Políticas

4/11/2025

Alberto Villar, o la Triple A como modelo de la policía que quiere Bullrich

Un represor de las grandes luchas obreras de los ´70 y asesino de luchadores sindicales.

Acto de Bullrich frente a efectivos de la Federal.

A Patricia Bullrich no le bastó con rendirle homenaje al represor Ramón Falcón, sino que también rebautizó a la escuela de suboficiales de la Policía Federal con el nombre de Alberto Villar, otro verdugo de los trabajadores. Como jefe de dicha institución policial, designado por Perón en 1974, fue una pieza clave en la creación de la Triple A, que asesinó entre 1500 y 2000 activistas obreros y juveniles. Con esta clase de gestos, la ministra de Seguridad busca amenazar al movimiento obrero del presente para que no levante cabeza frente a los ataques en curso.

Rescatando a un emblema del terrorismo de Estado como Villar, la ministra sienta las bases para consagrar la impunidad de los genocidas de la dictadura y, a su vez, darle "carta blanca" a los uniformados en actividad para que combatan a sangre y fuego una eventual rebelión popular contra las políticas del gobierno.

El prontuario de este personaje nefasto se remonta a 1969. Ese año Villar comenzó a diseñar un comando represivo especializado de la Policía Federal, conocido como Orden Urbano. El comisario había recibido entrenamiento militar en Francia a principio de la década del ´60 bajo el modelo de la Doctrina de Guerra Revolucionaria (DGR), aplicado por el ejército francés en las guerras de descolonización de Indochina y Argelia, que introducía los métodos "antiguerrilleros" del secuestro y tortura contra la población civil y otorgaba un papel destacado al accionar de los servicios de inteligencia. Las fuerzas represivas locales se profesionalizaban para aplastar el ciclo de ascenso obrero que había inaugurado el Cordobazo.

Hacia 1971 Villar estaba a cargo de los principales cuerpos represivos de la Federal, como la la Guardia de Infantería, la Policía Montada, las Unidades Móviles y la División Perros. Ese mismo año, recibió su bautismo de fuego participando en la represión del Viborazo, otra gesta obrera que tuvo lugar en la ciudad de Córdoba, donde los sindicatos clasistas Sitrac-Sitram jugaron un papel destacado. Allí aplicó los principios de la DGR, realizando allanamientos ilegales y torturando manifestantes.

En 1972 Villar comandó el secuestro de los cadáveres de los 16 militantes fusilados en la Masacre de Trelew. Asesinando a esos presos políticos, que eran parte de la vanguardia revolucionaria de la época, las Fuerzas Armadas buscaban aleccionar al conjunto de los trabajadores. Sin embargo, el proceso de radicalización obrera no se detuvo, y la burguesía tuvo que habilitar el regreso de Perón para intentar bloquear una intervención independiente de las masas.

Villar se retiró por un breve tiempo de la Policía Federal durante la "primavera camporista", en el cual se dedicó a ofrecer servicios de espionaje para los empresarios de manera privada, elaborando listas negras de activistas dentro de las fábricas. Hasta que, en 1974, Perón, de nuevo en la presidencia, lo puso al frente de esas fuerzas policiales, valorando su trayectoria represiva. Desde allí contribuyó en la conformación de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), compuesta por bandas paraestatales dedicadas a eliminar físicamente a los militantes de izquierda, tanto marxista como peronista, que desafiaban la autoridad de la burocracia sindical recuperando comisiones internas y luchando contra el Pacto Social.

Perón tuvo una responsabilidad directa en la creación de la Triple A. No solo encumbró a quienes estuvieron al frente de la misma -López Rega, Ramón Morales, Villar, etc.-, sino que además los convocó a esa tarea a través del famoso "documento reservado" de octubre de 1973, donde llamaba a sus seguidores a iniciar "una guerra contra el marxismo (...) haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor". Semejante afirmación muestra con toda claridad la misión contrarrevolucionaria del tercer gobierno peronista.

Bullrich no es la única que reivindica esa faceta del peronismo. Del otro lado de la supuesta "grieta", Kicillof y Taiana no dudaron en homenajear a un burócrata sindical y exponente de la derecha peronista como Rucci. El ex secretario de la CGT, además de haber orquestado la Masacre de Ezeiza, fundó la Juventud Sindical Peronista (JSP) -a pedido del propio Perón- para limitar la influencia de la JTP (pata sindical de Montoneros) entre las nuevas camadas de obreros. Posteriormente, muchos elementos de la JSP integrarían las patotas de la Triple A.

Toda una definición política por parte de los principales referentes de Fuerza Patria, lo cual impugna al peronismo como alternativa de transformación social en favor de los trabajadores. Por el contrario, en la medida que la clase capitalista avanza en una ofensiva en regla contra las conquistas obreras, todas las variantes del PJ adoptan posiciones cada vez más reaccionarias para mostrarse frente los capitalistas como una opción de relevo. Finalmente, pretender enfrentar a los defensores de Villar con los defensores de Rucci es un camino de derrota para el pueblo trabajador.

Para tirar abajo los planes antiobreros de Milei tenemos que seguir el ejemplo de los enemigos de Villar y de Rucci: el del clasismo que luchaba por recuperar sus sindicatos y que, frente al boicot de la CGT, puso en pie coordinadoras interfabriles a través de las cuales organizó la huelga general de junio y julio de 1975 que derrotó al Rodrigazo. En la actualidad, solo la izquierda revolucionaria promueve la expulsión de la burocracia sindical y la acción directa de los trabajadores.

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