Políticas
22/10/2025
¿Se pinchó el salvavidas de Trump y Bessent?
Los fondos buitre yanquis quieren saltar del barco antes que se hunda.

Seguir
El anuncio del swap no detuvo la corrida al dólar.
El gobierno anunció que firmó con la administración de Trump el esperado salvataje financiero por 20.000 millones de dólares. Pero como, todo con estos delincuentes, hay que despejar el humo para ver de qué se trata.
El comunicado del BCRA da la pauta que lo que acordaron son solamente los términos y condiciones bajo las cuales puede activarse un swap de monedas, pero esos dólares no van a sumarse a las reservas del Banco Central sino "en tramos" en la medida que Trump vaya aprobando su ejecución. El rescate está condicionado a servir al capital financiero yanqui, y nada más. La intención era que la simulación de contar con un fuerte respaldo apaciguara la corrida, pero en lugar de la pretendida "estabilización cambiaria" sigue la disparada del dólar y el hundimiento de los bonos argentinos.
El rescate del Tesoro estadounidense no solo refuerza la subordinación colonial de Argentina ante los intereses del imperialismo yanqui, sino que apunta a rescatar a los acreedores norteamericanos, empezando por los amigos de Bessent. El propio Milei explicó que el "Fondo de Estabilización" de 20.000 millones de dólares busca asegurar los vencimientos de deuda externa con los bonistas, y anunció la recompra de bonos de deuda en el mercado secundario para sostener su cotización.
Parece ser una forma de buscar que los especuladores que facturaron a lo grande desde la llegada del gobierno "promercado" puedan desarmar ventajosamente sus colocaciones y saltar del barco antes que se hunda. Uno de los que ganó protagonismo fue Rob Citrone, del fondo Discovery Capital, que acompañó a Bessent cuando vino a Buenos Aires en abril. Según Bloomberg, “obtuvo una rentabilidad superior al 20% este año y reforzó las apuestas en bonos argentinos ante la caída de los mercados a principios de septiembre”. Clarito cuál es el interés en darle manija al valor de los títulos argentinos.
Es tan alevoso que el tema está en la primera plana de las polémicas políticas en los propios Estados Unidos. Un columnista de New York Times apunta directamente como beneficiarios a “los fondos de inversión como BlackRock, Fidelity y Pimco, al igual que inversores como Stanley Druckenmiller y Robert Citrone, que trabajaron con Bessent cuando era inversor de George Soros”. Se comprende por qué entonces el salvavidas: es para evitar lo que les pasó en 2019, cuando tras haber hecho grandes negocios con la bicicleta financiera de Macri y Caputo terminaron "atrapados" por la devaluación y la restauración del cepo, después de la derrota electoral.
El problema es que como todos saben que se viene la devaluación, la corrida al dólar no se detiene. El peso sigue cayendo aunque lo respalden los mismísimos emisores de dólares norteamericanos, y el día en que anunciaron la firma del acuerdo por el swap el Banco Central tuvo que salir a vender divisas porque llegó al tope de la banda cambiaria -que todos dan por muerta.
Así las cosas, parece lógico que contrariamente a la voluntad de libertarios y trumpistas los bonos estén en rojo y el riesgo país no baje de los mil puntos. Es el punto más sensible del fracaso de Milei, cuyo programa económico se reducía a buscar una vuelta a los mercados internacionales de crédito para refinanciar la deuda externa. Pagar los vencimientos a los bonistas activando un swap de corto plazo, tasas altas y a un tipo de cambio desfavorable es la más insostenible de las opciones.
Lo mismo vale para el anuncio de salir a recomprar bonos para reducir el endeudamiento... a base de préstamos del Tesoro estadounidense y de organismos multilaterales de crédito. El único ganador de esta suerte de reedición del Plan Brady sería el banco intermediario: el norteamericano JP Morgan. Ese banco, uno de los más grandes de Wall Street, fue empleador de todo el equipo económico de Milei, es decir ministro y vice de Economía así como presidente y vice del Banco Central (Luis Caputo, José Luis Daza, Santiago Bausili y Vladimir Werning). Ya sabemos qué estuvieron haciendo en su reciente larga estadía en Estados Unidos. Ahora aterriza en Buenos Aires el CEO global del JP Morgan, Jamie Dimon.
Como nadie espera que este fraude financiero tenga un vida larga, nadie arriesga mucho. Por eso entró en el freezer el otro megacrédito de 20.000 millones de dólares que Bessent había gestionado con un consorcio de grandes bancos. The Wall Street Journal hizo trascender que los jugadores involucrados -JP Morgan, Bank of America, Goldman Sachs y Citigroup- exigieron al Departamento del Tesoro que otorgue garantías sobre posibles pérdidas. En los hechos, todo el mundo descuenta que Argentina ya está en default. La cuestión es quién paga los platos rotos.
Acá es donde la situación de Argentina puede preocupar a la Casa Blanca, que tampoco puede permitirse alegremente un default y estampida de capitales que sirva en bandeja una mayor influencia de China. De ahí el resto de las negociaciones en curso, todas ilustrativas del trato colonial a nuestro país. Preparan la pulseada por los "minerales críticos" contra las mineras chinas con fuertes presencia en las provincias del norte, y buscan bloquear a compañías del gigante asiático en infraestructura estratégica (como la Hidrovía). Pero la idea de una retracción de los negocios no parece muy practicable.
El mes pasado China quedó primera en la tabla de intercambio comercial de Argentina. En gran medida fue gracias a la soja sin retenciones, que se embarcó derecho a Asia, pero también por tendencias más duraderas. Una es el ingreso de vehículos eléctricos chinos, como los de BYD, que se llevaron casi todo el cupo de importación sin aranceles. Más marcado aún es el efecto de la pérdida de mercado de las exportaciones industriales argentinas al resto de los países latinoamericanos, ante la competencia de productos chinos.
Con todo, la guerra comercial con el gigante asiático es solo uno de los puntos de la ofensiva del capital yanqui, que por fuera de la burbuja bursátil en torno a la IA atraviesa una crisis profunda. La propia Argentina es un blanco de ataque. De las patrocinadas negociaciones por un acuerdo comercial con Estados Unidos lo que trascendió es la vieja presión contra la legislación criolla acerca de las patentes de medicamentos, para imponer a los laboratorios argentinos el pago de regalías a las farmacéuticas extranjeras. Es una disputa de larga data, que enfrenta incluso a funcionarios dentro del gabinete de Milei.
Más tajante es la oposición del capital agrario estadounidense al rescate de un competidor. Aquella rebaja de retenciones a los sojeros fue dada de baja ante la rabia de los granjeros norteamericanos, que pelean mercado con los de las pampas. Esto cuando una federación integrada por más de seis millones de empresas, The American Farm Bureau Federation, alerta que este año todos los cultivos irán a pérdida en Estados Unidos, y solo subsisten gracias a los subsidios estatales, que se cuadruplicaron en un año (Bichos de Campo). También pusieron el grito en el cielo ante las declaraciones de Trump sobre ampliar el cupo de exportación de carne argentina, lo cual “sería una absoluta traición al ganadero estadounidense”, se queja en una solicitada una empresa del sector.
El único interés de Trump es abrir una vía de rapiña para el capital imperialista. Es la esencia de su gobierno. Pero así como en la propia Washington fue desafiado por centenares de miles que marcharon contra su gobierno, en una jornada en la que se reportaron acciones en 2.600 ciudades, los trabajadores argentinos tenemos que prepararnos para ganar la calle. La devaluación y la reconfiguración política del gobierno no van a estabilizar sino que van a agravar la situación que padece el pueblo.
La única salida progresiva es la que puede venir si a Milei lo derrotamos con la movilización popular. El peronismo toma en sus manos el reclamo de las patronales por una devaluación y una reforma laboral que les devuelva "competitividad", o sea que los trabajadores sean lo que pongan el lomo. Por el contrario, una buena elección del Frente de Izquierda, que postula la huelga general para aplastar al gobierno, es la mejor preparación política para las luchas que se vienen.

