Opinión
13/10/2023
¿Quién dispara contra los partisanos?
Sobre Palestina e Israel.
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Mural sobre el muro que separa a Cisjordania (Foto: Tara Todras-Whitehill).
“… entre los muros que sin miedo derribó, lo canta un pueblo que el dolor su brazo armó”
Esta vez parece diferente.
Las imágenes difundidas en el mundo entero se enfocan en los bombardeos sorpresivos y los secuestros hechos por Hamas. En la visión de la llamada “comunidad internacional” ese fue el detonante de la escalada bélica que se viene, e incluso justifica la invasión que prepara Israel (¿cómo dejar semejantes crímenes sin castigo?), para la cual citó a 300.000 reservistas del ejército, cortó todo abastecimiento de alimentos, agua y energía a la Franja de Gaza, y recibió el respaldo explícito de la principal potencia militar del mundo. La casi totalidad de lo que se concibe como la comunidad judía cerró filas en esta ocasión no solo en condenar los ataques sino en apoyar la necesidad de “defensa” del sionismo; incluso aquellas organizaciones que no se definen como tales. Claro que esto puede virar en los próximos días, a medida que casas, escuelas y hospitales de la mayor prisión a cielo abierto del planeta sean reducidos a escombros. Por eso mismo, creo importante discutir este posicionamiento.
Participé durante toda mi infancia y adolescencia de una institución judía laica de La Plata, cuyo caso tomo para interpelar en realidad a toda la pata progresista del judaísmo. Tratada como un paria dentro de la colectividad por su fama de izquierdista y por no ser sionista, supo expresar (no sin acalorados debates) una voz disidente, especialmente por boca de sus jóvenes, cuestionando los crímenes de Israel cada vez que perpetraba una nueva matanza. “No en nuestro nombre”, solía repetirse cada vez que pretendían encorsetar a toda institución judaica con el sionismo y su política de limpieza étnica hacia el pueblo palestino. Pero esta vez ese club -fundado por migrantes de habla idisch, que la historia vincula con el Bund (socialista)- apuntó el dedo acusatorio contra Hamas por atentar contra “la paz”, sin mencionar siquiera el bloqueo sobre Gaza, los bombardeos o las recientes incursiones del ejército israelí en Cisjordania. Así, por elevación, se dispara contra toda resistencia palestina, en nombre de la paz, cuando se alista un operativo de exterminio masivo amparado a nivel internacional en la condena a los atentados. Para ser contundentes: en este caso, ¿ameritan los ataques de Hamas que cerremos filas con el guerrerismo sionista? ¿O hay que apoyar al pueblo palestino? Esta es la cuestión a responder.
Los paralelismos pueden resultar odiosos, pero no por eso dejan de ser ilustrativos. Este club judío laico tenía como evento anual más importante el acto en conmemoración por el Levantamiento del Ghetto de Varsovia organizado por su juventud, en el cual junto a las reivindicaciones históricas siempre estaban presentes los debates políticos y polémicas del momento. No es un detalle que cuando toda la colectividad recuerda la Shoá (el Holocausto, el genocidio) allí se rescatara la lucha, la rebelión, incluso aquella que no tiene como desenlace más que la muerte, pero la muerte luchando contra el opresor. Para emoción de muchos, solíamos cantar ahí el Himno de los Partisanos -los que durante la Segunda Guerra Mundial organizaron la resistencia armada desde los bosques contra nazis y facistas. “Con sangre y plomo se escribió esta canción. No es el canto de un ave en libertad. Y entre los muros que sin miedo derribó, lo canta un pueblo que el dolor su brazo armó”. ¿Quiénes serían hoy los partisanos? ¿Quiénes los jóvenes que se levantaron en Varsovia y tantos otros ghettos?
Hoy las más de dos millones de personas que viven en Gaza, donde tres de cuatro comen gracias a ayuda humanitaria, están cercadas por un muro de máxima seguridad. ¿No se parece a un ghetto? También hay más de 5.000 presos políticos palestinos, sin garantías de ningún tipo, incomunicados y torturados; lisa y llanamente rehenes. En Cisjordania, Israel sigue promoviendo la fundación de nuevas “colonias” en los territorios ocupados bajo la bota del ejército, a fuerza de despedazar pueblos y derribar hogares palestinos. No es un extremismo de un grupo de ultraortodoxos, es una política de Estado, acompañada de la construcción de carreteras e infraestructura. A nivel nacional este régimen de apartheid tuvo una vuelta de tuerca legal con la sanción en 2018 de la Ley de Estado Nación que define a Israel como un Estado judío. Una restricción confesional, que excluye por sí misma a uno de cada cinco ciudadanos israelíes de ascendencia palestina o árabe. Eso sin contar a quienes viven en los territorios ocupados, y carecen de todo derecho de ciudadanía. ¿Qué tan lejos está de las leyes de Nüremberg del nazismo?
Es el corolario de lo que empezó allá por 1948 con la Nakba, la destrucción de aldeas y expulsión en masa de los pobladores de la antigua Palestina (las Naciones Unidas llegaron a hablar de que se desplazó al 85% de la población previa), en lo que la historia oficial de Israel llama la guerra de independencia -un nombre menos afortunado aún cuando sirvió para fortalecer la presencia del imperialismo en la región. Este es el origen de la lucha por el derecho al retorno de los desplazados palestinos, y sus descendientes. La “solución” de la cuestión judía por la vía de la creación de un Estado nacional creó al lado la “cuestión palestina”. Según Amnistía Internacional hoy la cifra de refugiados palestinos asciende a 5 millones, cuyo derecho a retornar o ser indemnizados está reconocido hasta por la ONU (resolución 194) pero es negado por Israel, que sin embargo sí tiene vigentes las leyes de “retorno” y de nacionalidad que promueven la inmigración judía para consolidar una mayoría demográfica. Por eso es considerado por Amnistía como un apartheid.
Hoy nos desgarran las imágenes de los ataques de Hamas -aún cuando no incluyamos la catarata de fake news difundida por el sionismo y los grandes medios de comunicación, para agitar que se trata de un enemigo que busca la barbarie y con quien no hay posibilidad de negociación-, pero la guerra empezó mucho antes de que se formara esta organización. Como socialista, rechazo en particular su carácter religioso islamista. Pero este no es motivo para respaldar el intento de aplastarlo por parte de… un Estado confesional judío y aliado al imperialismo. Finalmente, Hamas es en la actualidad la dirección política de la resistencia y la causa nacional palestina. No es una pequeña secta, sino una organización de miles y con un fuerte despliegue logístico. Podemos disentir con su programa, con sus métodos, pero como grupo político se ganó ese lugar en oposición a las capitulaciones de la Autoridad Nacional Palestina, cuya orientación conciliadora no trajo ningún resultado favorable sino que favoreció la colonización sionista. Expresó entonces una radicalización de la lucha del pueblo palestino, rompiendo con lo que era un callejón sin salida. La respuesta de Israel fue un bloqueo a la Franja de Gaza que lleva más de 15 años, y los resultados están a la vista.
Volviendo a nuestra comparación, también los levantamientos en los ghettos y la formación de las brigadas partisanas fue el fruto de una diferenciación política, en la cual la mayoría de las organizaciones judías sionistas se opuso a las insurrecciones y fueron especialmente las socialistas, comunistas y trotskistas, junto a sionistas de izquierda, las que tomaron las armas y dieron su vida combatiendo con la frente en alto. Por orientación política, y no solo por ascendencia, me identifico personalmente con los mártires del Ghetto de Varsovia y los partisanos de Vilna; pero eso no quita que hoy la causa nacional palestina tiene en Hamas a su principal dirección política. El punto fundamental es que: 1) o una victoria de Israel fortalece la injerencia de las potencias capitalistas en la región, en medio de un cuadro internacional caracterizado por la guerra comercial y las ofensivas bélicas; 2) o una derrota de Israel deja en mejores condiciones a los pueblos del mundo que luchan por su emancipación. Es, al menos, un error escudarse en la condena a las tristes muertes de civiles para contribuir al consenso de que es necesaria una respuesta militar israelí, que dejará miles y miles de nuevas víctimas civiles palestinas, empezando por mujeres y niños. A quien le preocupan las muertes debe plegarse a exigir el fin de los bombardeos en Gaza y de las preparaciones de una incursión terrestre, y reclamar que se atiendan los reclamos del pueblo palestino.
El progresismo judío suele objetar que hay que diferenciar al gobierno de Netanyahu del Estado de Israel. El país se vio sacudido este año por una serie de grandes manifestaciones y paros generales ante el intento de avanzar en una reforma política y judicial que refuerza el poder del Ejecutivo y concentra poderes para allanar la formación de un gobierno bonapartista, en manos de las formaciones derechistas y ortodoxas. Nadie en esas movilizaciones abogó por derechos políticos para los palestinos. El Poder Judicial pide que defiendan su independencia y su potestad de fallar contra atropellos del gobierno, pero ha venido dando su aval a las ofensivas guerreristas y la demolición de viviendas palestinas para allanar la construcción de asentamiento ilegales de colonos judíos. La posición actual del progresismo judío e israelí fortalece, mal que les pese, la consolidación de un Estado teocrático y autoritario, que planea llevar hasta las últimas consecuencias la limpieza étnica. Por esa vía, ¿creen que habrá menos víctimas civiles a ambos lados del muro de Gaza? ¿Que así van a desescalar las respuestas de Hamas? Con este panorama, la única forma de que la “paz” no se instaure mediante un nuevo exterminio es apoyando la resistencia palestina.
Para que esa lucha de un pueblo por su emancipación no quede en manos de una dirección islamista hace falta que los revolucionarios nos juguemos a mostrarles otro camino, peleando por ganar a los trabajadores del mundo a la causa por una Palestina libre, única, laica y socialista, donde árabes, judíos y todas las nacionalidades convivan sin que los enfrenten no sus culturas sino intereses sociales antagónicos. En el fondo, esta es otra devastación más del capitalismo, cuya decadencia se traduce en un mundo surcado por crisis y guerras, pero también revoluciones.
https://prensaobrera.com/internacionales/cese-de-los-bombardeos-a-gaza/
https://prensaobrera.com/libertades-democraticas/amenazas-sionistas-contra-dirigentes-del-partido-obrero-y-el-fit-u