Educación
24/1/2025
Milei en Davos: declaró su decisión de desmontar completamente la educación pública
Aporte hacia el XVII Congreso Nacional de Tribuna Docente.
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Milei en Davos.
El discurso de Milei en Davos fue un ataque sin precedentes contra todos y cada uno de los derechos de las y los trabajadores de todo el mundo, pero particularmente contra la clase obrera argentina. Milei es la expresión servil y vernácula de la política del gran capital en su etapa de mayor degradación, que para autorrescatarse del derrumbe requiere erradicar todas las conquistas de la clase obrera y sumergir a la población laboriosa en un cuadro de barbarie y de retroceso histórico. Esto, que para Trump es la base para la reconstrucción del perdido esplendor del imperialismo norteamericano, para la atrasada y semicolonial burguesía argentina que representa Milei es su única tabla de salvación.
La educación, en riesgo y en disputa política
En su discurso Milei se colgó del flequillo de Trump para decir de forma elemental y grotesca que el esplendor de Occidente, del capitalismo, se perdió al abandonar los preceptos del siglo XIX, cuando «inventamos el capitalismo a base de ahorro, inversión, trabajo, reinversión y trabajo duro. Logramos que cada trabajador pudiera multiplicar por 10, por 100 o por qué no hasta por 1000 su productividad, venciendo así a la trampa malthusiana. Sin embargo, en algún momento del siglo XX perdimos el rumbo y los principios liberales que nos habían hecho libres y prósperos fueron traicionados».
¿En qué consiste esta pérdida de rumbo, según Milei? «Cada uno de los pilares de nuestra civilización (que) fue cambiado por una versión distorsionada de sí misma mediante la introducción de diversos mecanismos de su versión cultural. De los derechos negativos (naturales, quiere decir el liberfacho) a la vida, la libertad y a la propiedad, pasamos a una cantidad artificialmente infinita de derechos positivos», no naturales, y que nunca debieron existir, que fueron arrancados por las luchas sociales de la clase obrera mundial.
El rústico posicionamiento de Milei -probablemente sin que se haya percatado de ello- es primero un reconocimiento del papel irremplazable de la clase obrera para generar la riqueza de la humanidad, y, segundo, una autodenuncia de que la clase capitalista para la cual él gobierna es incapaz de mantener esa prosperidad sin destruir sistemáticamente a la clase obrera que la produce, como es devolverla a las condiciones de penuria y barbarie del siglo XIX.
El primero de esos «derechos positivos» a los que se refiere Milei es nada menos que la educación pública porque, al igual que los que le siguieron (como la vivienda, garantías salariales, y «un sinfín más de deseos que se transformaron en derechos humanos fundamentales»); todo ello significó pasar «de los derechos negativos a la vida, la libertad y a la propiedad, a una cantidad artificialmente infinita de derechos positivos (…) que sólo pueden ser garantizados mediante la expansión infinita del aberrante Estado».
La educación entonces no solo está en riesgo material de supervivencia, sino que también está planteada su restructuración en todos sus términos, entre ellos sus valores, concepciones y contenidos (incluso de corte capitalista, aunque no se cumplieran y/o se atacaran sistemáticamente), según lo cual solo con el capitalismo y su «democracia» se garantizan las bases elementales para el sostenimiento de la clase trabajadora. Un ya basta a aquello de que «con la democracia se come, se cura y se educa».
Este planteamiento de Milei expresa la voluntad de toda la clase capitalista en esta etapa de descomposición histórica, pero hay que registrar que se trata de un ataque de carácter verdaderamente histórico, que plantea la «batalla cultural» de ir en contra de algo que la sociedad en general considera un bien a defender, como lo demostraron las masivas marchas en contra del desfinanciamiento de las universidades. Es una avanzada que va en contra de todos los derechos universales formalmente aceptados por el capitalismo, especialmente después de la barbarie de las dos guerras mundiales y de la destrucción económica y social que fue la crisis de 1929/30 (70 millones de muertes entre ambas guerras y decenas de millones por el hambre en la crisis económica mundial).
Ese reconocimiento formal de derechos figura en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, «consagrados» por el capital como un dique para detener o desviar la revolución socialista con las masas del planeta ya completamente intolerantes después de casi dos décadas de barbarie, etapa histórica que comenzó (y aún está vigente) con la revolución bolchevique de 1917.
Allí, todos los gobiernos capitalistas del planeta definieron como derechos universales e intangibles, entre otros, el acceso para todes a «la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad», que deben ser garantidos por el Estado y/o la comunidad internacional por medio de la seguridad social (artículo 22); «al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo» (artículo 23); y, por supuesto, a la educación, que debe ser gratuita y garantizada por el Estado. Una manga universal de defensores del «wokismo», que el cruzado Milei vendría a descabezar.
Todo el cuerpo de derechos universales, desde hace ya tiempo transformados por completo en «papel mojado», que la clase obrera mundial hace cumplir solo por medio de la lucha, fueron definidos por todos los miembros de las Naciones Unidas como «el derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos» (artículo 28).
Romper esa legislación mundial, deteriorar profundamente en contra de las necesidades de las masas las relaciones establecidas por el capital y la clase obrera, eso es lo que discutieron los imperialismos de todo signo recientemente en Davos, lo que implica hacer más explotador todo el régimen económico, social y político a escala mundial. Esto es lo que repiten los Milei y cía.
A esto se refería Sturzenegger, respecto del decreto 70/24, cuando declaró que querían dar la idea de que en Argentina marchábamos a la instauración de un nuevo régimen político.
La educación en general y la pública en particular tiene que dar cuenta de este giro brutal, «desideologizarse», base de la campana de difamación de Milei y sus cómplices tildando a la educación y a las y los educadores de adoctrinadores.
Está planteada por lo tanto una doble lucha en defensa de la educación: para garantizar el acceso de todos los hijos de la clase obrera a la escuela y la universidad, en defensa de una educación libre, sin censura, científica, laica, y al servicio de la emancipación social y política de la clase obrera.
El papel de la burocracia sindical
La burocracia sindical peronista de Ctera y de las centrales sindicales universitarias (con la excepción de las asociaciones antiburocráticas y combativas, como la AGD-UBA, entre otras) ha jugado y juega un nefasto papel, dejando pasar todas las medidas de deterioro, asfixia y ataque a la educación pública. La burocracia de Hugo Yasky, Sonia Alesso, Roberto Baradel y cía, que hacen gárgaras con la defensa de una educación nacional y popular, no han movido un pelo para enfrentar estos avances fachistoides contra la educación y la cultura. Tampoco hacen nada en resguardo de las reivindicaciones docentes (salarios, condiciones laborales, respeto a los regímenes jubilatorios, infraestructura escolar, etc.) ni de la comunidad educativa ( trabajo para los padres y madres, becas para los hijos de los trabajadores, comedores escolares).
Desde la paritaria nacional docente hasta la censura de libros, pasando por el desfinanciamiento que tuvo en la eliminación del Fonid un punto bisagra, todo han dejado pasar.
La reacción obrera y nuestras tareas
La clase obrera, y dentro de ella, los trabajadores de la educación, han enfrentado esta ofensiva. Las huelgas docentes provinciales, como las de Misiones, Neuquén, Santa Fe, Buenos Aires (con los Sutebas multicolores), por mencionar algunas, y la gran lucha docente y estudiantil universitaria, son la base para el plan de acción que debemos poner en pie en 2025.
La doble defensa de la educación pública, su financiamiento, continuidad, de los reclamos de los trabajadores de la educación, y la lucha por imprimirle un perfil cultural y político propio, queda en manos de los sectores combativos de la docencia y coloca como necesidad imperiosa la batalla por la recuperación de los sindicatos. Esta tarea se corporiza en la recuperación del sindicato docente santacruceño Adosac de parte del clasismo o en la lucha de la docencia jujeña en defensa del triunfo de la lista antiburocrática de la Lista 5 en el sindicato de base de Ctera-Adep, que la burocracia ceterista, el Ministerio de Trabajo y los gobiernos provincial y nacional pretenden birlar con el desconocimiento liso y llano del enorme triunfo de la docencia organizada por la agrupación «El Hormiguero».
Esta situación política y educativa y las tareas necesarias para el triunfo de la docencia y la educación pública estará en el centro de los debates del XVII Congreso Nacional de Tribuna Docente, a desarrollarse los días 16 y 17 de febrero.