Milei dice que es el que vendría a terminar con la inflación. Ahora bien, las medidas que patrocina muestra que está mintiendo. En primer lugar promueve una dolarización de la economía, y además promete eliminar las retenciones. Esto generaría por un lado una devaluación en masa de los salarios, y a la vez un encarecimiento de artículos esenciales para el consumo, como los alimentos.

La inflación es insoportable. Los alimentos vienen de liderar los índices inflacionarios de marzo con un 9,8% y acumulan un 28,5% en lo que va de 2023, mientras que la inflación de abril promete sobrepasar el 8%. Milei explota a su favor la desesperación de la población, producto de las políticas oficiales, para plantear una presunta salida que, lejos de resolver los problemas de quienes trabajan, tendría como únicas beneficiarias a los bancos, las sojeras y a las cerealeras.

Las retenciones son un impuesto que pagan las patronales exportadoras por sus ventas al exterior. Hoy esta percepción se ubica en el 33% para la soja, 12% para trigo, maíz y sorgo, y 7% para el girasol. Este gravamen limita que se trasladen al mercado interno los precios dolarizados del mercado internacional, donde se comercian las materias primas. Eliminar estos derechos de exportación tendría entonces como efecto inmediato que se iguale lo que se paga en Argentina con la cotización de las commodities, porque caso contrario las empresas se inclinarían por exportar toda la producción.

Esto generaría un encarecimiento enorme del precio de los alimentos que consumimos los argentinos. En el caso del trigo, por ejemplo, impactaría en el pan, los fideos, las masas o las galletitas; en el del maíz y el girasol incide en los aceites, y en el caso de la soja (y también el maíz) encarecería el alimento del ganado y, por ende la carne, los huevos, la leche y los lácteos, entre otros.

Como contrapartida, la dolarización derrumbaría los salarios por la propia devaluación que esta necesita para poder llevarse adelante. Las proyecciones más optimistas vaticinan que cada dólar podría valer alrededor de $3000. Hoy un ingreso medio se ubica alrededor de $90.000, con la dolarización esto representaría U$S 30. Lo que Milei propone agrava la situación de los laburantes, que además de ver confiscados sus ingresos por la conversión del tipo de cambio, también serán golpeados para engordar los bolsillos de las patronales exportadoras.

Esto no es una especulación, sucedió en Ecuador cuando dolarizó su economía hace 20 años. El país se hizo dependiente del vaivén de los precios internacionales del petróleo, sobre todo en un contexto donde la propia dolarización impide desarrollar una industria nacional. Esto culminó en un enorme aumento del precio de las naftas en el país que se trasladó a toda la cadena productiva, encareciendo el costo total de vida en beneficio de las petroleras. Como consecuencia, el pueblo ecuatoriano llevó adelante enormes movilizaciones, cortes y paros. Un ejemplo de esto es el gasolinazo de 2019 y las jornadas de lucha que el campesinado indígena protagonizó el año pasado, período en el que las naftas aumentaron un 33%.

En una Argentina, con una economía dependiente de las exportaciones de materias primas, el comercio exterior en manos privadas es la vía para que un puñado de capitalistas especule sobre los precios de algo tan básico como es la comida. Producimos alimentos, pero cada vez hay más hambre. Como sea, el esquema que propone Milei termina por darle vía libre al capital agrario, para trasladar el costo a quienes viven de su trabajo. Para revertir la situación no hace falta que la crisis la paguemos los laburantes; hay que nacionalizar el comercio exterior bajo control de los trabajadores, para que sea el país el que se apropie de la renta agraria y la invierta en un desarrollo social y nacional, partiendo de las necesidades de las mayorías.

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