Historia

19/11/2025

El comunismo utópico en la Revolución Francesa

François Babeuf y la Conspiración de los Iguales.

Revolución Francesa.

François Babeuf y Alexandre Darthé fueron detenidos y condenados a la pena capital en 1797, acusados de conjurarse para derrocar al Directorio. A Babeuf se le adjudicó la responsabilidad principal por la Conjura de los Iguales como se conocería al movimiento revolucionario. Darthé, por su parte, fue condenado a la guillotina como presunto firmante de una orden secreta para ejecutar a los cinco directores una vez que resultase triunfante la insurrección. Otros líderes de la Sociedad de los Iguales, como Felipe Buonarrotti, fueron desterrados y muchos otros detenidos y perseguidos. Delatada la Conspiración por un confidente policial, el Directorio emitió 255 órdenes de arresto para desmantelar a la organización revolucionaria. Un caso paradigmático fue la detención de un miembro del Consejo de los 500 del Directorio, que había jugado un papel fundamental en el arresto de Luis XVI, y era miembro de la tendencia babeuvista.

Las fases de la Revolución Francesa

El Directorio se constituyó a fines de 1795 y fue el emergente del golpe contrarrevolucionario de Termidor que derrocó a Robespierre y persiguió a los jacobinos, sans- culottes y a los rabiosos. Robespierre fue ejecutado en la guillotina el 28 de julio de 1794. En el corto tiempo que duró la dictadura jacobina -apenas un año- "el terrible martillo borró como por encanto de la faz de Francia todas las ruinas feudales", diría Marx, agregando que "la burguesía, con su temor y su prudencia, no hubiera realizado esa labor en el trascurso de varios decenios".

El Terror Blanco que siguió al golpe termidoriano liberó los precios de los granos desatando una enorme especulación y carestía. La contraofensiva conservadora fue poniendo fin a un ciclo de oleadas revolucionarias que habían empujado la revolución hacia adelante, y forzado a la burguesía a ir más allá de lo que esta pretendía en un inicio, que no era el derrocamiento revolucionario de la Monarquía sino su control parlamentario. A diferencia de la "Revolución Gloriosa" de 1688 en Inglaterra que dio comienzo a la era de una monarquía constitucional, la Revolución Francesa le costó la cabeza a Luis XVI y proclamó la República. Esta misma burguesía actuó bajo la presión de las luchas campesinas en la Francia rural, y de las capas urbanas de artesanos, tenderos, trabajadores, y del pueblo pobre identificadas con los sans-culottes. Distintos autores coinciden en señalar que la Revolución Francesa propiamente dicha se cerró con el Termidor y el Directorio que fueron consolidando a la burguesía como clase. 

En estas fases se distinguen el periodo de la Asamblea Nacional y de los pactos entre la burguesía y la aristocracia para redimir e indemnizar a los señores. Esto marcaría el contraste entre la letra de la Declaración de los Derechos del Hombre y los Ciudadanos y la realidad de una “feudalidad encubierta” que dio lugar a una guerra civil en el campo hasta 1793. Los Girondinos impusieron su mayoría en la Asamblea Nacional y gobernaron hasta ser expulsados por una acción revolucionaria de las “Secciones de Paris” bajo la influencia y organización de los sans-culottes y hebertistas que representaban un ala izquierda de la Montaña. Como señala Albert Soubol “ a rivalidad entre la Gironda y la Montaña, pese a su común pertenencia burguesa, reviste, como consecuencia de las opciones políticas, un innegable  carácter de clase. Brissot, líder de los girondinos escribió en octubre de 1792 que los “desorganizados eran aquellos que querían nivelarlo todo, propiedades, bienestar, precio de los productos, y diversos servicios a prestar a la ”sociedad”. Los intereses que defendían los girondinos eran los de la burguesía más rica de fabricantes y comerciantes.

Los sans – culottes y los hebertistas representaban a la masa popular urbana y fueron el pilar de las Secciones parisinas. Cada sección de París contaba con su propio gobierno municipal, armamento y comités revolucionarios. La alianza de la burguesía media con los barrios más revolucionarios de París encumbró a los jacobinos al poder. Maximiliano Robespierre fue el principal dirigente del Club de los  Jacobinos conformado por sectores burgueses medios y de la intelectualidad liberal que proveyó de cuadros políticos a la fase más radical de la Revolución. Dirigiéndose contra los girondinos, Robespierre denunció a los falsos patriotas que quieren una República para sí mismos y que pretenden gobernar para los ricos (Carta a sus comitentes de setiembre de 1792). En diciembre afirmó que de todos los derechos “la primera ley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir, todas las demás están subordinadas a esta”.

La suerte de los girondinos quedó atada a la de Luis XVI que intentó escapar de Francia a fines de 1791 para fomentar la contrarrevolución y unirse a las tropas austríacas. María Antonieta estaba emparentada con los Habsburgos de Austria. Antes de huir, el rey dejó firmada la anulación de todo lo actuado por la Asamblea Nacional y la Declaración de los Derechos del Hombre y los Ciudadanos. Descubierto, Luis XVI  fue detenido y puesto a disposición de la Asamblea Nacional. Los debates sobre qué hacer con el rey y el gobierno de Francia enfrentó a la “Montaña” (alianza de jacobinos y sans culottes) con los girondinos que pugnaban por mantener al monarca al frente del gobierno si éste aceptaba jurar la Constitución. En el extremo opuesto y bajo la presión de los barrios revolucionarios de París, los diputados jacobinos empujaron el juzgamiento del rey la reina y posteriormente su ejecución en la guillotina.

Los sans culottes y los hebertistas inclinaron la balanza y decidieron la suerte del rey y también de los diputados girondinos. Las jornadas revolucionarias del 31 de mayo al 2 de junio de 1793 –protagonizada por las secciones de París y la masa popular urbana- eliminaron a los girondinos. Los restos de la Gironda que no fueron detenidos y ejecutados se refugiaron en Burdeos, Marsella y Lyon donde se reagrupaban los partidarios del Antiguo Régimen y de un acuerdo traicionero con la intervención extranjera. A esta reacción contrarrevolucionaria se la conoció como las “revueltas federalistas”. Con la caída de los girondinos se desarrolló el periodo más revolucionario de la Revolución Francesa. 

La dictadura jacobina y el Terror defendieron a un París exhausto y amenazado. En 1793 se decretó el “Maximun” para los granos, dirigido a armonizar el precio del pan con los salarios. Más lejos que lo que  deseaban los jacobinos – quienes consideraban la propiedad privada como un derecho natural- los sans culottes le exigieron a la Convención otro “maximun”  para que nadie pudiese tener más de una tienda o un taller. La vanguardia revolucionaria que fueron los barrios de París no la formaba un proletariado de fábrica -que era incipiente-  sino una coalición de pequeños patrones y obreros. Soboul destaca en su libro La Revolución Francesa que de esta coalición se derivaron las características y contradicciones del movimiento popular. “El mundo del trabajo está caracterizado en su conjunto por laa mentalidad de la pequeño burguesía artesanal y cómo esta participa de la mentalidad de la burguesía”. Y agrega al respecto que los trabajadores no constituyeron ni por su pensamiento (programa) ni por su acción (marcharon detrás de los jacobinos y los más radicalizados sans culottes) un elemento independiente.

Ninguna de las fracciones de la Montaña cuestionaba a la propiedad privada como sí lo harán más tarde Babeuf y la Sociedad de los Iguales. Completa Soboul cuando señala que no había una relación directa entre el valor del trabajo y el nivel del salario “que se fijaba de acuerdo a los precios de las subsistencias”. Se identifica la dictadura jacobina con el Terror, que fue un medio de defensa nacional de la Revolución  frente al complot de la aristocracia y los intentos de asesinatos de dirigentes jacobinos, entre ellos Robespierre. Los atentados se convirtieron en una contrarrevolución armada abierta. Soboul aporta un dato interesante cuando señala que el 71% de las ejecuciones se realizaron en las dos principales zonas de la guerra civil. Solo el 15% de las condenas a la pena capital se consumaron en París.

Durante 1793 el dirigismo económico del gobierno revolucionario se impuso bajo la presión popular y como necesidad de la defensa para alimentar al pueblo y aprovisionar las ciudades. Francia estaba prácticamente bloqueada y su comercio exterior paralizado. Entre las medidas que limitaron la libertad de empresa se destacaron las requisas, la tasación que impuso topes de beneficios, la nacionalización de la fabricación y producción de armamentos y la abolición definitiva y sin indemnización de todos los derechos señoriales, una reivindicación campesina que se arrastraba desde 1789.

Los jacobinos, partidarios del liberalismo económico no apoyaron jamás una reforma agraria ni la división de las grandes explotaciones en el campo. El historiador Georges Lefebvre escribió a propósito del Terror que este fue ante todo una manifestación colectiva y popular apoyada en los comités de vigilancia y los tribunales revolucionarios que dictaban las sentencias y elaboraban las listas de los  enemigos de la Revolución y de quienes conspiraban aliados a las monarquías extranjeras con las que Francia estaba en guerra. En sus palabras 1793 fue el apogeo de la guerra civil. 

Babeuf apoyó la represión contra los elementos contrarrevolucionarios pero criticó las ejecuciones de dirigentes como Hebert -a la izquierda de Robespierre- en las que veía una forma sumaria y brutal de zanjar diferencias internas, desmoralizando al pueblo.

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Babeuf

François "Graco" Babeuf, fundador de la Sociedad de los Iguales, fue el representante de la tendencia más radical de la Revolución Francesa que dejó su sello en posteriores movimientos revolucionarios. Lo hizo en términos de programa y por la importancia que le asignó a la construcción de una organización  revolucionaria, militante y centralizada. Los Jacobinos tuvieron sus clubes pero no una organización única. Lenin estudió a la Sociedad de los Iguales de François Babeuf -a través de Blanqui- y muy probablemente fue una inspiración para el Partido Bolchevique. La estructura clandestina que adoptó la Sociedad de los Iguales fue la respuesta a la persecución del Directorio. En la cúspide actuaba un Comité encargado de la Insurrección. Había una militancia activa que estaba organizada y recordaba a las logias masónicas secretas, y una periferia más amplia que colaboraba con los revolucionarios. El partido de Babeuf tuvo su centro en París con ramificaciones en varias ciudades de Francia y dentro de sectores del Ejército.

La Conjura no se propuso un golpe de mano sino desatar una insurrección nacional para consumar lo que llamaba Babeuf "la segunda Revolución Francesa". En sus discursos, en sus textos y en el Manifiesto de los Plebeyos, denunció el estrangulamiento de la Gran Revolución a manos de la burguesía y de todos los conciliadores que buscaban un compromiso con la aristocracia y que defendían la propiedad privada como un "bien sagrado”. El líder de los Iguales cuestionó el régimen de propiedad privada, la herencia y los privilegios de las clases adineradas. Veía en todo esto una contradicción entre la igualdad jurídica  establecida por la Declaración de los Derechos del Hombre y los Ciudadanos y la falta de igualdad efectiva de los ciudadanos en la República. El dirigente revolucionario francés no se limitó a la crítica ética de las desigualdades sociales y se empeñó en organizar y profundizar la Revolución.

Si bien François Babeuf se dirigió a los Plebeyos, también puso en evidencia la diferenciación clasista en el seno del pueblo. La “dicha común”, bandera jacobina, era para los Iguales de Babeuf incompatible con la propiedad privada de la tierra y de la naciente industria. En el balance histórico entra la plena conciencia que tuvo François Babeuf sobre la necesidad de la construcción de una organización revolucionaria. La tarea planteada por Babeuf era el derrocamiento revolucionario de la reacción termidoriana y de su gobierno, el Directorio. Formado en la cuestión campesina, el publicista, político y militante revolucionario fue también un hombre de acción, varias veces encarcelado por su lucha. Fue en el rigor de la cárcel donde empezó a construir la organización clandestina de La Sociedad de los Iguales y a seleccionar los cuadros dirigentes que tendrían a su cargo el Comité Insurreccional. La tendencia babeuvista representó la variante más radical del socialismo utópico, tanto por su programa -la comunidad de bienes y de trabajo- como por su intervención directa en la lucha de clases. 

El utopismo de François Babeuf no radicó en la construcción imaginaria de una sociedad ideal. Su pensamiento estuvo condicionado por el modo de producción y el proceso histórico en el que le tocó actuar, entre la caída del Antiguo Régimen absolutista y un capitalismo en vías de formación. La clase obrera, numéricamente reducida por el incipiente desarrollo capitalista, no jugó un papel preponderante  en la Revolución como sí lo hicieron la pequeña burguesía urbana y el campesinado. Llamado el "primer comunista", Babeuf careció sin embargo de un análisis materialista dialéctico y de clase de la historia, que es la base del socialismo científico. Babeuf no entendía al Estado como una fase transitoria para reorganizar la sociedad en el camino de la extinción de las clases sociales sino como la estación terminal de la República igualitaria. 

El Estado para Carlos Marx apareció históricamente con la propiedad privada y como un instrumento de coacción de las clases propietarias para asegurar el dominio y la explotación del trabajo ajeno. Con el advenimiento del capitalismo, el Estado burgués será la fuerza y la violencia organizada para la apropiación de la fuerza trabajo comprada por el capitalista como una mercancía. La extinción del Estado como organismo de coacción será la consecuencia de la extinción de las clases antagónicas en las que está dividida la sociedad. El mérito de Babeuf fue el de unir la lucha por la igualdad con la lucha por la  abolición de la propiedad privada y una planificación estatal de la distribución de los bienes. Esta era la función que los Iguales le daban al Estado. 

La reacción Termidoriana y la Conspiración de los Iguales

El golpe de Estado del mes de Termidor (onceavo en calendario republicano) y el Terror Blanco reaccionario (persecución de las organizaciones revolucionarias) fue cerrando la ola revolucionaria  abierta el 14 de julio de 1789. La crisis se agudizó al final del invierno del año II cuando el gobierno  jacobino se empeñó en someter a la democracia popular de los Sans Culottes y a las "secciones" de los barrios de París. Las dificultades para abastecer a la población agitaron el malestar social y dieron lugar a una doble oposición al gobierno fruto de la división de la Montaña. Por derecha se ubicaron los llamados  "indulgentes" y por izquierda "los hebertistas". Se quebró de esta forma la alianza de los jacobinos con los Sans Culottes. El ejécito revolucionario fue licenciado en marzo de 1794, los comisariados encargados de combatir los acaparamientos, suprimidos, y desde el gobierno escaló una ofensiva contra las sociedades seccionarias que habían jugado un papel decisivo en los momentos más críticos de la Revolución y en la propia ejecución del rey, precipitando la República.

La descomposición del gobierno jacobino dividió a la Convención. Danton, líder de la fracción conciliadora, fue ejecutado. Antes, la represión se había dirigido haca los hebertistas. Golpeando a izquierda y a derecha, los jacobinos se desembarazaron de esta doble oposición. Hebert fue guillotinado acusado de debilitar a la Revolución por su campaña de “descristianización”.

La crisis gubernamental enfrentó al Comité de Salvación Pública con el Comité de Seguridad General, que en su mayoría era hostil a Robespierre. El "Incorruptible" cayó y con él se desmoronó el gobierno revolucionario. La pasividad de las Secciones de París -que habían sido el baluarte popular de la Revolución- fue una consecuencia de la propia desmovilización que habían impuesto los jacobinos cuando se volvieron contra el “movimiento seccionario”. El golpe termidoriano avanzó a caballo de esta desmoralización y confusión que iba poniendo a las masas en retirada. Consumado el golpe y guillotinados Robespierre y Saint Just, el Termidor disolvió el Club de los Jacobinos en noviembre de 1794 y abandonó la política del Terror. En su defecto aplicaría el Terror Blanco contrarrevolucionario para  desmantelar las medidas que limitaban los beneficios de la burguesía más rica. Un último intento de los Sans Culottes, que se levantaron en abril de 1794, fracasó, y "el fabourg de Saint Antoine, columna de la Revolución de 1789, captuló sin combate" (Soboul).

En este complejo proceso -que recorrió distintas fases en pocos años- tuvo lugar la insurrección  espontánea del 20 y 21 de mayo de 1795. Esta insurrección fracasada fue uno de los últimos estertores de resistencia al curso reaccionario. La insurrección volcó al pueblo de París a las calles agobiado por el  hambre, la desorganización económica, la especulación, el desabastecimiento y la devaluación imparable  de la moneda que llevó prácticamente a la desaparición del papel moneda. La carestía y la suba de los precios fue consecuencia de la inestabilidad económica, de la abolición de la ley de "máximun general"  -que ponía un tope a los aumentos- y de la supresión de los precios subsidiados del pan y otros alimentos. El Directorio reprimió brutalmente el levantamiento.

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Utopismo

No es correcto identificar el utopismo de Babeuf con el aventurerismo. La llamada Conjuración de los Iguales -fracasada, delatada y desmantelada por la policía- se propuso darle continuidad a la insurrección de 1795. Babeuf no era un desconocido sino un publicista reconocido y respetado por su compromiso y  la persecución que sufrió durante la Revolución Francesa. Una de las conclusiones que sacó Babeuf de la insurrección de 1795 fue la de poner en pie una sólida organización revolucionaria. En esto trabajó Babeuf en prisión, y más tarde cuando fue liberado con una amnistía. La "Conspiración" no giró en el vacío pero también puso en evidencia el cambio negativo que se había producido en el ánimo popular. La derrota de la insurrección agravó el retroceso del movimiento popular.

Con el golpe del 18 Brumario de 1799, el poder pasó a manos de Napoleón Bonaparte quien se proclamó emperador cinco años más tarde. Napoleón había ganado un gran prestigio como general. El ciclo revolucionario se reabriría en condiciones históricas diferentes con las revoluciones de 1830, de 1848 y con la Comuna de París de 1871. La aparición del proletariado como actor revolucionario extremará el conservadurismo de la burguesía y su hostilidad al papel independiente de la clase obrera. Así fue en la Revolución de 1848 en Francia y en el resto de Europa. Marx acuñó la célebre frase inicial del Manifiesto Comunista "un fantasma recorre el mundo y es el fantasma del comunismo". Con la Comuna de 1871 -la forma hallada, según Marx- se superaba la división de poderes propia del liberalismo burgués poniendo en pie un organismo que legislaba y gobernaba al mismo tiempo con delegados electos, revocables, y un  salario promedio de los funcionarios igual al de un obrero. Este organismo daba por tierra con el charlatanerismo de las asambleas y parlamentos burgueses y junto al armamento popular sentó las bases de la dictadura proletaria. La corta vida de la Comuna masacrada por la reacción solo le permitió a los revolucionarios comuneros dar los primeros pasos en la dirección buscada del gobierno obrero. 

La tendencia socialista utópica que representó Francisco Emilio Babeuf fue reconocida por Carlos Marx y Rosa Luxemburgo como fuente teórica para la elaboración crítica del socialismo científico y el comunismo. Babeuf entendía imprescindible una dictadura revolucionaria para llevar adelante lo que el historiador Lefebvre llamó "el comunismo de bienes y reparto", base del igualitarismo baveuvista. Esta dictadura debía actuar para suprimir toda amenaza contrarrevolucionaria interna y externa y para organizar la distribución de los medios de vida a partir del trabajo colectivo. El "comunismo de subsistencia” de Baveuf se correspondía con la situación de un París hambriento y desabastecido pero reflejó también los límites de una economía fundamentalmente campesina.

Manifiesto de los plebeyos

El igualitarismo de Babeuf consideraba al trabajo como una obligación en una sociedad "sin parásitos ni haraganes" donde estuviese prohibida la explotación del trabajo ajeno. En esto se asentaba el comunismo de François Babeuf, un comunismo cuya necesidad no surgía de la producción industrial masiva -como la que avanzaba en Inglaterra con la Revolución Industrial- sino de la desesperación por el reparto de subsistencias para darle de comer al pueblo hambriento. Las crisis económicas recurrentes aumentaron el número de personas que debían ser asistidas para poder comer. La necesidad de un poder fuerte para defender la revolución fue también la conclusión que sacó Babeuf de la reacción termidoriana que extendió la represión contra todo el movimiento popular respondiendo a la voz de orden de la  burguesía que reclamaba estabilidad económica y política para poner fin a la revolución y hacer progresar sus negocios.

El Manifiesto de los Plebeyos del 30 de noviembre de 1795 ofició como programa de los Iguales que se proponían abolir la propiedad privada. En este plano, François Babeuf se delimitó de Robespierre y los Sans-Culottes cuyo horizonte era la extensión del derecho de propiedad a todo el pueblo, y la regulación de la propiedad privada para evitar abusos y concentración de patrimonios. Para el jacobinismo el derecho de propiedad era un derecho natural, siguiendo el pensamiento de Rousseau. Sus medidas dirigistas apuntaban a la defensa y la extensión de la pequeña propiedad. Babeuf cuestionó toda ley agraria que se limitara a una generalización del reparto de tierras para asegurar la pequeña propiedad campesina. El Manifiesto de los plebeyos concluía que una generalización de la pequeña propiedad conducía en un tiempo breve a nuevas desigualdades sociales y al enriquecimiento de los más beneficiados dando lugar a nuevas concentraciones de la propiedad. 

La lucha de los campesinos fue un gran acicate para el estallido revolucionario de 1789 y estuvo presente activamente en el período más álgido de la Revolución Francesa con motines y levantamientos hasta 1793. Esta lucha de clases en el campo fue virulenta contra los restos de la feudalidad y los compromisos de la burguesía con la aristocracia. Con la Asamblea Constituyente de agosto de 1789 se abolió la feudalidad institucional pero se mantuvo como realidad económica en los primeros años de la Revolución Francesa. Los derechos feudales que la Asamblea consideraba redimibles y sujetos a indemnización obligaban a los campesinos a pagar la liberación de las tierras. El decreto de marzo de 1790 distinguió  entre la feudalidad dominante -usurpada por la violencia- de la feudalidad contratante con derecho a indemnización que fue convertida en propiedad privada para la redención de las rentas inmobiliarias. Las indemnizaciones eran impagables para el campesinado pobre. Las revueltas campesinas de agosto de 1789 pasaron a la Historia de la Revolución Francesa con el "Gran Miedo", un levantamiento campesino que atacó castillos, destruyó documentos feudales y tuvo como combustible la escasez de alimentos y los rumores de una conspiración aristocrática.

Lefevbre escribió que la abolición de la feudalidad fue una amarga decepción para los pequeños campesinos, granjeros y colonos porque se realizaba bajo la forma de un compromiso con la aristocracia. En el Manifiesto de los Plebeyos publicado en el periódico Tribuna del Pueblo, François " Graco" Babeuf defendió la abolición de la propiedad privada y una dictadura revolucionaria que garantizara la abolición. Sobre la cuestión campesina, dirá " ¿Es la ley agraria lo que queréis? No, es más que esto. Conocemos el argumento invencible que podrían oponernos. Se nos diría, y con razón, que la ley agraria no puede durar más que un día; que desde el día siguiente de su establecimiento, la desigualdad volvería a aparecer". 

En otro párrafo señala lo siguiente: "Probaremos que la tierra no es de nadie, pero que es de todos. Probaremos que el pretendido derecho de alienabilidad es un atentado infame y criminal contra el pueblo. Probaremos que la herencia por familia es otro horror no menos grande; que aísla a todos los miembros de la asociación, y hace de cada hogar una pequeña república, que no puede dejar de conspirar contra la grande, y consagrar la desigualdad". Extendiendo su cuestionamiento más allá de la propiedad agraria señalará también que “producción de la industria y del genio devenga en propiedad de todos, dominio de la asociación entera, desde el momento mismo en que los inventores y los trabajadores les han dado vida; porque no son más que una compensación de las precedentes invenciones del genio y de la industria, de las cuales estos inventores y estos trabajadores nuevos se han aprovechado en la vida social, y que les han ayudado en sus descubrimientos“ … y “que ya que los conocimientos adquiridos son del dominio de todos, deben, pues, ser igualmente repartidos entre todos”. Y remata señalando que “el único medio de llegar a tal punto es establecer la administración común: suprimir la propiedad particular; vincular a cada hombre al talento, a la industria que conoce, obligarle a depositar el fruto en especies en el almacén común; y establecer una simple administración de distribución, una administración de subsistencias, que lleve el registro de todos los individuos y de todas las cosas".

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Vida de un revolucionario

 François Graco Babeuf tomó su nombre político en honor al tribuno de la plebe y activo participante de las luchas sociales contra los Patrcios en la antigua República Romana. De origen humilde pudo educarse e indagar con su trabajo en los abusos que sufrían los campesinos. Como aprendiz de notario se fue especializando en derecho feudal y estudió los Cuadernos de Quejas donde los campesinos dejaban testimonios de sus denuncias y reclamos para llevar a los Estados Generales. Diría Babeuf que durante su estadía en la Región de Picerdía -donde trabajaba- descubrió en el polvo de los archivos señoriales "los misterios de la usurpación de la casta noble". En el Discurso preliminar al Discurso del Catastro Perpetuo, Babeuf desarrolló su cuerpo de ideas -prohibición al propietario de vender sus bienes y obligación de devolverlos a la comunidad a su muerte- que más tarde profundizó en el Manifiesto de los Plebeyos. No se trataba de limitar la gran propiedad sino de suprimir la propiedad privada  misma estableciendo una comunidad de bienes y de trabajo.

La delimitación programática con los jacobinos y Sans Culottes no le impidieron a Babeuf defender a Robespierre y  a otros revolucionarios  jacobinos  frente a la reacción termidoriana. Denunció y combatió a los girondinos cuando estaban en el poder, y desde 1794 al golpe de Estado al interior de la Convención. De este golpe nació el Directorio que lo condenó a la guillotina en 1797. La Revolución Francesa pasó a la Historia como un modelo de Revolución Burguesa pero tuvo como característica distintiva su componente popular y de luchas de clases y partidos que la distinguió de otras revoluciones burguesas de la época. Esto explica tanto su radicalización inicial hasta 1794 como la brutalidad de la  reacción contrarrevolucionaria. Felipe Buonarrotti, compañero de lucha e integrante del Comité  Insurreccional de los Iguales, desenvolvió el plan político de Babeuf y sus fundamentos en su libro “Conspiración en nombre de la Igualdad“ publicado en 1828.

Para finalizar citamos un extracto de la última carta de François Graco Babeuf a su familia, poco tiempo antes de ser ejecutado por el Directorio, que confirma su compromiso político y su integridad personal. Escribió "Decidles cómo he muerto e intentad hacedles comprender, a esas buenas gentes, que una muerte así es gloriosa, lejos de ser deshonrosa. Adiós para siempre; me envuelvo en el seno de un sueño virtuoso". La reivindicación de Graco Babeuf como "el primer comunista" es válida si se pone en el contexto de su tiempo. Marx y Engels se refirieron elogiosamente a la Sociedad de los Iguales como el primer partido “verdaderamente comunista”. León Trotsky inscribió a Babeuf entre los grandes mártires revolucionarios asesinados por la reacción a la altura de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. 

La Sociedad de los Iguales de Babeuf representó el ala más revolucionaria de la Revolución Francesa. Su incidencia efectiva en el proceso revolucionario fue muy limitado por el desmantelamiento represivo y por el retroceso de la iniciativa popular a partir del golpe contrarrevolucionario que derrocó a los jacobinos, pero su legado introdujo al “pensamiento comunista en la política” (Soboul).

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