Políticas

6/1/2022

Agencia Paco Urondo, macartismo e imposturas para avalar el saqueo del país

Desarrollo nacional y contaminación son antagónicos. Abajo el extractivismo.

La Agencia Paco Urondo, un medio desembozadamente kirchnerista, viene publicando algunos artículos en defensa de la agenda extractivista del gobierno. En el día martes coronaron su intento de pujar por el avance de la explotación petrolera en la costa atlántica con un artículo de Aldo Duzdevich, mientras la misiva de contaminación y saqueo era repudiada con enormes movilizaciones en Mar del Plata, Plaza de Mayo y varias de las principales plazas del país. Con su contenido visiblemente macartista quieren achacarle a la izquierda, a las organizaciones ambientales y a los movimientos de lucha en defensa del ambiente ser “enemigos” del desarrollo nacional, utilizando a menudo a Greenpeace como punta de lanza.

Los artículos que vienen publicando se encaran desde la falsa dicotomía entre preservar el medioambiente o favorecer el crecimiento del país. Un argumento replicado entre varios operadores oficialistas y amparado en el ministro de Ambiente, Juan Cabandié, el mismo que diagramaba el avance de la explotación petrolera en el mar argentino sin dar respuestas a que medio país se prende fuego y dos brigadistas precarizados murieron en Aluminé; el mismo que sostenía hace algunos meses que si se quiere que ingresen dólares “hay que contaminar”.

El portal ensaya una perspectiva “posibilista”. Duzdevich dice acordar en la necesidad de industrializar el país; pero que “hay que obtener los capitales de algún lado”. En la realidad, el gobierno que apoya le permitió a patronales vaciadoras una y otra vez cerrar fábricas en condiciones productivas, y negó una y otra vez a sus trabajadores el derecho de mantenerlas funcionando, incluso a base de represiones. Al asumir los Fernández le negaron, por ejemplo, a los trabajadores de Kimberly Clark de Bernal desalojados por Vidal mantener una sede perfectamente operativa en labor, en complicidad con el grupo empresarial que la clausuró y la vació por intereses netamente especuladores.

Sobre este punto, el de justificar el ingreso de divisas a cualquier precio, aduce que “el Estado no es eterno”, que, por ejemplo, si “no se aumentan salarios y jubilaciones” no es porque “sean malos”, sino porque “no son infinitos los recursos”. Esto último está claro. Lo que amerita discutir, en realidad, es adónde van a parar los recursos finitos del erario público. Antes de culminar el 2021, en noviembre, el gobierno le desembolsó en un solo pago 428 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional.

Ligar ese planteo al aval de la explotación petrolera es otra impostura. Al asumir el actual gobierno intentaron avanzar con la zonificación minera en Mendoza, otro proyecto contaminante que les estalló en la cara por otra verdadera rebelión provincial. Fue parte también de la política oficial proponer la baja de retenciones a la minería del 12% al 8%, y prorrogar a las mineras y las petroleras facilidades para girar mayores utilidades al exterior. Ahora, recientemente se supo que al turno en que aprobó este proyecto sobre la costa marítima, el gobierno redujo a un insignificante 6% las regalías durante la primera década de explotación a los concesionarios de la actividad en las costas. Lo que impera no es una política de “desarrollo nacional”, sino de saqueo imperialista sobre los recursos naturales y de sometimiento de la Argentina a relaciones de coloniaje.

Esto se corrobora cuantiosamente desde otro aspecto. En otro artículo publicado el lunes evocan como ejemplo a Vaca Muerta, diciendo que los recursos petroleros marítimos pueden ser “de iguales proporciones”. Y luego hacen una defensa cerrada de cómo YPF, la sociedad de capitales mixtos que tiene injerencia bursátil hasta de BlackRock y de la que los kirchneristas hicieron bandera por su presunta (y falsa) “reestatización” -tras haber sido privatizada en los 90’ con el lobby de Néstor y Cristina-, habría “colocado al yacimiento neuquino en el mapa mundial” con “sus socios internacionales”. No es otra cosa que el contrato firmado bajo cláusulas secretas con Chevron en 2013, que le otorgaba al pulpo yanqui de Standard Oil al firmarse el contrato la libre disponibilidad del ¡100%! de las divisas.

Pero ahora, los “socios internacionales” de YPF en este proyecto son Equinor y Shell. El mismo es originario de Aranguren, quien fuera CEO de este último y luego ministro de Energía del gobierno macrista. La Paco Urondo no le hizo asco siquiera a citar textual a Iguacel, el secretario de Energía de Macri sucesor de Aranguren, para respaldar el plan petrolero en su artículo del lunes. Y tiene un pasivo ambiental de proporciones catastróficas. Este paladín oficialista del “desarrollo nacional” fue prohibido o incentivado a su reducción progresiva en varios países del mundo, como Francia, Dinamarca, Nueva Zelanda, España o Groenlandia, entre otros.

Sin embargo, aseguran de manera taxativa el “bajo impacto ambiental que habría logrado esta actividad con el correr de los años” (con la evidencia empírica y científica en contra, como señalaron estudios de universidades del mundo a científicos del Conicet, por ejemplo). Poca mención hacen a cómo fue el propio Shell el que originó algunos de los desastres ambientales más escandalosos de la historia, como el que llevó al Delta del Níger a ser uno de los lugares más contaminados del mundo. O cómo la explotación hidrocarburífera marítima provocó el “ojo de fuego” en el Golfo de México. Incluso, aseveran que estaría garantizado el resguardo ambiental ¡porque el Estado se reserva el derecho de “tomar medidas adicionales” en tal sentido!. ¿El mismo Estado que aseguró que Petróleos Sudamericanos “enmendó” una pérdida de petróleo ocasionada en Río Negro, cuando todo lo que habían hecho era colocar una pileta pelopincho a contenerlo? ¿En serio?.

Nada dijeron sobre la prohibición de esta actividad en varios países, como se hace mención. No es un fenómeno nuevo: en tal sentido se anota el contrato con Monsanto del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, cuando la multinacional que genera cáncer y malformaciones genéticas era ya repudiada en todo el globo; y cuya operación exclusivamente en países semicoloniales registra de manera cristalina cómo estas apuestas de “desarrollo nacional” son realmente el sometimiento imperialista más crudo sobre países empobrecidos. Sobre este punto la Agencia Paco Urondo aparenta tener vacilaciones: a pesar de una entrevista a Roberto Rovasio que parece concluir en el daño irreparable que causa el glifosato -donde le endilgan en abstracto al “menemato” haberlo traído al país, ocultando que su principal promotor fue el excanciller Felipe Solá-, si se hurga en el archivo, en una entrevista previa a José Miguel Mulet parecen atenuarse todas sus implicancias porque lo importante es arremeter contra Greenpeace, otra vez utilizando como punta de lanza la embestida contra la ONG para atacar de fondo al movimiento ambiental y a quienes pelean por la defensa del planeta.

Ahora bien, ¿el ingreso de divisas al Estado nacional permitiría un “desarrollo” del país? ¿Evitar las “crisis y las limitaciones recurrentes” como dice Duzdevich? No, de ninguna manera. El destino del acotado margen de ingresos fiscales que se derivaría del esquema de prebendas, subsidios y facilidades que el gobierno busca garantizar a las petroleras es el pago irrestricto de la deuda externa. Por tal motivo en la Rosada no pudieron celebrar un año récord de superávit comercial, del que no quedó para el “desarrollo nacional” ni un centavo partido al medio. Los magnates internacionales que dominan el complejo agroexportador nacional giraron casi todo el excedente hacia afuera de las fronteras, y mientras Argentina ocupa incluso un destacado tercer puesto en los Pandora Papers, el Banco Central pretende contener la fuga de capitales y maniatar sus reservas prendidas fuego con cepos y limitaciones al pequeño ahorrista.

Por todo lo anterior, es probado que el argumento central es falso a todas luces, y que los métodos altamente contaminantes de estas industrias se corresponden ante todas las cosas al afán de maximizar el lucro de un puñado de los grupos capitalistas más poderosos del mundo; no a un resultado “inevitable” de la explotación de actividades productivas. El problema no es obtener petróleo, el problema es el extractivismo offshore. El problema no es la industria porcina, el problema son las megagranjas y el feedlot. Y así.

La única perspectiva genuina de desarrollo nacional que se le coloca al país por delante es romper con el Fondo Monetario Internacional y la imposición de todo su programa económico, que el gobierno nacional respeta a rajatabla. El avance del extractivismo es uno de sus puntos indiscernibles. Proceder a nacionalizar bajo dirección de los trabajadores del país la banca, el comercio exterior, los recursos estratégicos. En la vereda contraria, el gobierno, sus voceros (y sus operadores) y el aval de todo el arco de la oposición patronal están dispuestos a hambrear el país y reventarlo de punta a punta con tal de cumplir con las exigencias que imponen desde Washington.