Sociedad

5/12/2025

Pluribus: un colectivismo deformado que reivindica la "libertad" burguesa

La nueva serie explota el debate entre el individualismo y la comunidad desde una ideología netamente capitalista.

Pluribus.

La nueva serie Pluribus del creador de Breaking Bad, Vince Gilligan, transmitida por la plataforma de Apple TV está dando que hablar no solo por lo logrado de su producción, con un relato atrapante, sino por las implicancias ideológicas que la historia ofrece, en una ineludible confrontación entre la “libertad”, en términos capitalistas, y una especie de colectivismo monolítico que nos arroja obligatoriamente a interpretar esta nueva obra al calor de las ideas y confrontaciones políticas que se presentan  el escenario mundial.

La trama de la serie parte de un argumento sencillo y paradigmático: ¿Qué pasaría si por razones que poco importan toda la humanidad trascendiera a un estado de conciencia colectiva que erradicara todo mal y desigualdad, así como todo atisbo de personalidad e individualismo? Pluribus, cuya traducción del latín es "de muchos" o "entre muchos", ofrece una respuesta sesgada, imbuida de conceptos ideológicos inoculados por la idiosincrasia burguesa, que presenta una falsa negación entre el colectivismo y la “libertad inherente” del ser humano.

La serie consiste en la experiencia de Carol, la protagonista personificada por Rhea Seehorn, y de un puñado de personas que resulta inmune al proceso de “unificación” del conjunto de la humanidad en un todo colectivo.

Carol atraviesa este fenómeno de forma problemática, como el último bastión de individualidad y libertad contra la humanidad que habría perdido sus rasgos determinantes, convirtiéndose en un colectivo amorfo, sin objetivos, propósitos, carácter, personalidad ni jerarquías de ningún tipo.

El contraste ofrecido por la trama invita a hacer extrapolaciones y metáforas directas con la confrontación de ideas y teorías en el marco de la actualidad política mundial. “Liberales” contra estatistas, demócratas contra populistas; o capitalistas contra comunistas son los escenarios que más aplican y que cuesta mucho eludir.

El argumento central de la serie, cuya primera temporada aún no fue publicada en su totalidad, presenta un colectivismo benevolente, altruista y enfocado en el bienestar del otro, que no conoce la infelicidad, aunque esto implique que toda la humanidad sirva a un puñado de personas, con la única salvedad de que para alcanzar tal fin –que en la serie se presenta como una distopía- fuera necesario un “genocidio fundacional”, quizás como crítica solapada a los procesos revolucionarios que encarnaron propósitos similares.

Como contraparte, Carol viene a representar el “ideario” de individualismo burgués, donde el concepto de “libertad” se asocia indisolublemente al de propiedad, una propiedad que dispone y que incluso reivindica el exceso y las costumbres burguesas como un atributo propio de la humanidad. Carol no puede lidiar con la idea del colectivismo –caricaturizado por Gilligan-, porque lo considera ajeno a la naturaleza humana. Una naturaleza que reproduce la ideología dominante y que solo expresa parcialmente la vida y oportunidades de una parte minoritaria de la sociedad.

La teorización del colectivismo humano como un todo monolítico y desnaturalizado es propia de la ideología burguesa que critica al comunismo como una burda igualación y una supresión de toda individualidad, llevando al espectador a concluir que incluso el proyecto social más genuinamente colectivista tendería a ir en contra de una supuesta naturaleza humana individualista.

En la vida real ocurre que el capitalismo es la negación del libre desenvolvimiento individual, debido a las limitaciones materiales y de la propiedad -la propia Carol con todas las libertades que posee en la serie debido a su estatus económico encuentra subordinado su trabajo a las lógicas del mercado-, mientras que sobrepasar el reino de las necesidades, tal como lo planteaba Marx, abre la posibilidad de desenvolver verdaderamente las libertades individuales y las tareas colectivas, reprimidas por la sociedad de clases.

Los cuestionamientos de Carol y sus acciones más problemáticas también son presentadas como dañinas para la sociedad, más aún cuando cuestionan al colectivo humano –en una analogía de que lo que más le dolería a estos sistemas sería el cuestionamiento independiente-, con resultados caóticos siempre menores a los “crímenes originarios” de la sociedad colectivista. La protagonista es habilitada incluso a ejercer métodos de tortura para conseguir su propósito, ya que en el fondo su tarea es la de salvar a la humanidad, aunque nadie se lo requiera.

La serie termina por empoderar al individuo por sobre la sociedad, presentando un colectivo deformado y deslucido, casi como el resultado de una sociedad dopada con mucha impronta de “Un mundo Feliz” de Aldous Huxley, en contraste con otras teorizaciones como la de Isaac Asimov y su “planeta viviente” (Gaia) en su obra de ficción Fundación.  Un discurso peligroso en tiempos de pretendidos “libertarios” que justifican sus acciones belicistas y sus políticas antiobreras y criminales en nombre de la “libertad”.

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