Políticas

14/11/2025

Cómo enfrentamos a las nuevas derechas: debate entre Gabriel Solano y el director de Jacobin, Martín Mosquera

Foto: Federico Imas @ojoobrerofotografía.

El lunes 10 de noviembre, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, desde la UJS organizamos un panel de debate con Martin Mosquera, director de la Revista Jacobin en la Argentina y Gabriel Solano, dirigente nacional del Partido Obrero. Tomando como punto de partida los procesos electorales en la Argentina, con el triunfo de La Libertad Avanza, y el triunfo del "socialista" Mamdani en Nueva York, los oradores analizaron el desarrollo de la crisis mundial y el fortalecimiento de las alternativas ultraderechistas en todo el mundo.

Mosquera: La ultra derecha es un peligro real

En primer lugar, Mosquera analizó el surgimiento de las alternativas ultraderechistas como una expresión particular de la época, es decir, distinguiendo de la idea del fascismo clásico de los años 20' y 30', que aunque tenga aspectos en común, no pueden homologarse como fenómeno. Esto, sin embargo, no significa que deba subestimarse como fenómeno o un peligro para la clase obrera. En su exposición, Mosquera analizó que el desarrollo del programa de la ultraderecha hasta el final, es el de una derrota histórica de la clase obrera bajo las formas más reaccionarias.

En ese sentido, Mosquera señaló que la agudización del ataque del régimen a las masas, que bajo los regímenes ultraderechistas encuentra una de sus formas, no está teniendo como respuesta un desarrollo de la izquierda revolucionaria o una radicalización de los distintos sectores que él mismo considera del espectro izquierda. Sobre este punto, el mismo distingue este proceso del fascismo de los años 30, que fue una de las respuestas del imperialismo para barrer con el proceso revolucionario abierto por la revolución rusa en 1917, y que tuvo numerosos alzamientos en Europa en la década del 20, y un fuerte crecimiento del Partido Comunista en todo el continente en la década del 30, haciendo mención a la política criminal del estalinismo que permitió el triunfo del nazismo en Alemania, del Franquismo en España y el fascismo en Francia.

Mosquer advierte que los discursos autoritarios crecen entre los sectores populares a partir de un deterioro permanente y sistemático en sus condiciones de vida, haciéndolos agotar una experiencia con partidos tradicionales del régimen. En ese sentido, para el director de Jacobin, el fracaso de esta experiencia democrática arrastra a los partidos de izquierda, dándole un mayor atractivo a las salidas chovinistas y reaccionarias, con respuestas inmediatas (aunque engañosas) a problemas que atraviesan las masas en ese entonces.

A la hora de responder a qué autoritarismo nos enfrentamos, Mosquera utilizó la categoría de autoritarismos competitivos. Es decir, sosteniendo los aspectos formales de la democracia en términos de permitir la competencia entre partidos por posiciones en el Estado, ya sea ejecutivas o parlamentarias, estos regímenes avanzan contra libertades democráticas de manera permanente reprimiendo la protesta social, criminalizando a luchadores utilizando todos los instrumentos de la Justicia, persiguiendo y deportando a la migración, entre otros aspectos. Es decir, atentando de manera permanente contra las libertades democráticas y cualquier forma de organización política de las masas, pero compitiendo en elecciones, señalando al régimen húngaro de Orban como el ejemplo más desarrollado de esta nueva forma de expresión derechista. En ese sentido, advirtió que las tendencias autoritarias se siguen desarrollando, tomando como ejemplo, aunque distinguiendo, al fascismo italiano, que empezó siendo minoritario y forzado a gobernar bajo las formas del parlamentarismo, hasta que alcanzó las condiciones para imponer el régimen de partido único y el copamiento total del Estado italiano.

La crisis económica, señaló Mosquera, actúa no sólo como un elemento de deterioro de las masas con los partidos tradicionales del régimen, sino como un elemento disciplinador para la clase obrera que bajo la premisa de estabilizar la economía, acepta y legitima cualquier medida de ajuste. El retroceso del peronismo, fuertemente anclado en este elemento, es para Mosquera una expresión de un retroceso de una fuerza de clase, entendiendo al Peronismo como una expresión distorsionada de la expresión de la conciencia de la clase obrera.

El triunfo de Lula en 2022 contra Bolsonaro, como así también el triunfo de Mamdani en Nueva York fueron destacadas por el expositor como progresivos y el resultado de un acierto de la izquierda de esos países. En Brasil, impidiendo la reelección y fortalecimiento de la derecha evitando lo que él consideraba sería una agenda de guerra contra los sectores populares. De esa manera, razona Mosquera, no se produjo el fenómeno ocurrido en Francia, donde la única alternativa frente a Le Pen es el derechista Macron, entendiendo al PT como una expresión izquierdista del régimen, sobre la cual la clase obrera tiene mayor capacidad de presionar para alcanzar conquistas. En Nueva York, a su vez, señaló que el triunfo de Mamdani es positivo no solo como un elemento progresivo en el que apoyarse para derrotar a Trump, sino como el resultado de una estrategia inteligente de la fracción Socialista del PD, en el cual utilizando el aparato del PD lograron consolidarse como fracción, tener mayor visibilidad y crecer exponencialmente, relativizando la defensa de la “independencia política de la izquierda”, concepto que presenta como una abstracción, y llamando a abandonar los sectarismos, y construir frentes lo más amplio posibles.  

Gabriel Solano: la ultraderecha como la expresión política de la tendencia a la guerra

Gabriel Solano, por su parte, dedicó gran parte de su exposición a ligar íntimamente la emergencia de los regímenes ultraderechistas a la tendencia a la guerra como salida del imperialismo a la crisis capitalista en curso. Trump, como el representante de ese ala de la burguesía más importante del mundo, la yanqui, expresa la perspectiva estratégica de reordenar la economía norteamericana hacia un choque militar con su principal competidor: China.

Su carácter fascistizante tiene que ver entonces con la necesidad de imponer un régimen de guerra a sus trabajadores, no solo para asestar una derrota histórica en términos salariales o sociales para aumentar la tasa de ganancia, sino ante todo para lograr un disciplinamiento total de su población civil a la altura de una confrontación bélica como la que el imperialismo norteamericano necesita llevar adelante para frenar su decadencia frente a la emergente y cada vez más influyente economía china. Es decir, el cambio de régimen responde esencialmente en la necesidad del imperialismo de reducir las libertades democráticas a su mínima expresión, considerando al régimen democrático como una traba a esa centralización económica y militar, viéndose en desventaja frente a los bonapartismos ruso, con Putin, o chino bajo el régimen de partido único dirigido por Xi Jin Ping.

El rearmamento anunciado por la Unión Europea, como la guerra en Ucrania o el genocidio en Palestina perpetuado por Israel, son expresiones que marcan una tendencia general de reconfiguración de la economía mundial que solo puede darse de manera violenta, en las que el imperialismo busca entre otras cosas, no solo eliminar físicamente el capital sobrante o a sus competidores, sino hacerse de recursos estratégicos. En ese sentido, Solano advirtió que los cambios de régimen están condicionados por las tendencias “guerreristas” como “antiguerreristas” de sus países.

A partir de eso, Solano hizo una distinción entre frente popular, estrategia defendida por el estalinismo en la que los partidos comunistas integran frente de conciliación de clase bajo dirección de la burguesía, y frentes únicos, estrategia defendida por Trotsky en la que se pueden alcanzar acuerdos de lucha para avanzar en una lucha común. Es decir, la independencia de clase, afirmó Solano, no es bajo ninguna circunstancia una “abstracción”, sino que expresa la lucha por la dirección política de la clase obrera. 

En ese sentido, Solano destacó que las experiencias brasilera, chilena y boliviana, lejos están de mostrar el “acierto” de la estrategia de integración de frentes ‘amplios’, sino su contrario: la integración  de expresiones izquierdistas a expresiones y partidos del régimen, los convierten en administradores del Estado capitalista y a partir de eso, en defensores de esa clase social, avanzando en programas de austeridad y ajustes que aceleran el acercamiento de las masas con las expresiones ultra derechistas. La experiencia boliviana, a la que Solano definió como una “catástrofe”, las elecciones de medio término en Brasil y las elecciones chilenas, que arrojarían a la derecha como candidata a ganar, mostrarían hasta qué punto lejos de ser herramientas útiles para que la clase obrera tome el poder, son más bien catalizadores de experiencias derechistas. Es decir, la validez o no de una determinada estrategia, señaló Solano, debe medirse en función de si sirvió para desarrollar la lucha de clases.

Sobre el caso argentino, Solano señaló que Milei logró imponerse en condiciones muy precarias: en 2023 sin ser la principal alternativa del imperialismo, y en 2025 mediante un rescate del tesoro norteamericano. Su triunfo, aunque lo fortalece, no significa aún que haya logrado derrotar a la clase obrera, a la cual debe imponer la reforma laboral, tributaria y previsional, al igual que toda una serie de reformas que reconfigurarían la correlación de fuerzas histórica entre capital y trabajo en la Argentina.

 A la hora de entender por qué en Nueva York pudo expresarse un fenómeno como el de Mamdani, Solano expresa que de manera distorsionada, Mamdani representa un rechazo a Trump que logró un canal mediante su candidatura (migrante, pro Palestina, en defensa del derecho a la vivienda), pero que tuvo su expresión en organización popular alrededor de eso. En la Argentina, la pasividad de las centrales sindicales y del peronismo en su conjunto generaron peores condiciones para enfrentar a Milei, incluso en términos electorales para el propio peronismo.

El debate

Una vez finalizada las exposiciones y dando lugar a las preguntas. Partiendo de las mismas, Mosquera relativizó la inminencia de la guerra y si bien reconoció la existencia de una tendencia, minimizó su impacto y señaló que el elemento del crecimiento de la ultraderecha no encuentra allí su fundamento principal de desarrollo, sino en los fenómenos expresados previamente, es decir que puede encontrarse una salida a la crisis capitalista mediante reacomodamientos al interior de las fronteras nacionales.

Mosquera, a su vez, señaló que la tarea principal de la izquierda en este momento es derrotar la ultraderecha, siendo necesario poner en pie y apoyar coaliciones amplias. Reivindicó la utilidad de figuras como Sanders para desarrollar polos de izquierda heterogéneos que tendrán mayor capacidad de gobernar y ser un contrapeso al ultraderechismo.

Solano, por su parte, desarrolló que una estrategia de frentes amplios como la del PSOL, propuesta por el MST o la integración al PSUV, al MAS y al PJ llevaron a la izquierda no a un desarrollo sino a una disolución, llevando a la ausencia de un polo independiente que nuclee a las masas, destacando a pesar de sus límites la experiencia del Frente de Izquierda como un campo de independencia de clase. En el caso brasilero, el PSOL terminó integrándose al PT, hoy aliado con Ackim, el “Macri” o “Larreta” brasilero, con candidaturas claves en todo Brasil. Esto hace que el PSOL no solo sea parte de un gobierno ajustador, sino que sea un factor de contención en sindicatos, organizaciones estudiantiles y barriales. A su vez, señaló que no es correcto invocar el retroceso de la izquierda para justificar estrategias de conciliación de clase, sino darse una política correcta para desarrollar a la clase obrera como sujeto. 

La tarea principal de la izquierda, señaló Solano, es enfrentar denunciar y enfrentar la guerra imperialista, poniendo en pie a la izquierda revolucionaria como alternativa de poder de la clase obrera.

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