Un balance de las elecciones mexicanas

El triunfo de Sheinbaum y el sexenio del gobierno de López Obrador

Claudia Sheinbaum (electa) y Andrés López Obrador (saliente)

Con casi el 60 por ciento de los votos, la coalición oficialista liderada por el Morena se impuso ampliamente en las elecciones mexicanas del domingo 2 y consagró como presidenta a Claudia Sheinbaum, exalcaldesa del Distrito Federal. El bloque político del actual presidente Andrés Manuel López Obrador (Morena, PT, Verdes) lograba también una cómoda mayoría en el parlamento, arañando, según los cálculos preliminares, una mayoría calificada en las dos cámaras. Se trata de números que están por encima de los logrados por AMLO en 2018, y muy por encima si se los compara con las elecciones de medio término de 2021.

En contraste, la oposición tradicional (PAN, PRI, PRD), que se presentó esta vez unida, detrás de la candidatura de Xóchitl Gálvez, volvió a retroceder. El 28 por ciento cosechado por esta alianza está 10 puntos por debajo de lo que estas fuerzas habían conseguido, por separado, en las presidenciales anteriores. En tanto, el Movimiento Ciudadano, un desprendimiento del PRD, obtuvo alrededor del 10 por ciento y quedó en tercer lugar. En el Distrito Federal y Ciudad Juárez, se presentó un Bloque Independiente, Anticapitalista y Antipatriarcal (MTS, LUS, PRT, MAS y otros grupos), pero con registros muy modestos, según indica Izquierda Diario. El zapatismo no fijó una indicación de voto, pero María de Jesús Patricio Martínez (“Marichuy”), del Consejo Nacional Indígena (CNI), quien había intentado candidatearse a presidenta por ese espacio en 2018, se mostró muy crítica del gobierno actual en una entrevista con el diario español El País.

Con estas cifras, se profundiza la debacle de los partidos tradicionales, que no han logrado borrar de la memoria popular su gestión calamitosa del país azteca, atravesada por la corrupción, las privatizaciones masivas, la fallida guerra contra el narco, las desapariciones de los jóvenes de Ayotzinapa y la miseria creciente. El repudio de este régimen fue el que le permitió a AMLO, en 2018, llegar al poder. El incremento del salario mínimo real (que se habría duplicado en el sexenio, para llegar a 440 dólares) y el desarrollo de una malla de contención social, que incluye planes de asistencia a jubilados, madres solteras y estudiantes, habría ayudado también, según el análisis de los medios, a apuntalar ahora la victoria de Sheinbaum.

No obstante, el gobierno de AMLO no encaró un plan de reorganización social de fondo de México. Por empezar, mantuvo  la subordinación a los Estados Unidos: ratificó el T-MEC (tratado de libre comercio con Washington y Canadá que reemplazó al Nafta de 1994) y, a pocos meses de empezado su gobierno, llegó a un acuerdo con Donald Trump que convirtió a México en un “Estado tapón” de las migraciones centroamericanas a Estados Unidos, incluyendo el despliegue de la Guardia Nacional en las fronteras sur y norte.

Bajo el gobierno de AMLO, México se transformó en el principal socio comercial de Washington, en desmedro de China, y esta relación se basa en gran medida en las maquiladoras, la industria de ensamblaje en la frontera de la que se valen las grandes multinacionales para producir y reexportar a Estados Unidos, aprovechando los sueldos más baratos. Una investigación de la revista “Progreso” de Tamaulipas (9/1) revela que, a pesar del aumento de los salarios en estos años, la diferencia con los trabajadores norteamericanos sigue siendo abismal. Para el mismo tipo de tareas y de jornada, en una maquila de esa provincia mexicana se gana el equivalente a 6.760 dólares anuales, mientras que del otro lado de la frontera, unos 31.200 dólares.

Con respecto a las migraciones, AMLO mantuvo los acuerdos firmados con Trump bajo el gobierno de Biden. La vice Kamala Harris hizo una visita en que se pautó esa continuidad. Se trata de un asunto clave para las administraciones norteamericanas, ya que la debacle social en la región disparó el flujo de migrantes en la última década. Hasta antes de la pandemia, eran resonantes las caravanas masivas que partían desde distintos puntos de Centroamérica con familias enteras.

Todo esto nos lleva a un segundo aspecto crítico del gobierno de AMLO, que es la continuidad de la militarización del país que había iniciado Calderón en 2006. La “guerra contra el narcotráfico”, alentada por los yanquis, dejó cientos de miles de muertos bajo los gobierno del PAN y el PRI y los cárteles siguen vivos y coleando. A pesar de ello, AMLO mantuvo al ejército en tareas de seguridad interior y formó una Guardia Nacional (en reemplazo de la disuelta Policía Federal) que está bajo la órbita castrense. La presencia de los militares en las calles fue extendida el año pasado hasta 2028. Esto es un verdadero peligro, como lo ilustra el caso de los alumnos de Ayotzinapa, en cuyas desapariciones están involucradas las fuerzas armadas.

Otro aspecto crítico es la continuidad de los femicidios. A pesar de las declaraciones de Sheinbhaum, que afirmó que hubo una caída del 40 por ciento en el sexenio (para lo cual se valió de un recorte interesado de las estadísticas, comparando los dos meses que más le convenían), los números oficiales indican que en 2019 hubo 944 casos, y en 2023 hubo 827, con lo cual se mantiene en niveles similares. Son más de 4.800 víctimas en el sexenio, más de dos muertes por día. El movimiento de mujeres y diversidades fue muy activo estos años, protagonizó grandes manifestaciones y logró que la Corte despenalizara el aborto en territorio federal.

En materia energética, AMLO puso un límite al proceso de privatización, frenando la entrega de licencias al sector privado y planteando la preeminencia del sector estatal, lo cual desató un choque parcial con el imperialismo, ya que Estados Unidos y Canadá abrieron un proceso de consultas en el marco del T-MEC, mientras que la justicia, en representación de los mismos intereses imperiales, bloqueó la ley que buscaba consagrar esa preeminencia. El gobierno no descarta avanzar en una nueva norma. De todos modos, AMLO respetó todos los contratos heredados, y en el caso del litio, la nacionalización tampoco afectó los lugares ya concesionados. “No se trata (de) expropiar por expropiar; no nos interesa revocar los 210 contratos que se entregaron con la reforma energética” (La Jornada, 3/3/21), sostuvo el presidente mexicano en 2021. Es decir que la “soberanía energética” es una tentativa nacionalista extremadamente limitada, que no sale de los marcos del respeto de la propiedad privada del gran capital, a diferencia, por caso, de la experiencia del cardenismo.

En el plano regional, los vínculos tejidos por AMLO con Estados Unidos lo inhabilitaron como potencial líder de un polo regional nacionalista o antiimperialista. El Grupo de Puebla se desinfló hasta casi desaparecer de la consideración pública. En ocasión de la Cumbre de las Américas desarrollada en Estados Unidos en 2022, en que la Casa Blanca vetó a Cuba, Nicaragua y Venezuela, AMLO no fue pero alentó la presencia de Alberto Fernández como representante de la Celac, quien dio un discurso conciliador. Los gobiernos de Puebla levantaron, inclusive, la contracumbre con la que habían amagado.

Este balance de los límites del gobierno de AMLO y la experiencia política del Morena plantean la importancia de construir un bloque político independiente de los trabajadores y la izquierda.