Tailandia: un noviembre de efervescencia popular

La lucha contra el gobierno monárquico-militar no se detiene.

La onda combativa en la que se ha sumergido un vasto contingente de las masas tailandesas se viene acrecentando al calor de un nuevo reverdecer de las intervenciones populares en el continente asiático, con sus expresiones más notables en la huelga obrera que se produjo en Indonesia hace unas semanas o en el formidable paro general de 250 millones de personas que sacudió a la India el pasado jueves.

En la antigua Siam se han desarrollado, en lo que va del año, más de 200 movilizaciones. El movimiento de lucha tailandés, cuya conformación contiene una mayoría estudiantil, viene siendo noticia por su combate sin tregua contra el andamiaje monárquico-militar del Estado. Se trata de un régimen ajustador, de fuerte autoritarismo político, y de regimentación de la clase obrera.

Los insumisos continúan reclamando la caída del premier golpista Prayuth Chan-o-cha, una reforma constitucional que limite el poder de la monarquía y del Ejército, y el fin de la persecución a los opositores políticos.

Las protestas

El día 8 de noviembre se desenvolvió una movilización que llegó a congregar a unos 10.000 luchadores en el Gran Palacio de Bangkok en repudio al rey Rama X. La jornada culminó con una feroz represión ejecutada por las fuerzas de seguridad (France 24, 9/11).

Asimismo, el sábado 14 tuvo lugar en el Monumento a la Democracia de Bangkok una movilización convocada por 20 grupos “pro-democracia” (nombre con el cual se denomina al movimiento de lucha), donde se alzaron las principales reivindicaciones del movimiento. Aquí aconteció una participación especial de las juventudes que luchan por los derechos de las mujeres y las diversidades sexuales.

Concentración del 14 en la capital tailandesa.

El jueves 17, día en que sesionara la Asamblea Nacional tailandesa para enmendar la Constitución, se desarrollaron movilizaciones que fueron fuertemente reprimidas por la policía a través del uso de cañones de agua y de gas lacrimógeno. Al menos 55 personas resultaron lesionadas, seis de ellas con heridas de bala. Aunque la policía niega haber utilizado armas de fuego, muchos adjudican estos ataques a los militantes de la realeza, los llamados camisas amarillas. Estas bandas vienen siendo utilizadas por la clique militar como una fuerza de choque contra el movimiento, con el fin de avivar motivos que justifiquen una represión aún mayor por parte de las fuerzas de seguridad.

Al día siguiente, como respuesta al rechazo que perpetrara la Asamblea a las demandas del movimiento y de la dura represión ensayada por el gobierno, más de 10.000 manifestantes cercaron el edificio correspondiente a la sede bangkokiana de la policía.

El 21, por otra parte, se llevó a cabo una inmensa movilización convocada por el movimiento estudiantil, que además de volver sobre una impugnación de conjunto al régimen político, puso en la mira al sistema educativo tailandés. Este posee un carácter profundamente reaccionario, pues refuerza la heteronorma y el contenido programático es afín a los intereses de la monarquía.

El día 25 se impulsó una movilización que reunió a más de 10.000 personas, en su mayoría jóvenes, cerca de los alrededores del Siam Commercial Bank, una institución financiera de la cual el monarca es el mayor accionista. Este tiene en sus manos un 23% del paquete accionario, cuyo valor total, tomando en cuenta el precio de hoy, asciende a unos 2.300 millones de dólares (Nikkei Asia, 25/11).

Movilización frente al Siam Commercial Bank.

La dirección del repudio popular pegó un nuevo giro cuando miles de personas se manifestaron el 29 de noviembre frente al cuartel del 11º Regimiento de Infantería, que fuera una de las unidades que el rey puso bajo su control. Cabe destacar, asimismo, que dos días antes otros miles de luchadores realizaron un “simulacro antigolpista” en el norte de Bangkok, donde los manifestantes estacionaron sus autos en lugares estratégicos, lo que sería, ante un posible golpe, una manera de evitar que las Fuerzas Armadas desplieguen sus tropas. Hace rato que en Tailandia se viene agitando el fantasma de un nuevo golpe de Estado, en particular desde los sectores afines a la monarquía. Es preciso señalar, además, que el primer ministro Prayuth no ha descartado la posibilidad de una salida de esta envergadura.

Estamos en presencia de un movimiento que no cesa en la lucha por sus objetivos y que dirige continuamente su rabia contra los símbolos del poder político y económico del régimen.

Manifestantes queman retrato del premier Prayuth Chan-o-cha. 

Panorama político

Un elemento novedoso de la situación política nacional es que finalmente el movimiento pro-democracia logró imponer en la Asamblea Nacional, el parlamento tailandés, el debate sobre la reforma constitucional. La Carta Magna de Tailandia fue modificada en 2017 en beneficio del gobierno militar después de la aprobación de un referéndum –cuyo proceso fue regimentado por el gobierno- el año anterior, de modo que le permitió garantizar una mayoría propia en el parlamento. La Asamblea Nacional cuenta con 750 escaños, de los cuales 500 pertenecen a la Cámara Baja y 250 corresponden a la Cámara Alta. Algunos de los frutos que ha dado la reforma constitucional se pueden observar en los escaños del Senado, que se encuentran copados por nombramientos militares, y en que el actual primer ministro pudo ser instalado en su lugar sin haberse presentado a elecciones.

El proceso constituyente abierto en este parlamento monopolizado por elementos del régimen se muestra como una farsa. Una propuesta levemente reformista presentada por una ONG (“ILaw”) , acompañada por 100.000 firmas que planteaba la reforma del Senado, la selección del primer ministro de entre los miembros de la Asamblea Nacional y la modificación de artículos concernientes a la monarquía, fue rechazada sin más. Solo 2 mociones, una de la realeza y otra de la oposición parlamentaria, fueron aprobadas, pero no implican ninguna modificación sustancial del Estado.

La oposición nucleada en el Pheu Thai (PT) se ha sumado a la intentona reaccionaria promovida por el premier Prayuth concerniente a institucionalizar los reclamos de los grupos “pro-democracia” para desactivar el proceso de movilización callejera. Somkid, su parlamentario, ha dicho que “los conflictos políticos y las protestas antigubernamentales se aliviarán después de que el proyecto de ley pase su tercera lectura” (Bangkok Post, 29/11). Pero todo indicaría que el proceso de reforma constitucional se consumaría a fines del próximo año, y con una elección general convocada bajo una nueva Carta a mediados de 2022. Por su parte, la portavoz del partido Future Forward (FF), subestimó la movilización popular tildándola de “simbólica” y señaló, de manera difusa, que la renuncia del primer ministro, quien actualmente se niega a dimitir, “podría poner fin al asunto”.

Cabe destacar que estos dos partidos despiertan, en algunos de los sectores que intervienen en la arena de la lucha de clases, simpatía política o algún tipo de confianza hacia ellos. Sin embargo, ambos bandos representan intereses antagónicos a los del proletariado tailandés. Thanathorn Juangroongruangkit, quien fuera líder del disoluto partido Anakot Mai y que hoy capitanea el partido FF, ha criticado recientemente el “capitalismo monopolista” de Tailandia, pero desde el punto de vista de que su política económica estaría orientada a una apertura en favor del capital extranjero, y de paso, haciéndose eco de algunos sectores de la burguesía nacional que vienen perdiendo posiciones con el gobierno de Prayuth. Por su parte, el PT ha gobernado (2001-2006, 2011-2014) defendiendo un régimen de beneficios al capital y no ha tocado un ápice la estructura monárquica del país. Además, bajo el gobierno de Thaksin Shinawatra (PT) se libró la llamada “guerra contra las drogas”, en la cual más de tres mil personas fueron fusiladas sin haber llegado a juicio, y por otro lado, ha llevado adelante una política represiva contra la población musulmana malaya –que dejó, a finales de 2004, más de 680 víctimas fatales- en las provincias sureñas del país.

Desafíos

Es necesario llevar más a fondo la lucha contra el régimen monárquico-militar. La clave de la etapa continúa siendo que el gigantesco movimiento obrero siamés irrumpa y se abra paso en el camino emprendido por la juventud y los luchadores que intervienen en este fabuloso proceso. Está planteada de inmediato la tarea de poner en pie una alternativa propia de los explotados, en el camino de un gobierno de trabajadores.