Políticas
23/6/2025
"Informe sobre antisemitismo" de la Daia: un manual sionista para la persecución y la censura
La banalización de la judeofobia, al servicio del genocidio en Gaza y la ofensiva regional israelí.

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Integrante de Judíes x Palestina
Antisionismo no es antisemitismo. No se puede ocultar el genocidio en Palestina.
La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (Daia) publicó su informe anual (2024) sobre "antisemitismo" en la Argentina y generó una intensa polémica en las redes sociales, especialmente por los ejemplos más burdos de banalización y malversación de la judeofobia contenidos en su anexo donde detallan cada "caso". Pero el material merece un análisis más profundo: se trata de un desarrollo completo de la estrategia legal y política, pasada y futura, de la representación del sionismo (no de la comunidad judía) en Argentina. Y su lanzamiento se produce en medio de una creciente movilización mundial contra el genocidio en Gaza, incluyendo una corriente creciente de personas judías que dicen "No en nuestro nombre".
El núcleo conceptual ya lo conocemos: la igualación de antisionismo con "antisemitismo" o judeofobia. Lo hemos visto aplicado en la persecución judicial contra Vanina Biasi (la diputada del PO está procesada) y Alejandro Bodart (el referente del MST tiene una condena de 6 meses en suspenso luego de fallos favorables revertidos). La lectura del informe anual, las consideraciones políticas y sus casos permite ver que la "preocupación" por la judeofobia es solo un Caballo de Troya. La misión estratégica de la Daia es el blindaje del Estado genocida de Israel frente a las protestas, las críticas y denuncias, amedrentando a la población mediante la persecución de figuras políticas, intentando bloquear las muestras de solidaridad con la población palestina.
En pos de ir al eje de la cuestión y sintetizar, este artículo no realiza distinción entre "antisemitismo" y judeofobia, no aborda el origen histórico del concepto de antisemitismo acuñado por Whilelm Marr ni tampoco polemizará con la idea de que existan "personas semitas". Tampoco desarrollaremos el problema que implica considerar al "antisemitismo" como una forma diferenciada y superior de racismo.
"La masacre perpetrada por los grupos terroristas Hamás y la Jihad Islámica, en territorio israelí (...) también elevó las expresiones antisemitas y antisionistas a nivel mundial. Múltiples protestas se extendieron en espacios públicos contra la existencia del Estado de Israel, distorsionando en muchos casos la información y sacando a la luz viejos prejuicios haciendo abuso del oportunismo del conflicto. (...) Sin embargo, debemos tener claro que ese odio no se origina sólo marginalmente ni es patrimonio exclusivo de determinados sectores ideológicos. Hoy, el antisemitismo se expresa también en ámbitos calificados de la cultura, la política, el periodismo y la academia lo que lo vuelve más sofisticado y más dificil de disolver" (Mauro Berenstein, presidente de la Daia).
El centro político está siempre colocado en condenar las expresiones contra el accionar criminal del Estado de Israel y su "derecho" a existir y a defenderse. Esto demuestra que la preocupación del sionismo no es la existencia del "pueblo judío" o israelí como tal, sino la existencia de Israel como Estado (colonial, supremacista, pro imperialista). Pero los Estados no tienen "derecho a existir": son los pueblos los que lo tienen, y apoyamos la lucha de esos pueblos por su subsistencia y su autodeterminación. Además, según el derecho internacional, las potencias ocupantes, como es el caso de Israel en territorio palestino, no tienen derecho a la legítima defensa: son los pueblos bajo ocupación los que tienen derecho a la resistencia, incluso armada.
El sionismo, como movimiento colonial y supremacista, tiene especial preocupación por reprimir las frases "Palestina libre" y "Del río al mar", cuando es Israel el que define por la fuerza los destinos en ese territorio sin reconocerle derechos plenos a más de la mitad de la población que lo habita. Es Israel el que plantea y lleva adelante el proceso de exterminio y limpieza étnica del pueblo palestino, negándole el derecho a existir. Una Palestina libre, del río al mar, no implica la desaparición ni la matanza de la población judía, solamente implica la autodeterminación del pueblo palestino, el ejercicio de su derecho al retorno y la constitución de un Estado único con igualdad de derechos para todos sus habitantes, sean del origen que sean.
En especial se señala a los "ámbitos calificados" y es coherente con las acciones de la Daia: motoriza directa o indirectamente denuncias en distintos ámbitos contra dirigentes políticos, periodistas como Alejandro Bercovich, actores como Norman Briski, docentes universitarios (hostigamiento a la Cátedra Libre de Estudios Palestinos "Edward Said" de la UBA) o secundarios (caso de Ana Contreras). Es claro que se trata de una acción sistemática, apuntando a lograr la autocensura previa de sectores que influyen en la sociedad con sus opiniones y trabajos.
El grueso del relevamiento sucede en el plano digital, y el informe se muestra "decepcionado" con las plataformas por una "flexibilización de las moderaciones y de sus políticas de tolerancia". De allí deriva que "se vuelve impostergable la acción activa de diversos sectores: gubernamentales, empresariales y organismos especializados". Pero importa destacar el componente "virtual" de las denuncias: el "alarmante brote de antisemitismo" que la Daia se empeña en agitar no se verifica en acciones violentas, ni tampoco en exclusiones discriminatorias en espacios de estudio, trabajo o mediáticas. No hay grupos organizados ejerciendo discriminación ni violencia contra grupos judíos ni instituciones religiosas o educativas, mucho menos desde sectores del poder. Sí hay una búsqueda permanente por mostrar al movimiento de solidaridad con Palestina como "antisemita" pero no pueden exhibir un solo ejemplo que avale esa tesis, ya que en las acciones de protesta convivimos en solidaridad personas de origen palestino y árabe en general, judío, cristiano, ateo y de todas las tradiciones políticas.
Aunque no es el centro del problema, párrafo aparte merece el contenido de los casos relevados y su tratamiento. Se repite aquí la metodología de la Anti Defamation League estadounidense. Organizaciones bajo la dirección política del sionismo, parte interesada en el debate, recopila estadísticas y pretende presentarlas como "objetivas" sin ningún tipo de evaluación metodológica ni fiscalización de organismo alguno. Cada foto de una bandera palestina desplegada, cada cartel reclamando el fin de la agresión en Gaza y el ingreso de ayuda humanitaria, cada tuit crítico sobre el Estado de Israel, todo sirve para engrosar los números y presentar una estadística alarmante que permita una victimización y el auto encubrimiento de Israel. El ejemplo extremo y paradigmático de esta práctica es que se incluye como "antisemita" el tuit que realizamos miles de judíos y judías en todo el mundo repudiando la masacre en Gaza:

Como decíamos al comienzo del artículo, la representación sionista de Argentina tiene claros sus objetivos y traza un plan de acción que se enfoca, especialmente, en influir sobre la educación:
"Propondremos también desde la Daia, la concientización en el ámbito legislativo con la modificación de la Ley de Educación para incluir en forma obligatoria y en todos los niveles, el tratamiento de las temáticas del discurso de odio, el antiterrorismo y el antisemitismo capacitando a los docentes que trabajarán la temática en las aulas" (Mauro Berenstein, presidente de la Daia).
En otro segmento del "Informe", Mariano Galpern propone que la Daia trabaje para que exista una capacitación obligatoria en "antisemitismo" para jueces y fiscales, la adopción uniforme de la definición de la IHRA (Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, por sus siglas en inglés) en todos los tribunales del país, y el desarrollo de estrategias de persecución penal para delitos de odio en plataformas digitales y una investigación proactiva de delitos de odio. Para mejorar la "efectividad" de la Ley 23.592 (utilizada para perseguir a Vanina Biasi, esgrimiendo el artículo 3 pero violando de ese modo el artículo 1 que prohíbe la discriminación por opiniones políticas), Galpern promueve el monitoreo de redes sociales y foros en internet, colaboración con expertos en antisemitismo (aportados por la Daia, claro) y el uso de herramientas tecnológicas para rastrear y documentar la difusión de mensajes discriminatorios.
En otra sección, Damián Szvalb esboza un análisis político del "auge del antisemitismo" post 7 de octubre: balbucea las hipótesis de "una feroz polarización del debate sobre el conflicto israelí-palestino" y una naturalización de "discursos violentos, extremistas y cargados de crueldad" para explicar el repudio a Israel, que la Daia llama "antisemitismo". Pero omite, al igual que todo el informe en su conjunto, referirse a los más de 60 mil muertos contabilizados en Gaza, la destrucción del 85% de la infraestructura civil incluyendo hospitales y escuelas, el hambre inducida durante meses sobre una población cautiva de más de dos millones de personas, las órdenes de arresto de la Corte Penal Internacional contra Netanyahu y Yoav Gallant, la denuncia de Sudáfrica apoyada por decenas de países contra Israel por genocidio. Entre el 7 de octubre y la actualidad, según Szvalb, lo único que sucedió fue una "respuesta militar" del Ejército israelí y un auge del odio a los judíos.
La impostura del informe queda en evidencia cuando Szvalb dice: "Un fenómeno especialmente preocupante es cómo el foco de la lucha contra el antisemitismo se movió casi exclusivamente hacia grupos progresistas y de izquierda. Al mismo tiempo, presenciamos un inquietante lavado de imagen de formaciones de extrema derecha históricamente antisemitas como los partidos de Le Pen en Francia, Vox en España y Alternativa por Alemania que ahora abrazan un supuesto apoyo a Israel mientras mantienen estructuras ideológicas profundamente problemáticas." Lógicamente, solo enemigos de los pueblos, herederos de nazis y fascistas, pueden apoyar a Israel. Y agregamos: el gobierno de Israel y las instituciones sionistas aceptan gustosos esa amistad. Siempre hubo un entendimiento entre sionistas y judeófobos: ambos quieren que los judíos abandonen sus lugares de origen y vayan a vivir a Israel.
Brillan por su ausencia en este párrafo Donald Trump y Javier Milei, aliados incondicionales de Israel. El primero cobija dentro de su movimiento MAGA a grupos neonazis que sostienen que judíos y latinos vienen a reemplazar al hombre blanco estadounidense, e indultó a Robert Keith Packer y a otros detenidos por el asalto al Capitolio, varios de ellos utilizando simbología neonazi.

Javier Milei designó y mantuvo durante más de un año como Procurador General de la Nación al nazi Rodolfo Barra, avalado explícitamente por la Daia. Previamente, como desarrollamos en otro artículo de Prensa Obrera escrito por Tomás Eps, contó con el soporte electoral del partido Unite, de José Bonacci, admirador de Hitler; mientras que Lilia Lemoine defendió a Carlos Pampillón, condenado por liderar bandas neonazis en Mar del Plata. El influencer oficialista Marco Palazzo, expulsado este fin de semana de Parque Lezama por sus provocaciones contra la masiva asamblea LGBTI+, cuenta entre sus elaboraciones con artículos en defensa del funcionario nazi Adolf Eichmann, uno de los principales arquitectos de la “solución final del problema judío”.
La publicación de la Daia expone, para quien quiera ver, la miseria absoluta de una institución que, al igual que el Estado de Israel, utiliza al judaísmo para justificar las peores atrocidades contra la humanidad, instrumentalizando la judeofobia para censurar y perseguir a quienes defienden los derechos humanos del pueblo palestino, lo que incluye su derecho a la resistencia, a la autodeterminación y al retorno a sus tierras. Aunque nos quieran callar, Palestina será libre, del río al mar.

