Mujer

6/3/2025

Los desafíos de cara al 8M

Editorial de Juliana Cabrera en 14 Toneladas #Temporada 2 Episodio 4.

8M 2024.

Estamos en las vísperas de un nuevo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el 8 de marzo, motivo por el cual se están organizando no solamente en nuestro país, en la Argentina, sino a escala de todo el mundo movilizaciones, jornadas de protesta y de lucha.

Porque el 8 de marzo incluso nace como un día de lucha. Y quiero detenerme brevemente en contar cuáles son sus orígenes; por qué este día es un día de movilización, de reclamo contra todas las formas de violencia, opresión y discriminación que sufrimos las mujeres trabajadoras; porque es un origen no tan conocido que en realidad está muy vinculado a la pelea que las y los socialistas libramos desde principios del siglo pasado e incluso antes también. De hecho, la decisión de que haya un día de movilización y lucha por las mujeres surge de la Segunda Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas hecha en Copenhague por iniciativa del Partido Socialista norteamericano, que propuso realizar una jornada de lucha por los derechos de las mujeres y en particular por el derecho al sufragio femenino.

Este tema dividía aguas incluso entre los distintos sectores y clases sociales, porque si bien existía un movimiento femenino de los sectores propietarios, de la burguesía, incluso los sectores aristocráticos en general peleaban por un voto de tipo calificado, es decir un voto censitario restringido a las mujeres de los sectores de poder. Por lo tanto fue materia de debates muy importantes donde las socialistas tomaron un papel reclamando el voto sin ningún tipo de restricciones, con el planteamiento de que se habilite el derecho político de las mujeres trabajadoras.

La cuestión es que se resuelve en 1910 promover instancias de movilización y finalmente se instaura el 8 de marzo como el día de lucha de la mujer trabajadora en un nuevo congreso en el año 1921, esta vez en Moscú -luego del triunfo de la Revolución de Octubre-, en homenaje a la enorme gesta y el papel que jugaron las obreras de Petrogrado aquel 8 de marzo de 1917 -en realidad era el 23 de febrero en el calendario juliano. Ese 8 de marzo -en el calendario occidental- hubo una huelga importantísima protagonizada por las obreras textiles, que reclamaron no solo por los derechos laborales sino también contra la carestía y la guerra. La guerra era otro gran tema que discutían las socialistas y las organizaciones de mujeres, y también dividía aguas. Porque en esta pelea por consagrar derechos femeninos como derechos políticos -como el derecho al voto- todo un sector del feminismo, particularmente por ejemplo en Gran Bretaña, se pasa a las filas de la defensa de los intereses imperialistas de sus naciones, acompañando los esfuerzos de la burguesía en este emprendimiento bélico que terminó en matanzas de millones con el argumento de mostrar que ellas eran buenas ciudadanas y que podían defender esos intereses en el contexto de la Primera Guerra Mundial. Por lo tanto, las conferencias de mujeres socialistas habían colocado como bandera de lucha no solo los plenos derechos para las mujeres trabajadoras -la conquista del derecho al sufragio- sino también una fuerte campaña de lucha contra la guerra imperialista.

Miren qué actualidad tiene esto en los tiempos que corren, donde a nivel internacional asistimos a una intensificación de la barbarie capitalista, que las mujeres sufrimos con la miseria, la hambruna y con el recrudecimiento de las violencias, y también se discute la guerra como problema de primer orden. Si se quiere el genocidio en curso en Palestina es una de las caras más concentradas, donde hemos visto que por más esfuerzo que el Estado de Israel y el imperialismo hayan volcado en esto que se denomina un pinkwashing -es decir, un lavado de cara rosa en nombre de las diversidades para justificar un genocidio contra un pueblo, como es lo que ocurre en aquellos territorios-, y hemos visto que las mujeres y las infancias han sido las principales víctimas de los asesinatos, con los agravantes que generan el bloqueo del acceso sanitario y todas las problemáticas del desplazamiento de un pueblo.

Ahora tenemos este 8 de marzo y yo decía que a nivel mundial se discute la guerra. También hay una ofensiva capitalista por parte de todos los gobiernos contra la clase obrera para tratar de pegar un salto en las relaciones sociales de explotación y vemos numerosos gobiernos y una corriente política muy derechista del capital, que incluso ha conquistado gobiernos, como le podemos ver en Argentina, con Milei o con Trump en Estados Unidos, tomando como instrumento de agitación política al servicio de la ofensiva histórica contra las y los trabajadores el ataque particularmente al movimiento de lucha de las mujeres y diversidades, a sus reivindicaciones, a sus demandas, a sus consignas.

Acá hemos tenido una muy saludable reacción, por ejemplo, a las declaraciones de Milei en Davos. El presidente fue a a un foro económico y en lugar de dedicarse a hablar de los problemas económicos se dedicó a utilizar esa tribuna para atacar los derechos de las mujeres y las diversidades a la vez que anunció atropellos de todo orden. Y la reacción fue una gigantesca movilización el 1 de febrero con una movilización antifascista y antirracista, y contra esta arremetida del gobierno de Javier Milei. El 8 de marzo va a ser una continuidad. Fue positivo haber identificado esos rasgos de tipo fascistoides; es un discurso con el que busca reforzar los prejuicios capitalistas contra las mujeres y las diversidades; utiliza y exaspera el machismo como parte de una ideología del capital -de la misma manera que el racismo y la xenofobia- para dividir las filas de la clase obrera y para reforzar, por lo tanto, una política de ataque y ofensiva contra los sectores populares. Y, además, fue identificada también la manera en que debía ser confrontado el gobierno, por ejemplo, con el método de la movilización y la lucha callejera.

Este 8 de marzo en nuestro país se inscribe en ese camino y en la continuidad de las asambleas del 1 de febrero. Aparte, vamos a un 8 de marzo en el medio de un escándalo mundial, porque tenemos al presidente Milei involucrado personalmente -acá lo hemos desarrollado muchísimo- en la criptoestafa. Pero además ha quedado demostrado que Milei no solamente es un estafador por haber montado este negocio millonario mientras aparecen nuevas pruebas en torno a que la camarilla que lo rodea montaba un verdadero negocio cobrando las citas con el presidente para favorecer negocios de este tipo, sino que Milei es ante todo un estafador contra el pueblo. Y este punto es muy sensible porque hemos tenido en estos días el anuncio de un nuevo robo a los jubilados; le metieron mano al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses para financiar la bicicleta financiera del carry trade, mientras que a los jubilados los están condenando a ingresos de miseria, les roban los medicamentos; Milei tiene en carpeta una reforma previsional sumamente regresiva con la que busca aumentar la edad jubilatoria e incluso quiere poner fin a la moratoria previsional, que era el recurso por medio del cual se jubilaban mayormente las mujeres, que nos hemos insertado mayoritariamente en el mercado laboral informal, sin aportes patronales y sin recursos; por lo tanto, está en juego que nueve de cada diez mujeres no se puedan jubilar. Este reclamo va a ser una bandera muy sentida en la movilización del 8 de marzo, como no podría serlo de otra manera. Incluso acompañará las movilizaciones y este espíritu tan combativo de las compañeras y los compañeros jubilados que todos los miércoles se concentran en el Congreso.

Pero el 8 de marzo también tiene que ser un canal para que se expresen todas las luchas en curso; las trabajadoras de la salud que están sufriendo despidos y la destrucción de sus salarios, a las despedidas de todos los sectores del Estado ahora se han sumado entre 350 y 500, hay despidos en Acumar, y tenemos los despidos en los espacios de la memoria porque finalmente este es un gobierno negacionista no solo de los crímenes de la última dictadura militar -y para eso lleva a cabo una política de atropello brutal y busca finalmente garantizar la impunidad de los genocidas- sino también de la brecha salarial y la opresión que sufrimos las mujeres por motivos de género.

Y ha montado, yo decía, una intensa agitación política en torno a estos temas. Desde Davos anunció que pretendía barrer con la figura del femicidio del Código Penal, anunció ofensivas contra la Ley de Identidad de Género -que finalmente se tradujo en un decreto donde modifica uno de los de los artículos de la Ley de Identidad de Género, cercenando ciertos derechos para las infancias y las niñeces trans- y amenazó con eliminar el derecho al aborto legal. Si bien todavía no avanzó en ninguna iniciativa concreta, se la pasa agitando contra el derecho de las mujeres y de las diversidades a decidir; de la mano de todo este discurso busca reponer una concepción de minusvalía y de desprecio de las mujeres y diversidades como ideología oficial del Estado para justificar una ofensiva antiobrera de tipo más general. Esto requiere una reclusión de las mujeres a un rol social subordinado, subalterno. Es, a la vez, un mecanismo de división entre los propios trabajadores como señalaba en un principio, de igual modo que el racismo y la xenofobia.

Tenemos una cantidad de desafíos muy fuertes, porque toda esta ofensiva discursiva de Milei convive con que los femicidios no han disminuido sino que siguen reproduciéndose; terminamos el 2024 con un femicidio cada 30 horas en nuestro país. Tenemos al mismo tiempo la ofensiva de los crímenes de odio, como hemos visto el año pasado con el triple lesbicidio de Barracas, o más recientemente con la ofensiva criminal del incendio de la casa de la familia de lesbianas en Cañuelas. Tenemos un cuadro de agravamiento de la situación de las mujeres que se ven empobrecidas; por ejemplo de las trabajadoras de casas particulares, que integran el gremio más feminizado del país y han perdido un 30% de su poder adquisitivo atado al salario mínimo. Y acá tenemos que enfrentar un operativo reaccionario del gobierno de Javier Milei, que en esta ofensiva se vale del desprestigio del gobierno anterior, el de Alberto y Cristina Kirchner -que nos decía que ponía en pie un ministerio de Mujeres que Milei recientemente cerró- también para dar un mensaje de tipo simbólico. Pero ese gobierno, mientras creaba un Ministerio de Mujeres y catapultaba a posiciones de poder a una cantidad importante de funcionarias que con su pañuelito verde y sus cargos en el Ministerio y secretarías de Género de todo tipo, aplicaba un plan de guerra contra los trabajadores digitado por el Fondo Monetario Internacional y fue un gobierno que nos dejó niveles de pobreza cercanos al 40%, con un récord de feminización de la pobreza -si uno miraba el sector indigente, las mujeres alcanzábamos el 70%.

Entonces acá hay todo un debate, porque Milei por un lado quiere explotar el desprestigio de ministerios y de un gobierno que usufructuó nuestras banderas de lucha y se llenó la boca hablando de nuestras reivindicaciones y nuestras demandas mientras ejercía el poder de la mano de las iglesias y reforzaba el peso del oscurantismo clerical en las barriadas y los prejuicios que eso implica. Funcionarias que para no pelearse con las iglesias no movieron un pelo para garantizar que se aplique la educación sexual integral, laica y científica en los distintos niveles educativos.

Entonces, por un lado, hay que romper esa pretensión de poner un signo igual entre lo que fue la gestión de un gobierno que le dio la espalda a las aspiraciones más genuinas de las mujeres y las demandas y la pelea que está a la orden del día contra la discriminación, la violencia, la opresión, el ajuste, el hambre y la miseria.

Pero también hay un debate sobre qué nos trajo esta situación. Por qué llegamos a un gobierno como el de Milei, el gobierno de un tipo que es un facho y se dedica a agredir sistemáticamente a las mujeres y las trabajadoras. Y acá el problema no es, como dicen ciertos sectores del peronismo, que se pasaron de rosca en la agenda progresista o en la agenda feminista -lo hemos escuchado a Guillermo Moreno decirlo hasta el cansancio y a ciertos sectores que se hacen eco de eso- sino que se pasaron de rosca con la manipulación política en torno a nuestras demandas para aplicar un brutal ajuste fondomonetarista para empobrecer a sectores muy importantes de la población, para gobernar con la burocracia sindical.

Entonces, miren, el gran ausente este 8 de marzo es el paro, un paro internacional de toda la clase obrera que tome esta agenda de lucha por los derechos de las mujeres y salga a enfrentar al gobierno de Javier Milei y todos sus cómplices. Y las mujeres y diversidades ya demostramos que no nos vamos a quedar esperando a la CGT y a la CTA. En su momento, el primer paro a Macri se lo hicimos las mujeres cuando fue el femicidio de Lucía Pérez; pero tuvimos un masivo 8 de marzo el año pasado y protagonizamos grandes movilizaciones contra las patotas, las amenazas y los ataques del gobierno de Milei. Este 8 de marzo tenemos que salir a batallar fuertemente. Las socialistas abrazamos esta causa, esta bandera, porque lo que está a la orden del día es volver a unir las demandas, las reivindicaciones y la pelea de las mujeres con la causa por la emancipación del conjunto de la clase obrera, que es el gran legado que nos dejó la revolución bolchevique, donde la preocupación y las medidas por barrer con todo tipo de traba jurídica contra las mujeres, los beneficios masculinos, los beneficios de los capitalistas, de los terratenientes, etcétera, fueron parte de la política que se dieron los bolcheviques. Una política de Estado no para reforzar el aparato del Estado sino tendiente a eliminar la división entre clases y la división entre géneros, eso que la burocracia estalinista vino a divorciar con el termidor en el hogar. Eso sobre lo que se montó el imperialismo, que entre la década del 70 y el 90 organizó cuatro conferencias internacionales para establecer el día de todas las mujeres a secas, sin fronteras ni distinción de clase. Hoy la tarea que tenemos es romper con ese sesgo y con esa política de cooptación de los Estados y del imperialismo, y volver a unir la lucha de las mujeres a la lucha de toda la clase obrera contra el régimen de explotación y opresión capitalista.

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