Políticas

24/11/2022

Definen un nuevo dólar soja y prometen reducciones impositivas a los importadores, ganan los especuladores

Improvisaciones oficiales para atenuar la caída de reservas.

Imagen: NA

La pérdida de reservas del Banco Central conduce al gobierno a otorgar nuevas concesiones a las patronales exportadoras e importadoras. Anunciará un nuevo dólar soja para diciembre, en función de desincentivar el acopio de granos, y, al mismo tiempo, prometió ventajas impositivas para aquellas empresas que utilicen sus propios dólares a la hora de importar.

En primer lugar, finalizado el dólar soja de septiembre, el capital agrario volvió retener la cosecha agudizando las presiones devaluatorias. De la campaña 2021/2022 quedan sin vender 11,4 millones de toneladas de soja y 43,7 millones de toneladas de maíz, y en lo que va de noviembre las agroexportadoras liquidaron apenas U$S 700 millones, lo cual consiste en un piso histórico para este período del año.

En ese sentido, Massa cedió ante el reclamo de las patronales del campo y anunciará un nuevo dólar soja que tendrá vigencia durante el mes de diciembre, esta vez a $230. Recordemos que la cotización preferencial que ofrecía el dólar soja (40% más caro que el mayorista) significó para los sojeros un ingreso extra de $487 mil millones; en esta oportunidad, considerando que prometen liquidar U$S 3.000 millones, embolsarían alrededor de $195 mil millones extra. Mención aparte merece el hecho que la cosecha retenida de la oleaginosa equivale a U$S 7 mil millones y prevén vender menos de la mitad para guardarse el resto como refugio de valor frente a una devaluación.

Por otra parte, el ministro de Economía, Sergio Massa, prometió, en un encuentro de la Confederación General Empresaria de la República Argentina (CGERA), conceder rebajas impositivas para las compañías que prescindan de los dólares de BCRA para sus compras en el exterior y utilicen divisas propias. Cabe destacar que dicho beneficio fiscal debería ganarle a la diferencia que obtienen las importadoras especulando con la brecha cambiaria para que la medida reporte algún resultado.

Entonces, en lugar de cortar con la fuga de capitales incesante, el gobierno pretende revertir la crisis de reservas premiando a los capitalistas responsables de esta sangría. No olvidemos las constantes prácticas de subfacturación de exportaciones, retención de granos y contrabando a manos del agro; y de sobrefacturación de importaciones y sobreestockeo de insumos importados por parte de las empresas importadoras. Prebendas, que, además, pagaremos los trabajadores con más inflación y presión impositiva.

De este modo, el oficialismo se vuelve rehén voluntario de los especuladores, lo cual, a mediano plazo, termina fracasando. Lo vimos con la transitoriedad que tuvo el ingreso de divisas por el dólar soja, y también con las crecientes dificultades que viene mostrando el mercado de deuda en pesos, por mencionar otro ejemplo. Aquí, el capital financiero, que llegó a tener rendimientos de hasta el 26% en dólares con el carry-trade, fruto de la suba constante de la tasa de interés con un tipo de cambio planchado, ahora decide salir de esa bicicleta financiera protagonizando corridas.

Las iniciativas en carpeta no solo denotan un alto grado de improvisación en pos de cumplir con la meta de acumulación de reservas del FMI, sino que además exhiben a una agenda gubernamental completamente ajena a los sectores populares. Mientras la clase capitalista recibe cada vez más beneficios, el Frente de Todos profundiza el ajuste sobre el gasto social, fija un nuevo aumento de indigencia para el salario mínimo y hunde las jubilaciones con actualizaciones divorciadas de la inflación. Queda claro quiénes somos los que asumimos las consecuencias del programa fondomonetarista.

Lo cierto es que para recapitalizar el Banco Central habría que adoptar un rumbo opuesto, donde la crisis la paguen los capitalistas y los resortes económicos del país (banca, comercio exterior) pasen a manos de los trabajadores, la única clase que persigue el interés general de la población, y, por lo tanto, está dispuesta a repudiar la deuda usuraria, romper con el FMI y terminar con todos los mecanismos de fuga.

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