Políticas

17/10/2022

Los empresarios no son victimas del Estado, viven a su costa

Milei defiende el parasitismo capitalista.

Milei y Eurnekián. Imagen: Prensa Obrera.

“No puedo quejarme de alguien (un empresario) que está tratando de sobrevivir frente a ese monstruo inmundo que es el Estado”, dijo Milei, en un pequeño reportaje para el DiarioAR, en el marco de la realización del Coloquio de Idea. Así, presentó a los capitalistas como “víctimas” de los “políticos chorros” y del Estado, al cual le ha adjudicado una corrupción inherente.

Es un absurdo plantear que un empresario es víctima por aceptar “favores” de los políticos. Los casos de corrupción en Argentina envuelven a importantes grupos de la clase capitalista nacional e internacional. Milei es un impostor: Eduardo Eurnekián, su jefe y dueño de Aeropuertos 2000, ha hecho fortunas gracias a sus vínculos con el Estado y estuvo involucrado en casos de coimeo. Ramiro Marra, el legislador porteño por La Libertad Avanza, se vanagloria como un disruptivo por invertir su dieta en acciones de empresas… que viven de los subsidios estatales.

Un empresario que obtiene ganancias extraordinarias sobre la base acuerdos espurios con funcionarios del Estado, como ocurre en Argentina y en todo el mundo, no es una víctima, sino que, por el contrario, es un beneficiado. Asimismo, en la mayoría de los casos el problema se presenta al revés, es decir, los empresarios son los que coimean a los “políticos”.

La competencia capitalista se procesa mediante una lucha mafiosa por los recursos del Estado y por la obtención de negocios. Los empresarios pretenden obtener la mayor ganancia posible y las coimas son tan solo un método para cumplir con ese objetivo. Se trata de una disputa por la confiscación de la clase obrera, en tanto la ganancia capitalista y la recaudación fiscal del Estado son productos, en última instancia, de la explotación del trabajo asalariado. La corrupción, por lo tanto, es inherente al Estado capitalista y es promovida sistemáticamente por los empresarios y sus políticos.

En Argentina, la corrupción es casi la norma. Lo demuestran los cuadernos de Centeno, el escándalo alrededor de la Ley Banelco, el contrabando de armas llevado adelante por el ídolo de Milei, Carlos Menem; las coimas de Paolo Rocca al gobierno de CFK para hacerse con contratos con el Estado, la corrupción en la obra pública bajo Macri (como los negociados con el soterramiento del tren Sarmiento), etcétera. Odebrecht, el gigante brasilero que se encuentra vinculado a casos de corrupción que salpicaron también a la Argentina, financiaba en 2015 la campaña electoral de todas las listas que pasaron a las generales, excepto a las del Frente de Izquierda.

Los capitalistas no “sobreviven frente al monstruo que es el Estado”, sino que viven de este. La maquinaria estatal se ha convertido en la principal muletilla del proceso de acumulación capitalista. Por su parte, los subsidios siderales, las exenciones impositivas, la evasión fiscal y todas las estratagemas para obtener un rédito mayor han venido produciendo un acrecentamiento de la pobreza de los trabajadores. El Estado se ha convertido en una estructura que sostiene un régimen de parasitismo.

Las únicas víctimas de los capitalistas y su Estado son los trabajadores. La conducción del Estado actualmente la tiene el Frente de Todos, que aplica la política de la burguesía, o sea, el ajuste al servicio del FMI. Los resultados de esta orientación están a la vista: crece la indigencia, la pobreza alcanza a casi la mitad de la población, los salarios a menudo no alcanzan para cubrir las necesidades más elementales, las cajas jubilatorias están vaciadas, y la economía del país está en la ruina.

La clase social que defiende Milei es intrínsecamente corrupta. Los empresarios y los políticos capitalistas son un lastre para los trabajadores de Argentina. Hay que echarlos y luchar por un gobierno de trabajadores.