Un incendio en Sudáfrica expone la precarización de las condiciones de vida de las masas

Más de 70 muertos en un barrio empobrecido de Johanesburgo.

El edificio en el barrio de Marshalltown

Un voraz incendio ocurrido en la madrugada del jueves 31 en un precario edificio de Johanesburgo, Sudáfrica, dejó más de 70 muertos y decenas de heridos. No están claras las causas del siniestro, pero se estima que la clausura de una puerta de seguridad contribuyó a elevar el número de víctimas fatales.

Como el inmueble que ardió en el humilde barrio de Marshalltown, otros tantos se extienden por esta ciudad sudafricana que cuenta con 5 millones de habitantes. Los accidentes son recurrentes y, en muchos casos, se encuentran regenteados por mafias que cobran alquileres en forma informal a personas en situación de extrema pobreza.

El edificio de Marshalltown era habitado por 200 personas, mayormente migrantes, quienes, además de la miseria, sufren una persecución xenófoba que es alentada desde el propio Estado.

El problema de la vivienda es dramático en Johanesburgo, donde hay 15 mil personas que viven en situación de calle y 1,2 millones con dificultades para acceder a un techo propio (El País, 31/8). Se trata, además, de una de las ciudades más desiguales del mundo. Recientemente, albergó a la cumbre de los Brics.

Los cuerpos se amontonaban en la vereda, según muestran las imágenes de los medios, y los testimonios eran verdaderamente dramáticos en Marshalltown. “Vi a un tipo saltar del cuarto piso y perdió la vida en el acto”, contaba un estudiante que vio los hechos desde la calle.

Los recurrentes cortes de luz en Sudáfrica, parte de la crisis energética que azota al país, empujan a la población a usar velas y leña para iluminarse y calentarse, lo que incrementa los riesgos de accidentes.

Un hecho de gran simbolismo es que el edificio que fue consumido por las llamas tiene su pasado como una de las piezas del apartheid, el régimen de segregación racial que imperó formalmente hasta 1990. Era allí donde los negros recogían un documento que los habilitaba a trabajar en los barrios blancos.

Más de treinta años después, ahora bajo el dominio político del Congreso Nacional Africano (CNA), aún se arrastran las diferencias raciales. La pobreza envuelve al 64% de los negros, contra apenas al 1% de los blancos. El desempleo juvenil, en tanto, es uno de los más altos del mundo. Mientras el imperialismo y los capitalistas se apropian de los ingentes recursos minerales de la región, las masas sufren una degradación de sus condiciones de vida.

A lo largo de estos últimos años, las protestas contra los cortes de luz y algunos procesos huelguísticos (como el del acero) mostraron la resistencia de la clase trabajadora.