Políticas

18/9/2021

Fuga de capitales: más del 2 % de PBI

Silencio y complicidad de Cristina.

En medio de la crisis política que ha concentrado la atención pública y de los medios de comunicación, ha pasado relativamente desapercibida la noticia que la fuga de capitales en los últimos 12 meses superó los 4.200 millones de dólares. Esos guarismos surgen de los datos de la balanza de pagos del Indec para el segundo trimestre. Según ese organismo, “son US$249.971 millones los fondos que los ciudadanos del país guardan fuera del sistema local” (La Nación, 17/9), que creció U$S4.258 en estos 12 meses.

Viene al caso señalar que muy probablemente esta cifra está subestimada pues con las restricciones cambiarias reinantes, la fuga se filtra por otros mecanismos como el contado con liqui y otros canales menos formales. Una medida lo da el informe nombrado que destaca que en en concepto de “inversión directa” (bienes, propiedades u otros activos físicos) los argentinos tienen declarados US$41.717 millones. En comparación con igual trimestre de 2020, ese stock se incrementó en US$1.626 millones (4,1%). En tanto, la categoría “inversiones de cartera”, que contempla títulos públicos, acciones y otros instrumentos financieros, fue la de mayor crecimiento, se incrementaron en un 21,4%, y sumaron US$13.441 millones. Estos  datos desagregados nos aproximan  más a la realidad de modo tal  que “en 18 meses  se fueron” al colchón y al exterior otros 15.000 millones dólares” (Clarín, 17-9)

Estos guarismos prueban una vez más que la hemorragia no proviene del “chiquitaje” sino de los grandes operadores financieros.

Si las reservas siguieron deteriorándose, a pesar del ingreso récord de divisas por la liquidación de la cosecha, se debe, por un lado, al pago de la deuda pero principalmente a la fuga de capitales. Viene al caso señalar, además, que una parte de la deuda fue reprogramada difiriéndose sus vencimientos y, por lo tanto, su desembolso se pateó para adelante. Aun así, se tomó nueva deuda y se incrementó la deuda pública total unos 27.000 millones de dólares. Si bien el grueso fue tomado en moneda local, adicionaron bajo la gestión actual otros 6.000 millones nominados en moneda extranjera. La conclusión es obvia. Una parte -por cierto no despreciable- de esta lluvia (oferta) de dólares fue a financiar la fuga de capitales. Después de tanto ríos de tinta, acusando a Macri de haber utilizado los dólares para ese destino, Alberto Fernández no se ha quedo atrás. Ese hecho, sin embargo, no figura en los reproches de CFK en su carta. Y tampoco en la diatriba de Fernanda Vallejos. Por supuesto, no debe sorprender, pues bajo la gestión kirchnerista la fuga ascendió a la friolera de 102.000 millones de dólares. El argumento de algunos “nac &pop” es que los montos y el ritmo del drenaje es menor que la época de Macri. Vaya consuelo: la hemorragia continúa pero… a cámara lenta.

Lo cierto es que si examinamos con más cuidado, la fuga de capitales supera holgadamente los dos puntos del PBI previstos en el presupuesto cuya ejecución reclama Cristina. Estos recursos que se han esfumado podrían haber sido usados perfectamente para amortiguar las penurias de la población. Pero los K prefieren optar por la emisión monetaria que termina echando leña al fuego de la inflación y golpea el bolsillo popular, antes que afectar los intereses capitalistas. No olvidemos que después de tanta alharaca, fue CFK la que terminó por laudar a favor de destinar los DEG (Derechos Especiales de Giro) al pago de la deuda con el FMI.

El supercepo se ha revelado un fiasco y ha terminado convirtiéndose en un colador donde se filtra el capital. El complemento de esto es un mayor endeudamiento. Estamos ante un festival de bonos emitidos por el Tesoro nacional y el BCRA. Lo paradójico es que un aporte significativo de este financiamiento proviene de los recursos fugados al exterior. El dinero que escapa al sistema formal vuelve bajo la forma de préstamo. La clase capitalista está a en los dos lados del mostrador, como deudora pero también como acreedora.

Esta ingeniería hace aguas por todos lados y es impotente para frenar la disparada del dólar. Estamos frente a un endeudamiento explosivo que abona el terreno para una devaluación en regla y una amenaza de que pasemos de una crisis cambiaria a una bancaria.

La crisis política desatada en el gobierno que ha adoptado la forma de una lucha palaciega expresa los límites insalvables del nacionalismo burgués, que termina cediendo a las presiones de la clase capitalista y procede a un rescate de bonistas y del capital en crisis y no tan en crisis. El sometimiento al FMI es incompatible con las necesidades populares.

El vaciamiento de las reservas del BCRA es el resultado de un régimen de saqueo. Esto pone sobre el tapete la necesidad de una salida de los trabajadores frente a la crisis, que invierta las prioridades y que proceda a una reorganización del país sobre nuevas bases sociales, cuyo punto de partida sea el repudio de la deuda externa; la nacionalización de la banca para poner fin a la fuga de capitales; y el monopolio del comercio exterior, de modo de colocar el ahorro nacional al servicio de de la satisfacción de las apremiantes demandas de la población trabajadora y abrir paso a una industrialización del país y un desarrollo integral y armónico de sus fuerzas productivas.