Trump usa métodos de guerra civil contra la rebelión popular

La crisis política se acerca a una encrucijada

La crisis social y la intensa militarización de todo el territorio de Estados Unidos alimentan todos los días nuevos choques entre las masas y el Estado. Los discursos sobre reformas y gestos simbólicos no sólo no contentaron a los manifestantes. Tampoco hicieron disminuir la brutalidad policial, generando todos los días nuevos asesinatos, represiones y crímenes contra la población.

La rebelión no ha podido ser quebrada y da renovadas muestras de vitalidad. Al mismo tiempo, carece de una dirección política que la unifique en una acción común y una plataforma para imponer una salida en sus términos a la crisis de poder que existe en el país. Trump sufrió sucesivas derrotas en sus intentos de aplastar la movilización, golpeando duramente su autoridad política. Sin embargo, la oposición demócrata, que controla la cámara baja del Congreso y gran parte de los sindicatos tiene como política su continuidad en el poder hasta las elecciones y el repudio a las medidas de acción directa. Un ingreso en escena del movimiento obrero organizado sería un golpe letal para el régimen de Trump.

Fuego cruzado

El sábado 5 de septiembre se cumplieron 100 días consecutivos de choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad en las calles del país. En Portland, Oregon, una de las ciudades que ha sido el centro de los choques más duros hubo un recrudecimiento de la represión de las fuerzas federales, enviadas nuevamente a la ciudad luego de que en el mes de julio no lograron despejar las calles de la ciudad y debieron retirarse. La represión se combinó con la detención de 50 militantes, más que las noches anteriores.

El jueves 3 en la misma ciudad había sido abatido por  la policía Michael Rinoehl, un activista del movimiento de lucha local que, para defender a un compañero, mató de un tiro a un integrante de una caravana armada de milicianos derechistas que había ingresado a la ciudad a chocar con los manifestantes. Los agentes federales lo rastrearon en colaboración con las milicias de derecha y lo acribillaron más de cuarenta tiros sin que él haya tirado ni uno.

En Kenosha, Wisconsin, luego del asesinato de manifestantes que reclamaban justicia por Jacob Blake por el adolescente auxiliar de la policía Kyle Rittenhouse, visitó la ciudad el presidente Donald Trump, haciendo recrudecer los choques. El tirador, que actuó al amparo de la policía local, respondió al llamado online de un grupo miliciano, la Kenosha Guard. Trump defendió repetidamente la acción de la policía en la represión y minimizó la gravedad tanto de los asesinatos policiales como de los fusilamientos realizados por Rittenhouse.

Los choques entre manifestantes y grupos derechistas se repiten en todo el país. En la última semana hubo incidentes graves en Louisville, Nueva York, Lafayette y Gilbert. En cada caso se repite la acción de la policía armando zona liberada para la acción de sus partidarios civiles.

No ha sido un secreto la confluencia política de Trump con el lobby ultra-derechista de los sindicatos policiales y de otras fuerzas de seguridad. A los apoyos de los grupos oficiales se han sumado ahora las agrupaciones irregulares, que participan de reuniones y actos de la campaña.

En estas semanas la ultraderecha ha tenido múltiples acciones, con asesinatos e intentos de bombas contra manifestantes. Según un registro, desde mayo, grupos civiles parapoliciales han atacado a las protestas por lo menos 64 veces, embestido las protestas con autos 39 veces y disparado contra manifestantes por lo menos 9 veces.

La inacción de la policía frente a los grupos derechistas, contrasta evidentemente con la violenta represión de los manifestantes antirrepresivos y de izquierda. Un investigador ha revelado relaciones de grupos racistas con la policía en doce estados desde el 2000 y registrado cientos de posteos de contenido racistas de oficiales en actividad en las redes (The Guardian, 27/8).

El uso de la represión más brutal contra los manifestantes e incluso la convivencia de las fuerzas represivas con la ultraderecha no son rasgos exclusivos de las administraciones republicanas. En California, Nueva York o Portland hay decenas y decenas de ejemplos de estas realidades bajo gobiernos demócratas.

 

El desplome social y económico

Los ascensos del mercado de acciones de Wall Street, sustentados en el reparto de los fondos del tesoro en los paquetes de rescate al gran capital y en la emisión monetaria descontrolada no pueden esconder una crisis económica que va tomando formas estructurales más graves.

La emisión está llevando a una devaluación relativa del dólar, que va entrando en crisis como moneda de referencia internacional como lo muestra la marcada apreciación del oro. También hay un endeudamiento creciente, particularmente colocando los bonos en el propio Estado. Alertábamos recientemente en Prensa Obrera “quienes van a terminar pagando la deuda son en primer lugar los propios estadounidenses a través de una licuación del valor del dólar y un aumento de los precios y, por lo tanto, una reducción del poder adquisitivo de sus salarios que son pagados en esa moneda.”

Crece también la tendencia a una nueva crisis alrededor de los préstamos hipotecarios. Los 10 principales bancos vieron un incremento abrupto de los créditos hipotecarios que tienen marcados como “críticos” porque está en duda la capacidad de pago de los deudores. Esta categoría aumentó un 62% en el registro general, pero un 144% en los créditos a empresas, donde están en juego 26 mil millones de dólares (Financial Times, 8/9).

El colapso de las negociaciones en el Congreso sobre la continuidad de la asistencia social en el marco de la pandemia fue un agravante para el humor social. Los legisladores se fueron de vacaciones sin llegar a un acuerdo, mientras Trump resolvió un decreto de extensión de los subsidios de desempleo reduciéndose de 600 dólares a 400. La disposición a su vez planteaba que los beneficios debían ser cofinanciados por los gobiernos estaduales, lo cual fue rechazado a coro por gobernadores demócratas y republicanos. Hay múltiples cuestionamientos a la legalidad del decreto, lo cual demoró los cobros en varios estados. El decreto plantea también una postergación de desalojos, pago de deudas por préstamos para pagar estudios y pago de impuestos sobre ingresos salariales, hasta fin de año, sin perjuicio de que las deudas se sigan acumulando. El clima entre los trabajadores se puede resumir en el hashtag que se popularizó como respuesta en las redes sociales: #HuelgaGeneral.

 

El Partido Republicano: la periferia lunática en el centro de la escena

La convención republicana reforzó la promoción de la extrema derecha a la primera línea del partido. La convención tuvo como oradores, a parte de una cantidad numerosa de familiares directos del presidente, a distintas figuras que se han viralizado en el  mundo de las redes sociales del entorno de la extrema derecha.

Avanzan en las primarias cada vez más candidatos con planteos abiertamente racistas, que reivindican el choque armado contra los manifestantes. Unos veinte candidatos republicanos de este año apoyan la teoría conspirativa QAnon, que dice que Trump encabeza una cruzada contra una conspiración pedófila satánica que incluye a los altos cargos del Partido Demócrata.

La crisis y la pandemia, junto a la promoción directa desde la Casa Blanca y sus medios afines, han potenciado y vinculado a grupos diversos de la extrema derecha. Trump los reúne alrededor de objetivos comunes: la derrota física de las movilizaciones y las expresiones radicalizadas de la izquierda, la comunidad negra, los trabajadores y la juventud; imponer un retroceso a las luchas del movimiento de mujeres y LGBTI;  la defensa de las fuerzas cuyo cuestionamiento está en el centro de una enorme rebelión popular; la imposición de una plataforma extrema de reclamos patronales de proteccionismo estatal, flexibilización y desregulación. Desde Prensa Obrera alertamos hace meses que la promoción de sectores de la gran burguesía de los grupos milicianos anti-cuarentena en Michigan estaba relacionado directamente con el reclamo de quebrar la resistencia obrera a estar expuestos al Covid-19 para mantener funcionando la industria automotriz.

Estos grupos son fascistas en su programa y en sus características. Su programa es la defensa de la propiedad privada mediante la imposición de un Estado policial y la supresión de la capacidad de lucha de los oprimidos. Buscan atraer así a los pequeños propietarios, aunque la concentración capitalista acelerada por la crisis es la amenaza real que pende sobre sus cabezas.

Esto no quiere decir que Trump haya reunido las condiciones políticas para imponer un Estado fascista. Por el momento no ha logrado reunir el apoyo mayoritario de la burguesía para esto. El gran capital oscila entre aprovechar la política de rescate de Trump y desautorizar los aspectos más aventureros de su política doméstica e internacional. Esto ha sido reflejado en el quiebre del Pentágono y el aparato diplomático y de espionaje, que ha dado muestras repetidas de no encolumnarse tras su orientación.

La orientación de Trump viene haciendo agua por el efecto de la crisis capitalista y por la enorme rebelión que se desarrolla hace más de tres meses, movilizando a una parte muy significativa de la población contra sus intentos represivos. Sin embargo, las intenciones fascistas de Trump y de la base que agrupa deben ser consideradas seriamente, ya que no han renunciado a sus objetivos y despliegan una ofensiva para avanzar en sus objetivos.

Desde ya, Trump no se apoya únicamente en sectores extremistas. Aún en su caída política de los últimos meses, muy pocas encuestas lo dan con menos de un 40% de intención de votos. Muchos informes plantean que Trump sigue teniendo un arraigo en sectores de pequeños comerciantes o empresarios e incluso sectores obreros sindicalizados y con antigüedad, que consideran que el proteccionismo que ha planteado es una defensa de sus condiciones de vida. La desregulación laboral es otra política de Trump defendida por las pequeñas patronales.

Los demócratas, halcones imperiales

Mientras muchos señalaron que la convención republicana estaba diseñada para entusiasmar a su base, los medios progresistas vinculados a la izquierda demócrata tomaron nota que en la convención de su partido no hubo interés alguno en movilizar al progresismo. El hincapié estuvo colocado en mostrar el apoyo a Biden de sectores del establishment republicano en ruptura con Trump y en mostrar que un nuevo gobierno demócrata sería un relanzamiento de la autoridad imperial de EEUU para actuar militar y diplomáticamente en función de sus intereses capitalistas en un mundo convulsionado en el cual Trump, a pesar de toda la pirotecnia, sólo tiene para mostrar recules.

Sanders apoyó la plataforma presentada por Biden, aunque cientos de sus delegados rechazaron votarla ya que no integró ninguno de sus planteos: ni respecto a la salud universal gratuita, ni la gratuidad de la educación universitaria, ni el New Deal Verde, ni el desfinanciamiento de la policía.

El cálculo de la dirección demócrata da por descartado el voto liberal-progresista a su fórmula contra Trump. Aunque la realidad es que muchas encuestas notan que el curso conservador de Biden, reforzado en el nombramiento de Kamala Harris y en el desarrollo de la convención, parece haber acotado la ventaja que le llevaba a Trump. Ya en 2016 la idea de que un voto por el status quo daría una victoria fácil a Hillary Clinton contra el “anti-sistema” Trump los llevó a un fracaso. Sin embargo, el aparato partidario ha rechazado cualquier tipo de avance en cargos y figuración de la pata socialdemócrata de Sanders, Ocasio-Cortez y los Demócratas Socialistas (DSA). Por el contrario, en Nueva York donde DSA capturó 6 candidaturas legislativas locales y nacionales en las primarias, el alcalde demócrata Bill de Blasio lidera una casa de brujas acusándolos de antisemitas por sus críticas al Estado de Israel.

Elecciones, golpismo y el desenlace de la crisis política

Hay encuestas electorales muy diversas. Pero la tendencia es que en el último mes, Trump achicó diferencias con Biden, aunque este sigue liderando todas las preferencias. Trump mejoró unos puntos su aprobación en estos meses, rondando un apoyo del 42% y un rechazo del 53% (fivethirtyeight.com). Por la naturaleza de la elección mediante un colegio electoral, el resultado de seis estados donde la disputa es muy cercana definiría el resultado.

Esto permite, incluso aunque pierda por lejos el voto general, prever escenarios donde Trump intente desconocer o forzar un resultado. Tanto George W. Bush como Trump en su primer mandato se impusieron sin la mayoría de los votos. En el caso de Bush, imponiendo un recuento fraudulento de votos en Florida.

Trump está hace meses instalando la idea de que el voto por correo (que podría ser mayoritario en las condiciones de la pandemia) llevará al fraude y al mismo tiempo vaciando adrede el sistema de correo. También ha manipulado la ubicación de lugares de votación y los registros de votantes. Expertos electorales han destacado que un conteo prolongado de votos y una catarata de chicanas judiciales sobre los resultados podrían dejar a la Corte Suprema, de mayoría conservadora, como arbitra de la elección.

La política del Partido Demócrata es la pasividad y la desmovilización frente a estas preparaciones cuasi-golpistas. En una serie de tuits, el jefe de su ala “insurgente”, Bernie Sanders alertó en estos días sobre la posibilidad de que Trump no quisiera reconocer una derrota electoral y promovió como respuesta únicamente la necesidad de promover el voto a Biden y una audiencia en el Congreso para discutir los preparativos electorales.

Por la naturaleza de la crisis de poder que atraviesa a los EEUU, la salida que se imponga no va a surgir únicamente de un resultado electoral. La elección de Biden o Trump en sí mismo no resuelve el destino de la rebelión popular, ni de las formaciones proto-fascistas, ni de la profunda crisis capitalista que no ha tocado ni de lejos su fondo y horada todas las relaciones sociales del país. Ni siquiera es seguro que la cantidad de votos escrutados defina quien efectivamente asuma la presidencia.

Las características políticas del próximo periodo dependen en gran medida de como los trabajadores  y la juventud que han desplegado una energía enorme en esta rebelión reaccionan frente a la encrucijada que se avecina. La renuncia de la inmensa mayoría de la izquierda a intentar darle una dirección a esta rebelión es indisimulable. DSA, la organización en la que se han coaligado, crece en las posiciones parlamentarias que puede ganar en esta elección pero atraviesa cuestionamientos internos cada vez más duros por no jugar ningún rol organizado en la rebelión y dedicarse únicamente al trabajo electoral dentro del Partido Demócrata, acompañando en los hechos su giro derechista. Cuando el control de la calle se volvió el problema estratégico, DSA no organiza para la lucha ni siquiera a los 70 mil militantes que figuran en sus padrones, porque entiende que esa no es su función. Black Lives Matter ha quedado subsumido, en términos de salida política, a la expectativa estéril de un cambio de situación mediante un triunfo demócrata. Los anarquistas juegan un rol importante en algunos puntos del conflicto, como Portland, pero no plantean ninguna consigna ni iniciativa para unificar políticamente al movimiento.

Como planteamos hace meses, la rebelión popular necesita completar su desafío a Trump, expulsandolo del gobierno. “Out with Trump Now”/Fuera Trump ya, es una bandera que ya levantan en EEUU miles de luchadores y es una estrategia para la victoria. Frente único de las organizaciones de lucha, de la izquierda, el movimiento obrero y todos los sectores oprimidos para derrotar en las calles a la represión estatal y a las bandas protofascistas. Ninguna confianza en el imperialista y represor Partido Demócrata, por un partido independiente de la clase obrera y todos los oprimidos. Asambleas populares y coordinación nacional de la lucha. Impulsar la huelga general en los lugares de trabajo y sindicatos. Por la victoria de la heroica rebelión del pueblo norteamericano.