A 30 años de la muerte de Walter Bulacio

Un ícono de la juventud y la lucha contra la represión estatal.

El 19 de abril de 1991, Walter Bulacio fue detenido junto a otras decenas de jóvenes en las inmediaciones del estadio de Obras Sanitarias, mientras se desarrollaba un concierto de la banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Fueron trasladados a la comisaría 35, en el barrio de Núñez, donde Walter fue golpeado y torturado. Debido a un traumatismo craneal, falleció el día 26.

Se trató de una clásica “razzia” policial. Como Walter tenía 17 años, y por tanto su detención no podía realizarse sin autorización de un juez de menores, los responsables del operativo se escudaron en un memorándum (posteriormente derogado) que les permitía decidir si se daba aviso o no a la autoridad judicial.

El caso de Walter marcó a una generación de jóvenes en nuestro país, que adoptó su caso como emblema de lucha contra la represión estatal. Cada 19 de abril, los estudiantes ganaban las calles en su nombre. En dichas movilizaciones jugó un rol central la Coordinadora de Estudiantes Secundarios (en la que militaba la UJS), a la que pertenecía el Centro del colegio Bernardino Rivadavia, del cual Bulacio era alumno.

Mientras la justicia encubría a los responsables, en los recitales y en las concentraciones populares se coreaba el cántico de “Yo sabía que a Walter lo mató la policía”. La lucha contra la impunidad de las fuerzas represivas fue uno de los jalones de la rebelión popular de 2001. La masacre de Ingeniero Budge, la desaparición y muerte de Miguel Bru o el crimen del conscripto Omar Carrasco fueron otros de los casos resonantes de aquella época.

Pasaron más de veinte años hasta que llegó -en 2013- la condena del comisario Miguel Angel Espósito, a cargo del operativo y de la comisaría 35. Recibió apenas tres años de prisión en suspenso, por la privación ilegítima de la libertad de Bulacio y el resto de los jóvenes detenidos. No fue juzgado por las torturas y el homicidio, por los que nadie fue condenado.

Pese a que el caso motivó una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2003, que ordenaba al Estado argentino adecuar su legislación para impedir las detenciones arbitrarias por parte de la policía, éstas siguen siendo moneda corriente, especialmente en las barriadas más pobres. La policía se vale para ello de figuras como la de la averiguación de antecedentes o de códigos contravencionales ultrarrepresivos. Según la Correpi (Comisión contra la Represión Policial e Institucional), “más de la mitad de los detenidos que hay en cualquier comisaría, no está allí por una acusación penal”.

El hostigamiento policial en los recitales nunca se detuvo. El 14 de noviembre de 2009, en ocasión del regreso de Viejas Locas (la banda del Pitty Álvarez), el joven Rubén Carballo fue asesinado por efectivos de la comisaría 44 durante una represión en las inmediaciones del estadio de Vélez Sarsfield.

Las amplias prerrogativas y la impunidad del aparato represivo están al servicio del sostenimiento de un orden de explotación y miseria. La regimentación de la juventud se vuelve decisiva para el gran capital. “Arde de sirenas y de canas Buenos Aires”, advertían Los Fabulosos Cadillacs en una canción dedicada a Walter, a pocos meses de su muerte.

El rostro del pibe de Aldo Bonzi que no pudo volver a ir otro recital, que se quedó para siempre en los 17, nos recuerda que la lucha contra la impunidad y la represión debe seguir.