Políticas

8/2/2022

Gira presidencial

El ingreso de Argentina a la Ruta de la Seda de China, otra senda colonial

Lejos de un desarrollo independiente, el gobierno profundiza una relación de saqueo por parte del gigante asiático.

Alberto Fernández firmó la adhesión de Argentina a la iniciativa estratégica de China denominada la Nueva Ruta de la Seda, un corredor marítimo que busca una integración comercial del gigante asiático con todos los continentes, para garantizarse provisión de energía y materias primas a la par que colocar capitales y exportaciones de productos e insumos industriales. Lejos de representar una vía para el desarrollo autónomo de nuestro país y una transformación de la matriz productiva, reproduce la estructura del saqueo colonial.

La gira internacional del presidente por Rusia y China fue presentada oficialmente como un paso hacia una mayor independencia económica y un desarrollo productivo. El anuncio de que la comitiva partió de Pekín con inversiones planificadas por 23.000 millones de dólares, con todo lo que tiene de platos recalentados, esconde que los esquemas de financiamiento de los proyectos y obras de infraestructura rendirá una usuraria tasa de interés del 7% anual, casi el doble de la tan cuestionada sobretasa que cobra el FMI.

Además, dista de ser una vía de financiamiento alternativa que brinde mayor autonomía respecto del Fondo y otros organismos multilaterales de crédito. Está condicionada a que Argentina cumpla sus compromisos con el capital financiero internacional y en especial el programa fondomonetarista que se avecina. Buena parte de lo que celebra el relato oficial es que el acuerdo con el FMI destrabaría desembolsos y proyectos que se encontraban congelados, como las represas hidroeléctricas de Santa Cruz.

El memorándum firmado entre ambos gobiernos es indicativo de que se profundiza una relación colonial. Sin perjuicio de que China no sea una potencia imperialista -por el carácter todavía inconcluso de la restauración capitalista- y de sus choques con el imperialismo yanqui, la Ruta de la Seda implica el sometimiento de naciones al saqueo de alimentos, materias primas y energía, y el respaldo de los tratados comerciales con el despliegue militar para resguardar sus intereses.

Ello es palpable en primer lugar en el intercambio comercial con el gigante asiático. Según cifras del Indec el déficit en la balanza comercial superó en 2021 los 7.200 millones de dólares. Las ventas a ese país representaron el 8,1% de las exportaciones argentinas (sobre todo carne, soja y otros granos), y en cambio fue el origen del 21,4% de las importaciones que ingresaron (mayormente maquinaria e insumos químicos -en especial glifosato-). Incluso en los principales rubros de este comercio han ido penetrando capitales chinos en toda la cadena de valor, como sucede en el agro con Syngenta y Cofco. La política del gobierno no revierte esto, sino que lo profundiza.

El del litio es uno de los casos más resonantes, donde no solo avanzan los emprendimientos de mineras chinas sino que se promueve la fundación de un centro chino-argentino de investigación en “ciencias de la tierra”, que implicará incluso el dominio en el desarrollo científico y la exploración en el corazón del denominado triángulo del litio -con las mayores reservas de ese mineral en el planeta. Incluso si se concretaran las versiones sobre inversión en producción de vehículos eléctricos de Cherry solo sería una simple armaduría de componentes importados, sin desarrollo productivo local y agravando la dependencia y el déficit comercial bilateral. Este es, finalmente, el carácter del parque tecnológico de Tierra del Fuego donde ha prometido desembarcar Xiaomi, el segundo fabricante de celulares del mundo.

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El financiamiento de infraestructura vial y ferroviaria clave para sustentar este comercio, además de la ambición de hacerse con la concesión de la Hidrovía Paraná-Paraguay o la construcción del corredor bioceánico que habilite la salida directa hacia el Pacífico vía Chile, va acompañada de cierto despliegue militar. Los documentos rubricados por la delegación argentina en Pekín contemplan una mayor “cooperación” en materia espacial, cuando la base espacial de Neuquén fue seriamente cuestionada desde estados Unidos porque depende el Ejército Popular de China y eventualmente podría usarse para fines militares. Ahora se sumaría una estación en Cordóba del sistema satelital Beidou, la suerte de GPS chino.

Argentina no revertiría con esta asociación a la Ruta de la Seda el carácter de su inserción colonial en el mercado mundial. Lo que hay detrás de esta nueva aproximación no tiene el menor contenido ideológico, sino que responde a la dependencia de la exportación sojera y la exclusión del mercado de crédito internacional. La oposición derechista de Juntos por el Cambio que cuestiona esta política omite que el propio Macri avanzó en este tipo de proyectos y hasta amplió el swap. En última instancia, todo esto es una pieza dentro del esquema para ofrecer garantías de repago al FMI, amén de los recelos que despierte por parte del imperialismo yanqui. La burguesía nacional es incapaz de liderar de liderar una transformación de la matriz productiva para superar el atraso del país, incluso ante la posibilidad de explotar a su favor las rivalidades de la guerra comercial internacional.

Toda la orientación tiene a su vez límites muy marcados en el corto plazo, ya que por ejemplo sigue sin habilitarse la conversión a dólares de los yaunes de swap, que representan más de la mitad de las reservas internacionales argentinas. Pero el hecho es que las reservas netas del Banco Central están en rojo precisamente por el régimen de saqueo y pago de la deuda que se perpetuará con esta mayor integración con China. Para capitalizar al país y reinvertir las divisas en un desarrollo nacional es necesario tanto romper con el FMI como con la subordinación ruinosa al gigante asiático, mediante el repudio de la deuda externa usuraria y la nacionalización bajo control obrero del comercio exterior y de la banca. Es decir, recuperando las palancas estratégicas de la economía nacional, al servicio de una reorganización social bajo la conducción de los trabajadores.

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