Políticas
13/8/2024
Los Juegos Olímpicos de París 2024: no todo lo que brilla es oro
La prevalencia de los negocios capitalistas por detrás del deporte atentan contra la vida de los atletas, su seguridad, su integridad física y hasta contra la propia competencia.
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Juegos Olímpicos París 2024.
Terminaron los Juegos Olímpicos de París 2024 y el balance en términos de organización, de preservación de la competencia, de condiciones deportivas y de cuidado de los atletas deja mucho que desear. A su vez, fueron el blanco de ataque de distintas entidades reaccionarias y conservadoras de todo el mundo, y hasta de presidentes y mandatarios referentes de una política con la misma orientación, como Milei o Donald Trump.
Muchos atletas se quejaron de las famosas camas, hechas de cartón, que dificultaron el descanso. Andy Anson, director de la delegación de Gran Bretaña, se quejó por la escasez de alimentos en la Villa Olímpica, como huevos, pollo e hidratos de carbono. Además, hubo denuncias por carne cruda y pescados con gusanos. Otra de las quejas apuntó a que el 66% del menú ofrecía alternativas veganas o vegetarianas y que no había suficiente carne. Muchos deportistas, al llegar al comedor, recibían como respuesta que ya se había terminado toda la carne. Esta es la muestra cabal de que se priorizaron los negocios que hay alrededor de los JJOO en términos de turismo, mientras los atletas carecían de las condiciones mínimas para competir.
Algunos de ellos también fueron víctimas de ataques de odio. Estos se expresaron desde la ceremonia inaugural, donde diversos actores drag queens, un modelo transexual y un cantante desnudo disfrazado de Dionisio (dios griego asociado al placer y los excesos) reprodujeron la escena bíblica de Jesucristo y sus apóstoles durante la última cena. El acto provocó el repudio de la Iglesia Católica, de la comunidad cristiana de todo el mundo y de la derecha religiosa de Estados Unidos, todas instituciones transodiantes y misóginas que promueven estos preceptos oscurantistas y discriminatorios por todo el mundo. En alusión el Vaticano emitió un comunicado: “Estamos entristecidos por algunas escenas de la ceremonia. La libertad de expresión, que evidentemente no se cuestiona, encuentra un límite en el respeto de los demás…”, sostenía la institución más cercenadora de las libertades a nivel mundial.
El enojo también fue expresado por presidentes y exmandatarios internacionales, desde Donald Trump, enemigo de la comunidad LGTBI, y hasta el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, quien recordemos que presentó en el parlamento de su país una ley, ya aprobada, que niega el derecho a la identidad a las personas trans y no binarias.
Si bien la organización de los Juegos Olímpicos prohíbe las manifestaciones políticas por parte de las comitivas durante el evento, en la ceremonia inaugural también se registraron aplausos para la delegación palestina y, en contraste, un abucheo prolongado para la delegación israelí que, según el portal español El Confidencial, resultó “ensordecedor”. El público encontró la manera de expresar su repudio al genocidio que el Estado hebreo ejecuta en la Franja de Gaza, financiado por el imperialismo yanqui, con casi 40 mil muertos y dos millones de desplazados hasta el momento.
Los atletas de Argelia, por su parte, aprovecharon el desfile en el Sena para arrojar flores a modo de homenaje a los argelinos muertos durante la violenta represión en la masacre de París de 1961. Mientras la música acompañaba el viaje cadencioso de las embarcaciones, los representantes de Argelia recordaron a sus compatriotas que murieron baleados o ahogados cuando protestaban por la independencia de su territorio, en la Masacre de París.
La competencia
El principal escándalo durante la competición fue desatado durante el partido de Argentina contra Marruecos. Tras el empate (que luego fue anulado) los hinchas marroquíes ingresaron en el terreno de juego y agredieron a los futbolistas argentinos. Les lanzaron botellas y hasta un petardo que explotó muy cerca del DT Javier Mascherano. Los jugadores debieron refugiarse en el vestuario y los organizadores tardaron dos horas en reanudar el encuentro, luego de vaciar completamente el estadio de Saint-Étienne, hecho que confirmó la improvisación con la que estaba organizada la competencia y la seguridad de los deportistas.
En tanto, los ataques contra la comunidad LGTBIQ no terminaron en la apertura, permanecieron durante toda la competencia. Fue el caso de las boxeadoras Imane Khelif, de Argelia y Lin Yu-Ting, de China Taipei, quienes fueron inhabilitadas por la Asociación Internacional de Boxeo (IAB) por no superar los “tests de elegibilidad de género”. Vale destacar que es la misma organización misógina que, en Argentina, recién en 2019 reconoció a una mujer (la Tigresa Acuña) como boxeadora profesional. El COI, sin embargo, confirmó que ambas peleadoras estaban en condiciones de competir.
Pero no terminó ahí. La boxeadora argelina, que al igual que Lin Yu-Ting tenía más testosterona de la esperable en una mujer y una condición cromosomática denominada como “intergénero”, fue víctima de una enorme violencia en redes sociales producto de que la asociaron maliciosamente con una mujer trans. A este ataque se volvió a sumar el presidente Javier Milei, quien aprovechó para tratar de “boluprogres” a aquellos que defienden los derechos de la comunidad LGTBIQ. No dejó pasar ninguna oportunidad para arremeter contra las libertades y los derechos de este sector.
Otro dato de color fue la contaminación del río Sena, aguas donde se realizaba la mayor parte de las competencias en deportes de carrera en aguas abiertas, lo que puso en juego la salud de los atletas. Muchos de ellos fueron afectados por enfermedades contraídas durante la competición.
El 17 de julio, luego del aplicar un sistema de drenaje mixto contratado en 1.400 millones de euros, que presuntamente iba a terminar con años y años de contaminación, Ane Hidalgo, alcaldesa de París, y Tony Estanguet, presidente del Comité Organizador de los JJOO, nadaron en las aguas del Sena (algo que está prohibido desde 1923 por los riesgos que implica para la salud), con el afán de demostrar que era algo viable.
Sin embargo, muestras tomadas por el comité indicaban lo contrario. A 10 días de la inauguración, los niveles de bacterias superaban a los que la Unión Internacional de Triatlón considera seguros. Sin embargo, tanto el comité organizador como las instituciones encargadas de cuidar la vida y la salud de los atletas optaron por hacer prevalecer la competencia y el negocio que existe por detrás de los Juegos Olímpicos.
La mayor polémica se desató con la triatleta de Bélgica, Claire Michel, que tras participar en la prueba femenina no pudo hacerlo en la competencia mixta, por lo que su equipo se retiró. Se informó que estuvo internada luego de contraer E. coli, algo que desde la delegación belga fue atribuido a la contaminación. Leonie Beck, nadadora alemana especializada en maratones acuáticos, publicó en sus redes sociales que experimentó problemas gastrointestinales después de la competición. Compartió en sus historias de Instagram detalles sobre los síntomas: “Vomité nueve veces ayer más diarrea”, escribió.
Especialistas atribuyeron el malestar a que los atletas habían consumido agua del río. La nadadora Sharon van Rouwendaal, de los Países Bajos, ganadora del oro, admitió haber bebido agua del Sena durante la competición, pero debido a la sed y a la falta de alternativas. Esto desnuda que, además de ausencia de condiciones de competición, los atletas carecían de acondicionamiento mínimo y básico para llevar adelante la competencia, como disponibilidad de agua bebible durante una carrera.
Por otro lado, hubo muchas quejas, especialmente en el fútbol masculino, por los partidos disputados con temperaturas extremas. El programa, dicen, favoreció al anfitrión, que jugó siempre por la noche, en los momentos con la temperatura más agradable del día, mientras que sus rivales jugaron siempre en los horarios de las 14 a las 16 y de las 16 a las 18 (varias veces con más de 35 grados). A propósito del calor, una de las imágenes virales de París 2024, que expresa realmente las condiciones sumamente hostiles a la que se ven sometidos los atletas, fue la del nadador italiano Thomas Ceccon, oro olímpico en 100 metros espalda, durmiendo en un jardín de la Villa Olímpica debido al calor que se vive en las habitaciones (sin aire acondicionado).
Los Juegos Olímpicos de París dejaron demostrado que la prevalencia de los negocios capitalistas por detrás del deporte atentan contra la vida de los atletas, su seguridad, su integridad física y hasta contra la propia competencia.