Políticas

20/8/2021

Fuego cruzado contra el movimiento piquetero: “ladran Sancho…”

Foto Federico Imas Ojo Obrero Fotografía

En algún momento tenía que ocurrir. Se ha lanzado una jauría política y hasta judicial contra las organizaciones de desocupados independientes del gobierno y en particular contra el Polo Obrero, de notorio protagonismo y autoridad política y moral entre todas ellas. Esto ya ocurrió durante el gobierno de Eduardo Duhalde incluido el propio fiscal Guillermo Marijuan, también actuante ahora, cuyas múltiples denuncias terminaron en la nada. Claro, el movimiento piquetero de la época, al igual que ahora, organizaba a los desorganizados ante el hambre y la desocupación masiva y desafiaba a los punteros del caudillo pejotista y a sus “manzaneras”. Así nació el Polo Obrero, luchando contra los punteros y ante el abandono del Estado y de las burocracias sindicales al contingente descomunal de desocupados de fines de los ’90 menemistas. Una realidad que hoy se reproduce.

La peculiaridad de este ataque es que viene de las dos orillas de quienes nos vienen gobernando desde hace décadas. El nuevo ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta (tras la eyección de Daniel Arroyo), dejó trascender que la movilización piquetera del 18 tenía fines electorales, a través de “Télam”, usada al efecto. No fue “El Destape”, como en las fotos presidenciales o el vacunatorio VIP; fue la agencia oficial de noticias de “todos los argentinos”. Por su parte, TN y Clarín, además de publicar la estupidez de Télam como si tuviera algún fundamento, mandaron una cronista avezada a forzar declaraciones a las víctimas del hambre y la desocupación. En el caso de la compañera del Polo Obrero (de espaldas en la nota de TN), después de decir que cobra por la tarjeta, es decir, en forma directa del Estado, es forzada a afirmar que “el Polo Obrero le paga”, lo cual es una contradicción en los términos. En segundo lugar, ponen en su boca que la dan de baja si no marcha, lo cual no es cierto, porque no lo dijo y porque el Polo Obrero no da bajas por principio, se opone al método de las “altas por bajas” para disciplinar. El Estado sabe que no da bajas, porque por los ministerios pasan esos trámites tan comunes por parte de las intendencias.

El Polo Obrero crece y no para de crecer. Porque organiza, porque tiene un norte de clase, porque lucha ante el Estado responsable y también porque rechaza los métodos punteriles. Contingentes enteros desde los barrios se ven atraídos precisamente por esa circunstancia. Porque funciona en asambleas, con delegados electos y revocables, porque no hay “peajes”, porque se rechaza toda práctica clientelar y machista. Pero estos son solo algunos de los motivos. El Polo Obrero considera y organiza a quienes son trabajadoras y trabajadores condenados por un régimen social, económico y político en todas sus reivindicaciones. Integra la lucha por la tierra y la vivienda con propuestas muy concretas, organiza a la juventud que quiere estudiar y no puede, como hemos visto recientemente, cuando miles de jóvenes acamparon frente a Educación por conectividad y dispositivos, las herramientas elementales para un estudio que el sistema les niega. El Polo Obrero se liga a las luchas obreras, de la mujer, contra el gatillo fácil, del mismo modo que se ligó en 2001 al proceso de las fábricas ocupadas; es la organización clasista de los desocupados. Todo esto no salió de un repollo, es que los organizadores y fundadores del Polo Obrero fuimos obreros que ante la desocupación masiva y el surgimiento de este movimiento de vanguardia en América Latina y el mundo, llevamos los métodos del clasismo a un movimiento que nació como pudo, pero luchando en las rutas de Cultral Co o de Tartagal y Mosconi a fines de los ’90.

El operativo ha sido montado cuidadosamente. Se vienen las elecciones y golpear al clasismo que se proyecta políticamente en el Partido Obrero y el Frente de Izquierda no viene nada mal. Pero los motivos son más profundos. Había que desnaturalizar de alguna manera un movimiento que es, desde hace tiempo, la irrupción popular más importante en el país, en el contexto de una América Latina recorrida por rebeliones populares, con base en la juventud precarizada y en la pobreza, cuestiones que tienen a la Argentina en el podio. La organización de los desorganizados por excelencia –los desocupados- constituye un problema para el sistema. Se le ha escapado algo muy importante al cepo de la burocracia sindical de todos los colores, hoy integrada al gobierno. Se le ha escapado también al colaboracionismo del Trío San Cayetano que bordó con dedicación y algo de presupuesto Carolina Stanley, bajo el gobierno de Macri, justamente como red de contención ante la descarga de la crisis sobre las masas. Por eso la confluencia en el ataque, desde ambas orillas de la famosa grieta. El paisaje del 45% de pobreza que se pretende tapar o disimular, o confinar a las cifras de una estadística, se ha escapado de los escritorios y gana las calles con más de 100 mil personas.

El operativo antipiquetero y el ajuste

Y confluyen en el ataque porque hay un lineamiento central de confluencia: el ajuste manda. El de ahora, sin precedentes, a través de la inflación y otras delicias como el quite de la movilidad a los jubilados, el salario y jubilación mínima de indigencia, la precarización y los despidos, las paritarias a la baja. Y el ajuste que viene después de noviembre, para concretar esa “unidad nacional para pagar la deuda” que Cristina Kirchner propuso desde su tribuna al inscribir las listas. El ataque a las organizaciones de desocupados de hoy prepara los tiempos que vendrán tras noviembre.

Pero no podemos pasar por alto lo fundamental. Es una reacción de impotencia de quienes gobiernan y son responsables de que 11 millones de personas reciban asistencia alimentaria sin que alcance, de que cinco millones tengan problemas de trabajo y de que seis de cada diez pibes estén bajo la línea de pobreza. De quienes han llevado a que el 60% de los asalariados ganen por debajo de la línea de pobreza, o que el 70% de los jubilados estén debajo de la de indigencia. Es la reacción de los que no detienen o mejor, son cómplices de la fuga de capitales, de la desinversión (33 empresas multinacionales se han ido últimamente), de que el 40% de la industria esté ociosa, de la tasa de inversión más baja de la historia que no cubre la reposición de maquinaria obsoleta; de que las Leliqs especulativas que Macri “nos legara” hayan sido multiplicadas hasta los 4 billones de pesos; de que administrando un default y un canje fracasado debamos u$s20 mil millones más; de que no se hayan removido ni uno de los pilares menemistas de la entrega nacional de nuestros recursos; de que salga a la luz la coincidencia con el macrismo en los proyectos megamineros contaminantes que los enfrentaron con los pueblos de Mendoza y Chubut en las calles. Y, claro, tuvieron que robarle a los jubilados de nuevo, necesitan insistir ahora en más explotación patronal (lo que traerá más desocupados), los salarios reales no paran de caer y hasta tienen que incluir la brutalidad policial de Sergio Berni en el menú porque si no esto no cierra.

La UIA ha marcado el tono de la campaña electoral con su ataque a los propios desocupados de la mano de Toyota y sus mentiras. Para tirar del mantel los Randazzo, los López Murphy y los Espert, piden más flexibilización, más abaratamiento de la mano de obra. Y es claro, habrá más lucha y hasta algunos propios lo advierten desde adentro -como los Grabois- y envuelven en internas a un gobierno paralizado e impotente, con una oposición al frente sin autoridad ni programa alternativo alguno. En ese cuadro se organizan más y más trabajadoras y trabajadores con el Polo Obrero y el movimiento piquetero. Y duele, no hay remedio, duele al poder, duele al sistema. Esto no lo arreglan tampoco los discursos payasescos y fascistas de los Milei o Espert, aunque ellos y López Murphy dan una señal: la mano dura. Esa que fracasó con Sebastián Piñera en Chile y con Iván Duque en Colombia. Y tal vez lo que más les duela es el potencial de salto político entre tantos miles de jóvenes, hombres y mujeres que ganan las calles organizados por los socialistas.