Políticas

14/8/2024

4% el IPC de julio: lo único que se desinfla es el bolsillo del pueblo trabajador

La inflación acumula un 87% en siete meses, mientras se derrumba el consumo hasta en alimentos.

263,4% de inflación interanual, según Indec.

El gobierno festeja el 4% del IPC de julio como una lucha ganada contra la inflación. Puede hacerlo porque sus funcionarios no integran esa mayoría del país que vive con ingresos inferiores a la línea de pobreza, y porque los capitalistas para los cuales gobierna se benefician de la licuación salarial de los trabajadores. Pero la suba de precios no es para nada un tema saldado, menos aún cuando la economía argentina es una olla a presión.

Con el dato del Índice de Precios al Consumidor del séptimo mes, el Indec estima que la inflación acumulada en los que va de 2024 es de un 87%, y en términos interanuales es del 263,4%. Las variaciones de precios se estabilizaron en el último trimestre en una cifra alta que no perfora la barrera de los 4 puntos.

Si bien el rubro vivienda y servicios registró los principales incrementos con un 6%, vale tener en cuenta que el gobierno incumplió de nuevo en julio el cronograma de tarifazos mensuales que se comprometió con las privatizadas, lo que significa la luz y el gas van a seguir aumentando. Incluso la dolarización de los precios de los combustibles anticipa nuevos naftazos, cuando la crisis con las generadoras eléctricas no se cerró y promete recargar también las tarifas. El ítem salud, en medio de los guadañazos de las prepagas, registró una suba de 5,8%.

En lo que respecta al vital sector de alimentos y bebidas no alcohólicas, que subieron un 3,2% a pesar del derrumbe del consumo popular, el panorama hacia adelante tampoco es alentador. La escalada en el costo de la alimentación ya tiene un tinte sombrío, como puso sobre la mesa el informe de Unicef que estima en un millón y medio los niños y adolescentes que no pueden sustentar todas las comidas diarias.

La reciente disposición oficial de reducir las retenciones a las exportaciones de carnes y lácteos implica mayor presión sobre los precios de las principales fuentes de proteínas de la población, porque favorece la equiparación con la cotización internacional en dólares de esos productos. Esto cuando la ingesta de carne está en un piso histórico tras caer en el semestre un 16,7% (según releva la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados), y el consumo de leche se derrumbó un 23% interanual en julio (según el Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino).

El desplome de la actividad económica, sobre todo en las ramas productivas de mayor volumen y en el comercio masivo, a la vez que retrata la situación del país indica que el IPC mantiene una senda ascendente a pesar incluso de los efectos contractivos que actúan con efecto contrario. Es también una radiografía que desmiente la supuesta recuperación de los salarios: los aportes al sistema previsional reflejan en el primer semestre una caída de casi 5 puntos en los sueldos registrados privados, que son los de mejor desempeño (Ámbito Financiero, 13/8). Ni hablar de las más de 200.000 cuentas sueldo dadas de baja por despidos. En realidad, la inflación se muestra bien “resiliente”.

Va de suyo además que la mayor presión sobre la inflación futura viene por la posibilidad de una nueva devaluación, que Milei y Caputo vienen esquivando a fuerza de acumular tensiones muy fuertes con los sojeros que no liquidan la cosecha, con los bancos que cada vez desconfían más del pago de los títulos de deuda, de los industriales afectados por la recesión e incluso del FMI. Por lo pronto, la intervención estatal en el mercado de cambios aleja la posibilidad de un levantamiento del cepo, al menos en una versión no tan dolorosa.

Por lo demás, empieza a generar preocupación en el mundo de las finanzas el enorme endeudamiento público instrumentado para sacar pesos de circulación, atendiendo la premisa oficial de la inflación como un fenómeno estrictamente monetario. Esto porque la carga de intereses empieza a cuestionar el superávit fiscal alcanzado a fuerza de ajuste, y el altísimo riesgo país complica las condiciones para renegociar los vencimientos. La chances de una corrida que desate una hiper siguen latentes.

Con su propaganda sobre la doma de la inflación el gobierno pretende contrarrestar un escenario de luchas por el salario, para recuperar lo perdido y recomponer el poder adquisitivo. Con huelgas docentes en varias provincias y las universidades, en el sector aceitero, en el gremio de prensa, en las cosechas, la cuestión empieza a caldearse. Lo mismo vale para la búsqueda de cristalizar el robo a los jubilados de estos meses con una fórmula que congela el poder de compra actual, cuando la caída de los haberes previsionales explica uno de cada cuatro pesos de la motosierra “libertaria”.

Para que no sigamos siendo los trabajadores los que pagamos la crisis, tenemos que derrotar el plan de Milei y sus cómplices. Preparemos las condiciones para irrumpir con una huelga general hasta aplastar esta nueva confiscación a pueblo.

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