Políticas

15/10/2021

Los hogares pobres necesitan, en promedio, $25.186 más por mes para dejar de serlo

El aumento de los alimentos apunta a ensanchar la brecha que existe entre los ingresos populares y el costo de vida.

¿Qué significa, en números concretos, erradicar la pobreza en Argentina? Según el informe elaborado por el Indec, sobre el primer semestre 2021, los hogares que se encuentran por debajo de la línea de pobreza necesitan recibir, en promedio, $25.186 más por mes para poder salir de esa situación. Sin embargo, el gobierno actúa en sentido contrario: edifica una realidad en donde la inflación avanza y los ingresos de las familias trabajadoras se ven cada vez más deprimidos.

Lo anterior significa que el ingreso medio de los hogares pobres es de $37.803, mientras que la Canasta Básica Total (que define la línea de pobreza), al momento de elaborarse el estudio se hallaba en $62.989, constituyéndose una brecha del 40% entre ambas variables. Por otra parte, los hogares ubicados por debajo de la línea de indigencia perciben, en promedio, ingresos de $16.741, mientras que la Canasta Alimentaria sobre la que se hizo el cálculo es de $26.875; aquí la brecha es del 37,7%. En ese sentido, para salir de la indigencia, los hogares necesitan, en promedio, $10.134 más por mes.

Este abismo entre los ingresos percibidos por las familias sumidas en la pobreza y el dinero necesario para cruzar ese umbral muestra a todas luces el fracaso del gobierno en contener la inflación y en recomponer el poder adquisitivo de los sectores populares. La caída del 4% del salario real en términos interanuales (Indec), la pérdida del 10% en el poder de compra del salario mínimo en relación a noviembre 2019 y del 31% desde 2015 (Chequeado, 24/9), y, por otra parte, el retroceso del 23% que sufrió la AUH en el transcurso de dos años contra la inflación del período (Consultora Invecq, septiembre 2021) son ejemplos que terminan de ilustrar el panorama descripto.

La promesa gubernamental de “poner plata en el bolsillo de la gente”, tras el revés electoral sufrido en las Paso, ha demostrado ser una farsa puesto que el ajuste delineado por el FMI continúa sobre rieles. Por un lado, que el aumento acordado del salario mínimo lo perpetúa en niveles de indigencia se comprueba rápidamente, al observar que hoy se ubica en los $31.104 mientras que la Canasta Alimentaria del mes de septiembre osciló los $34.000, según las proyecciones realizadas por la consultora Focus Market (aún no se publicaron los datos oficiales).

Por otra parte, el anuncio del pago de un complemento de entre $3.415 y $5.063 para los beneficiarios de la Asignación Familiar por Hijo (Suaf), destinada a trabajadores registrados, monotributistas A, B Y C y perceptores de un seguro de desempleo -todos con ingresos familiares de hasta $115.062-, en primer lugar, deja por fuera a la población desocupada o en negro ya que excluye del aumento a la Asignación Universal por Hijo. Por otro lado, el monto máximo del Suaf pasará a ser de $10.126, cifra insuficiente, como hemos visto, a la hora de revertir la situación de pobreza en los hogares. Sobre todo teniendo en cuenta el gasto que le insume a una familia adquirir productos de primera necesidad: al menos $13.931 por mes se destinan en la compra de artículos de almacén, $4.553,98 en la verdulería y $10.318,73 en la carnicería, según un estudio de Isepci sobre septiembre 2021. Más rezagada aún se encuentra la AUH, de apenas $5.063.

No baja la “fiebre” de los alimentos

El encarecimiento de los alimentos tiene un enorme impacto en el bolsillo popular. El Índice de Precios de septiembre 2021 puso de relieve que una serie de alimentos básicos aumentaron por encima de la inflación general, que fue del 52,5% en términos interanuales. En cambio, entre septiembre 2020 y septiembre 2021, el precio del asado subió un 84,8%, el del zapallo un 84,4%, el de cuadril un 77%, el de la nalga un 75,3%, el de la paleta un 74,5%, el del aceite de girasol un 74,3%, el del queso pategrás un 74,2%, el de la carne picada común un 73,4%, el del dulce de leche un 73,2%, el del filet de merluza un 71,4%, el del queso cremoso un 71,2%, el de la yerba un 70,4%, el del pollo entero un 68,3%, el del queso sardo un 67,7%, el de la leche entera un 67,6%, el de la manteca un 60,2%, el del café un 60,1%, por mencionar algunos ejemplos.

A su vez, la inflación general de septiembre fue del 3,5% mientras que solamente en ese mes el zapallo anco aumentó un 30%, el tomate redondo un 20,7%, la banana un 13,4%, el café un 10,8%, el salchichón un 8,9%, la salchicha un 8,3%, el dulce de leche un 8,2%, la leche en sachet un 8,1%, el tomate en conserva un 6,6% y la sal fina un 6,4%. Como vemos, una inercia inflacionaria en los alimentos básicos que no se soluciona con el congelamiento por 90 días de 1.200 productos que pretende Feletti, de dudosa concreción.

El gobierno prometió en campaña “llenar la heladera de los argentinos”, sin embargo su gestión terminó priorizando las ganancias de los capitalistas. De este modo, dejó correr la suba de precios sin abrir los libros de toda la cadena comercial para evaluar los costos, a la vez que preservó el comercio exterior en manos de un puñado de multinacionales, con lo que el auge de los precios internacionales de los productos agropecuarios se trasladó rápidamente a las góndolas locales. Por otra parte, Alberto Fernández alimentó la inflación por otras vías, como fueron los naftazos, la devaluaciones del peso y la emisión monetaria destinada a subsidiar al capital.

Sí a un programa de los trabajadores para salir de la pobreza

Para terminar con la distancia que hay entre los ingresos de las mayorías populares y el costo de vida cada vez más encumbrado es necesario, por un lado, garantizar un salario mínimo equivalente a la canasta familiar (hoy en $100.000), paritarias indexadas a la inflación, trabajo bajo convenio para todos, prohibición de despidos y suspensiones y reparto de las horas de trabajo para que no haya desempleo.

A su vez, es preciso abrir los libros de la cadena de valor bajo control obrero para evaluar los costos reales, abolir los impuestos al consumo como el IVA y reorganizar el país, nacionalizando bajo control obrero la banca, el comercio exterior y la industria energética, en función de que los recursos nacionales estén dirigidos a un desarrollo productivo y a satisfacer las necesidades sociales. Romper con el FMI y repudiar la deuda usuraria es parte de esta política en favor de los trabajadores.