Educación

13/2/2025

Aporte al XVII Congreso Nacional de Tribuna Docente

¿Qué hay de nuevo en los debates sobre alfabetización?

Una “nueva” reforma que profundizará la crisis educativa.

La ultraderecha ha tomado el debate sobre alfabetización como parte de la “batalla cultural”.

La derecha argentina ha recuperado una agenda educativa que se asienta en la crisis de la educación de la cual son responsables los sucesivos gobiernos. Como continuidad de la campaña “abran las escuelas” durante la pandemia, existe en la actualidad un debate público sobre cómo se enseña en las escuelas a leer y escribir, y una cierta estridencia contra el constructivismo y el “populismo pedagógico” por parte del gobierno nacional, un sector de especialistas encabezado por Ana Borzone, Beatriz Diuk, Vanesa De Mier y otros, el PRO, la UCR, el peronismo de las provincias y el periodismo en su casi totalidad.

El enfoque de conciencia fonológica viene ganando terreno en el debate público y es apalancado por el gobierno nacional y la derecha, junto con ONGs como Argentinos por la Educación, y un sector de especialistas ligados a las neurociencias.

En la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri llevó adelante una reforma del diseño curricular para las escuelas primarias y reemplazó el enfoque constructivista por el de conciencia fonológica. Hace años se instaló en Mendoza y viene avanzando en la mayoría de las provincias.

Su planteo es el siguiente: la Argentina está tan mal en materia de lectura y escritura de niños y jóvenes porque los docentes enseñamos mal o no enseñamos, por la implementación del enfoque constructivista. Así, el país estaría formando analfabetos o “disléxicos” que no aprenden porque no se les enseña. No tendría nada que ver con la crisis educativa los niveles de pobreza e indigencia infantil, la falta de recursos de las escuelas, la jornada laboral cada vez más agobiante para los docentes de todo el país, la crisis en salud mental y la falta de dispositivos y profesionales de acompañamiento a chicos con necesidades educativas especiales, el empobrecimiento de las familias docentes y la necesidad de más formación en servicio.

Sin embargo, en la mayor parte de las provincias del país no es el constructivismo el enfoque hegemónico, e incluso allí donde lo fue durante veinte años como en la Ciudad de Buenos Aires no necesariamente es el enfoque real que la mayoría de los docentes sostiene en el aula. Lo propio vale para la provincia de Buenos Aires. Cualquiera que recorra las aulas de los primeros grados de la escolaridad primaria bonaerense se da cuenta que lo que hay es una síntesis singular de tradiciones y saberes docentes que se sostienen como un trabajo artesanal atravesado por distintas corrientes pedagógicas y recursos que llegan a las escuelas, y que constituye la construcción del oficio de ser docente. Desde otro punto de vista, las preocupaciones y dificultades reales de los docentes distan mucho de un aspecto procedimental o de perspectiva didáctica.

Circunscribir la crisis educativa, o un aspecto de ella, a un problema didáctico de enfoque de enseñanza, o es una mentira lisa y llana o es la expresión de un gran desconocimiento de todos los factores que influyen en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

La “nueva” (vieja) querella de los métodos

Esencialmente, existen dos enfoques teórico-metodológicos hegemónicos sobre alfabetización: el constructivismo de base psicogenética (que es el oficial en la provincia de Buenos Aires y lo era hasta 2024 también en CABA) y el enfoque de conciencia fonológica (aunque es conocido con otras denominaciones).

La mayor parte de la bibliografía especializada en el tema sostiene que las investigaciones no han podido determinar objetivamente qué enfoque es mejor. Las "evidencias" a las que hacen mención algunos referentes de las neurociencias sobre el entrenamiento de la conciencia fonológica son dispositivos de intervención diseñados, controlados y evaluados por equipos del mismo enfoque que "demuestran" que es mejor. No hay estudios comparados ni colaborativos entre ambos enfoques y tampoco hay investigaciones independientes de un enfoque y otro que concluyan que uno es mejor.

Hay líneas investigativas que concluyen que ambos enfoques se centran en distintos aspectos particulares de la lengua y que no son necesariamente contrapuestos. Esto se plasma, por ejemplo, en el llamado enfoque equilibrado, que intenta integrar elementos de ambos enfoques y otras tradiciones y saberes docentes.

A nivel pedagógico es un retroceso a métodos de tipo neoconductistas sustentados en una línea particular de las neurociencias y el enfoque de conciencia fonológica, supuestamente basados en la “evidencia científica". Se trata de un aplicacionismo de las neurociencias a la alfabetización.

El problema no son las neurociencias en sí, sino un sector de ellas que promueve una traducción directa del “laboratorio” a las aulas, reduciendo el mundo a la materialidad biológica, dejando afuera a los sujetos, los signos, la construcción de sentidos, lo simbólico y subordinando las interacciones a una práctica repetitiva asimilable a un entrenamiento.

La alfabetización, un eje de la “batalla cultural” libertaria: el constructivismo como parte del “wokismo”

El constructivismo está asociado históricamente al progresismo pedagógico. En él confluyen varios factores: el movimiento escolanovista, el psicoanálisis y una práctica psicológica más paidocéntrica, una mirada desde el análisis de las instituciones más democrática de los estilos escolares y de formas más horizontales de ejercer la autoridad, una currícula más basada en el aprender haciendo que en conocimientos abstractos, donde pueden rastrearse ciertas influencias de Dewey. Más en general, la idea de una educación respetuosa de las infancias y un proceso de enseñanza que esté conectado con el hacer. De ahí, el eslogan del constructivismo, tan denostado, de “se aprende a leer y escribir leyendo y escribiendo textos”.

A partir de la década del setenta, organismos internacionales como la Unesco comenzaron a tomar esas líneas didácticas en el marco de lo que se plasmó en el documento “Aprender a ser. La educación del futuro” (1973), sobre la base de que la escuela debía adaptarse a lo transitorio del conocimiento y que las futuras generaciones puedan insertarse en un mercado laboral cada vez más cambiante e inestable. Se planteó en ese documento internacional que los contenidos de enseñanza debían centrarse en habilidades para aprender a lo largo de la vida. En relación con la alfabetización, se impuso la idea de que los contenidos de enseñanza ya no fueran la lengua y sus elementos constitutivos -la gramática, la ortografía, etc.-, sino las “prácticas del lenguaje”, una lengua estudiada en las manifestaciones concretas de su uso, la escuela puesta al servicio de formar usuarios competentes de la lengua escrita.

Bajo este paraguas se justificó una flexibilización de los contenidos (currículum por competencias) que la escuela debía justificar.

Todo esto empalma con el enfoque constructivista. Así como ahora los Estados capitalistas, las fundaciones y ONG’s, los organismos internacionales como Unesco, el BID y el Banco Mundial, etc., están promoviendo la imposición del enfoque de conciencia fonológica, desde los años ochenta y especialmente durante la década del noventa, fue el enfoque psicogenético el que estos organismos promovían.

Ese deslizamiento de enfoques no tiene nada de progresivo para la educación de las masas y el trabajo docente en alfabetización. Por el contrario, la determinación concreta de estos lineamientos se materializa en el intento de bajar a las aulas un paquete educativo prefabricado con guías de actividades estandarizadas que reducen aún más el rol docente a mero aplicador de recetas "salvadoras". El sistema de escritura quedaría reducido a la enseñanza del sonido de las letras con una pérdida de ofertas culturales para los estudiantes y una degradación de las condiciones laborales docentes.

Una propuesta para el debate

Lo que está en juego es una disputa sobre el objeto cultural lengua escrita en el ámbito público de enseñanza oficial para las infancias.

Se trata de un nuevo intento de bajar aún más el piso de recursos culturales que el Estado garantiza a las escuelas y las aulas. Sería un proyecto alfabetizador sin libros. Bastaría una guía de actividades basadas en la enseñanza de las letras, sus sonidos, la lectura de palabras sueltas o frases sin sentido como entrenamiento rutinario escindido del aspecto sociocultural que implica el acceso a la cultura escrita por parte de las infancias a través de la mediación escolar.

Congruentemente, esta reforma implica un mayor control y disciplinamiento docentes por parte del Estado que intenta regimentar los aspectos ideológicos del trabajo docente y avanzar en la determinación de qué se enseña y cómo se enseña, exacerbando el carácter prescriptivo de la política curricular.

Centrar la crisis educativa en un enfoque de enseñanza y en cómo los docentes enseñamos encubre las verdaderas causas de dicha crisis y a sus responsables, los políticos capitalistas que vienen gobernando el país.

La sospecha de que los docentes enseñamos mal o no enseñamos abre una cuña al interior de las comunidades educativas, enfrentando a los trabajadores de la educación con las familias y rompiendo una unidad necesaria para luchar en defensa de la escuela pública.

La lucha por el salario, el presupuesto educativo, por la mejora de las condiciones laborales docentes, más y mejores escuelas, la infraestructura y los recursos, los profesionales y equipos de apoyo, los comedores escolares y el boleto educativo gratuito, la formación docente en servicio, entre otros ejes, son la base material para la mejora educativa.

Esto no puede desligarse de la situación crítica de las infancias, hundidas en la pobreza y la indigencia, junto a sus familias.

Sobre esa base, es preciso recuperar también la lucha por la autonomía intelectual de los docentes, sostener una distancia crítica de todos los enfoques de enseñanza y defender la libertad de cátedra.

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