Políticas
23/3/2022
Carestía
Cinco mitos sobre la inflación
¿De dónde viene y a quiénes beneficia la suba de precios?
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Desmintamos algunas afirmaciones falsas. Imagen: Prensa Obrera.
La difusión de los índices oficiales de inflación terminó de instalar al tema como dominante en la opinión pública, cuando ya desde hace mucho es la preocupación cotidiana de la mayoría de la población, que la sufre en el bolsillo y hasta en el estómago. Pero que se hable mucho no aclara nada, menos aún cuando el gobierno emprende una presunta “guerra” de la que descree el país entero. Desmintamos algunas afirmaciones falsas que instalan sobre ella funcionarios, la oposición de derecha y los medios de comunicación.
1. “La mayor inflación es resultado de la guerra”, asegura Alberto Fernández, después de que el índice de precios de febrero mostrara una suba mensual del 4,7%, con una disparada del 7,5% en los alimentos. Como el conflicto bélico en Ucrania estalló hacia fin de mes, es evidente que por más incidencia que tenga no puede explicar esta dinámica alcista que comenzó antes.
El encarecimiento del gas agrava de lleno el costo del déficit energético del país, pero la política de tarifazos había sido previamente acordada con el Fondo; lo preciso es decir que suma presión a un esquema ya inviable de facturar la reducción de subsidios a los usuarios.
Que los alimentos suban por lo que pasa en Europa del Este requiere una explicación, porque Argentina exporta granos, no los importa. La suba de las commodities sería beneficiosa para el país, si la renta agraria no se la apropiara un puñado de multinacionales exportadoras, pulpos molineros y algunos terratenientes. Producimos trigo a granel pero en las mesas escasea el pan.
2. “Es un mal que padecemos los argentinos”, dicen otros, como si fuera una enfermedad endémica que sufrimos todos por igual, sea con alusiones a la viveza criolla o a un empecinamiento en ahorrar en dólares. Sin embargo por definición que suban los precios beneficia en primera instancia a quienes venden y perjudica a los que compran. Es por eso un mecanismo de transferencia de ingresos de los consumidores (de los trabajadores, que son los que gastan su plata en bienes y servicios) a los empresarios (que la invierten en negocios rentables).
También el Estado saca su tajada, porque recauda principalmente de sus impuestos al consumo como el IVA e Ingresos Brutos, mientras a la vez se licúan las partidas presupuestarias y sus gastos en salarios y jubilaciones. La espiral inflacionaria es hoy la carta con que aspira a arrimarse a las metas fiscales impuestas por el FMI.
Por lo demás las particularidades argentas no están por fuera de las propias contradicciones de la economía capitalista. Si la moneda nacional se deprecia cada día que pasa es porque toda la riqueza y el valor del país se va por la cañería de la fuga de capitales y el pago de la deuda externa, a tal punto después de años de superávit comercial el Banco Central (la autoridad monetaria) no tiene dólares propios.
3. “El acuerdo con el Fondo ayuda a bajar la inflación”, aseguraban tanto desde el oficialismo como desde la oposición. Lo decían en nombre de una supuesta estabilización de la economía, de “alinear expectativas”.
En realidad el pacto incluye tarifazos para recortar subsidios, naftazos que inciden en toda la cadena de valor, la devaluación del peso, suba de las tasas de interés que incita a las empresas a calcular mayores costos crediticios en sus precios. Son recados directamente inflacionarios. Sumemos también que las divisas que se pierden por pagar la deuda reavivan las presiones devaluatorias.
4. “El problema es el déficit fiscal”, y el ajuste sería la solución al problema.
Se trata de una coartada para ofrecer una zanahoria a cambio de los ataques a la población trabajadora, a fuerza de resaltar los efectos inflacionarios de la emisión monetaria con que el Estado nacional salda sus cuentas. Pero esto es cierto porque los nuevos pesos en circulación terminan financiando el pasaje a dólares, y eso lo que revela es la huelga de inversiones de los capitalistas. Por eso los billetes no siguen ningún curso productivo.
Esto vale para los subsidios a las empresas de servicios públicos, que han sostenido un parasitario sistema de privatizaciones que terminó en un vaciamiento generalizado; un drama que solo tiene salida abriendo los libros de las empresas para conocer los costos reales de producción de la energía y del transporte, para fijar tarifas acorde a ello y a los ingresos de la población.
Menos se habla de los billones de pesos que se emiten para pagar intereses por Leliq a los bancos. Un ajuste para equilibrar el orden monetario debiera empezar por aquí. La banca es finalmente el agente al servicio de toda la fuga de capitales del país.
5. “Los aumentos de salarios son inflacionarios”, dicen las cámaras patronales y el gobierno para tensar hacia abajo las paritarias. El empleo público de hecho hace punta en fijar pautas salariales a la baja, como el 45% en cuotas a la docencia o en el salario mínimo, o la nueva fórmula de movilidad jubilatoria desindexada de la inflación. Es algo se desmiente por el hecho de que los precios vienen en alza desde hace años mientras el poder adquisitivo de los trabajadores cae en picada.
Una suba de salarios afectaría en principio solo a la cuota de ganancia de las empresas, a fuerza de una menor tasa de explotación del trabajo, pero no necesariamente debe trasladarse a los precios. Que los capitalistas pretendan sostener su margen de beneficio a base de a una degradación de las condiciones de vida de la clase obrera habla de su parasitismo, en lugar de invertir en un desarrollo de las fuerzas productivas. El reclamo por una recomposición general de los salarios y de su indexación automática es por eso el punto de partida incondicional para paliar los efectos de la inflación.
Finalmente, solo los trabajadores pueden terminar con este régimen de saqueo y fuga de capitales que explica la constante desvalorización de la moneda argentina, a base de repudiar la deuda externa fraudulenta y nacionalizar la banca y el comercio exterior. El control obrero de las palancas de la economía nacional es una condición para una real guerra contra la inflación, desprovista de mistificaciones.
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