecha.

– La cifra de Avs entre los obreros y proletarios, diametralmente opuesta al total de votos, certifica el carácter integralmente pequeñoburgués de esta fuerza, cuyos dirigentes han sido hábiles y astutos apelando al “vientre antifascista” de la llamada “gente de izquierda” (y también de extrema izquierda), pero que es completamente incapaz de interceptar el descontento de la clase “en sí”.
Por último, el dato del Sur, y más concretamente de Nápoles (de interés para quienes no limitan Italia a Padania). Allí, las relaciones de poder que surgieron de las encuestas están más que invertidas en comparación con el panorama del centro-norte. Especialmente en los barrios obreros, el voto global a la derecha (la suma de FdI, Lega y FI) no llega ni al 20%, mientras que Pd, 5-Estrellas y Avs (no sólo 5-Estrellas) alcanzan incluso el 70% (de los votantes – en la ciudad la media era del 42%). Más allá de cualquier retórica antifascista, estos datos certifican la expansión exponencial del malestar y el malestar social en Nápoles y en amplias franjas del sur, que no hay que atribuir al recorte de la renta de ciudadanía, a los recortes del gasto social que siguieron a la emergencia Covid y, por último, a la autonomía diferenciada anticipada por las prácticas gubernamentales antes incluso de adquirir fuerza de ley.

Dicho esto para desmontar las falsas verdades de la propaganda dominante, el momento es difícil, seamos claros. No ha hecho falta la respuesta de las urnas europeas para comprenderlo. El renacimiento de un movimiento de clase digno de ese nombre será un parto difícil y doloroso, no corto. Y es en fases históricas difíciles como ésta cuando se ve la verdadera sustancia de las organizaciones y de los camaradas individuales.

5. A diferencia de Francia y Alemania, en Italia el gobierno de derechas en funciones, dirigido por Meloni, sale indudablemente reforzado de las elecciones. Con la fuerza que le da el haber ganado en la marea de los pequeños acaparadores con regalos fiscales sin precedentes, acelera las “reformas” destinadas a centralizar aún más el poder del Estado en manos del ejecutivo con el premierato y la puesta en línea del poder judicial, y a restringir aún más los espacios de las luchas obreras y sociales con la aprobación del Ddl 1660 y una práctica rastrera del uso duro de la policía. No hay que descartar que, a su vez, rejuvenecidos por el favorable resultado electoral, el PD y sus Avs de cola tomen alguna iniciativa en el terreno social, por ejemplo complaciendo a la CGIL de Landini en su hasta ahora floja campaña de referéndum para la abolición de la Ley de Empleo. Dado que no existen diferencias sustanciales entre los dos bandos en liza a nivel del posicionamiento internacional y el belicismo de Italia, es posible que en los próximos meses se manifiesten fricciones, a nivel propagandístico, en cuestiones sociales. Entre ellas, también la acción contra la reforma de la “autonomía diferenciada” que quiere la Liga, que profundizaría aún más las distancias entre los proletarios del Norte y los proletarios del Sur (que, no por casualidad, al votar plebiscitaron, como en Nápoles, al M5S abandonando en masa al impostor Salvini). En ambos casos, referéndum sobre la Ley de Empleo y resistencia a la autonomía diferenciada, la iniciativa política de las fuerzas de centro-izquierda y de la CGIL se ha producido hasta ahora de formas muy anodinas y controladas, por miedo a desencadenar un despertar obrero y proletario que ciertamente no está en los programas ni de Schlein ni de Landini. Pero el desafío debe ser asumido y relanzado sobre la base de una movilización real de los propios trabajadores, porque se trata de cuestiones importantes para toda la clase obrera.

Para las fuerzas modestas de la clase en el terreno, la carrera hacia la guerra, el nuevo enredo de los acontecimientos en la Unión Europea, el retorno -sancionado por el nuevo reglamento de la UE- de las políticas de “austeridad”, el auge de la “ola negra” contra las poblaciones inmigrantes, constituyen una dura prueba. Empezando por el sindicalismo de base, que sólo podrá salir del estrecho espacio en el que está confinado actualmente y convertirse en una alternativa para la masa de los trabajadores si se opone activamente a la línea del mínimo esfuerzo que querría desterrar la “política” de sus filas justo en el momento en que el entrelazamiento entre la lucha reivindicativa y la lucha política es mayor, y la necesidad de iniciativas que se dirijan al conjunto de la clase obrera es mayor. Continuar con las organizaciones políticas y los colectivos territoriales llamados a superar la visión particularista y las formas de semiinternacionalismo para desarrollar plenamente el gran potencial inherente a las iniciativas antibelicistas, aunque limitadas, de los últimos años y al poderoso movimiento internacional de solidaridad con el pueblo y la resistencia palestinos. El gobierno de Meloni, la nueva Comisión Europea, la Otan y las fuerzas del gran capital transnacional que están detrás de ellos no dejarán tregua a las clases trabajadoras, ni a nosotros. En las necesarias respuestas de lucha, surgirán nuevas fuerzas.