Políticas

17/10/2021

Un (nuevo) anti 17 de octubre

A nadie se le escapó que la declamación de Cristina Fernández sobre la “vigencia del peronismo” en la previa al 17 de octubre, en el acto de la Esma junto a La Cámpora, tuvo mucho de exorcismo frente a la pérdida acelerada de apoyo popular que sufre el Frente de Todos. Del “todos unidos triunfaremos” se pasó este 17 al quiebre en dos actos con choques internos. “Todos unidos” vienen además de una fuerte derrota electoral en las Paso y un choque interno posterior que no logró relanzar la gestión de Alberto Fernández. Los motivos de esta pérdida de apoyo popular están claros y fueron reconocidos en la carta de auto incriminación de la vicepresidenta: el derrumbe del salario bajo el peso de la crisis y el ajuste, con su secuela de pobreza del 40% sostenida y millones de desocupados. No hay mística ni marcha que pueda tapar esta situación.

Pero el rumbo que llevó a esta situación se ratificó luego de las Paso. No fue sólo la designación de Juan Manzur o Julián Domínguez. La semana política del 17 de octubre, el presidente escenificó dos reuniones clave con empresarios, una con la mesa chica de los sectores más concentrados de la burguesía nacional, otra en el coloquio de Idea. Mientras, el ministro Martín Guzmán pactaba con el Fondo Monetario un nuevo plan de ajuste, que los empresarios reclamaron con énfasis en la reunión con Fernández. Este, por su parte, ratificó que el pacto en curso cuenta con el aval de “la señora” (Cristina Fernández). Por algo, nadie cuestionó la continuidad de Guzmán. En las reuniones con los empresarios también se anunció la pronta eliminación de la doble indemnización (que no frenó ningún despido), y por supuesto, la reforma laboral, que el gobierno aspira a llevar a fondo mediante las modificaciones de convenios como la aplicada en Toyota. Mientras, el 3,5% de inflación mostró una nueva caída del salario real y del nuevo IFE ni hablar.

Esta realidad de golpes a los trabajadores está totalmente por fuera del acto convocado por la CGT para el 18, que va a apoyar, sin fisuras, la agenda antiobrera del gobierno. Como también está por fuera del horizonte de la movilización de los organismos de derechos humanos que apoyan al gobierno, la denuncia de la represión de Sergio Berni, la desaparición de Facundo Castro, el rol anti derechos de Manzur o las bravuconadas de Aníbal Fernández, uno de los responsables de la masacre de Avellaneda y responsable político del aval policial a la patota de José Pedraza que asesinó, el 20 de octubre de 2010, a Mariano Ferreyra.

Esta es la mentada “articulación entre capital y trabajo” que defendió Cristina en el acto de la Esma. El capital marca el rumbo y el trabajo pone el cuero. Es lo que hay detrás de las infinitas metamorfosis del peronismo, desde Luder-Bittel al peronismo de la renovación, de Menem a los Kirchner y de estos a Fernández: la burguesía nacional le marca el rumbo. Si, como ahora, es el ajuste y el Fondo, vamos al ajuste y el Fondo. Las amargas quejas de Cristina, de que los empresarios no le reconocen las grandes ganancias bajo los gobiernos peronistas, son una confesión de esta política.

Otro anti 17

Por eso este 17 de octubre es (otro) anti 17. Porque la jornada que marcó el levantamiento popular contra el golpe que había encarcelado a Perón en Martín García en 1945 tuvo características opuestas al actual, y que no se han replicado nunca desde entonces. Aquel 17 fue producto de una iniciativa propia del movimiento obrero, cuando Perón daba por terminada su experiencia política. Estos son fomentados desde el poder y no fueron votados ni impulsados en ninguna asamblea. Aquel encuadró su movilización en una perspectiva limitadamente anti imperialista: Braden o Perón. Este llama a “enfrentar a la derecha”, mientras aplica el ajuste, negocia con el Fondo Monetario y mantiene a Manzur y Aníbal Fernández en el gabinete. Y prepara, para después de las elecciones, un pacto de gobernabilidad con la derecha macrista. Aquel defendió las conquistas obreras arrancadas desde 1943. Este va a callarse la boca sobre la liquidación de los salarios, las jubilaciones y los derechos laborales que se produce todos los días con el avance de la precarización laboral.

De nuevo, para entender esta voltereta hay que volver al carácter de clase del peronismo: el capitalismo argentino, en crisis, no tolera hoy las conquistas obreras de ayer. La ofensiva contra los derechos laborales usa como arma de extorsión un PBI fugado fuera del país, una refutación, de paso, de la viabilidad de un “modelo productivo” en la época en la cual la hipertrofia financiera se comió cualquier perspectiva de desarrollo industrial autónomo.

Por todo esto, no es casualidad que las banderas de lucha que supo tener aquel 17, en materia de defensa de las conquistas obreras, hoy solamente las levante la izquierda, la única fuerza política del país que enfrenta consecuentemente la reforma laboral. Es que la defensa del acceso al trabajo, del salario igual a la canasta familiar, de los derechos laborales, o del 82% móvil va unida inseparablemente a sacarse de encima el lastre del Fondo Monetario, de la deuda, de una burguesía parasitaria responsable de la fuga de capitales y que sólo tiene para ofrecer al país un nuevo salto en la degradación de las relaciones laborales. O sea, va de la mano de una perspectiva socialista.