Políticas

1/11/2022

Julio Bárbaro se confiesa: “nosotros matábamos a la izquierda”

Para encubrir a la Triple A y a Perón.

Julio Bárbaro.

La semana pasada se viralizó por internet el fragmento de una intervención del exdiputado peronista Julio Bárbaro para el documental  King Perón (2021), dirigido por Diego Recalde, en el que dirigentes de los partidos del establishment (Bárbaro, Patricia Bullrich, Fernando Iglesias, Guillermo Moreno) dan su visión sobre algunos aspectos del proceso político de los años ‘70. En él, Bárbaro afirmó que “nosotros (los peronistas) matábamos a la izquierda”, para desmentir que haya existido la Triple A.

Julio Bárbaro es un viejo dirigente del peronismo; fue miembro de la agrupación ultraderechista Guardia de Hierro y funcionario de los gobiernos de Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández. En la década del ’70, fue diputado por el Partido Justicialista hasta el 24 de marzo de 1976, día en el que la dictadura videliana diera el golpe.

“Las 3 A era la idea de que era solo el Estado (el que mataba). El Estado éramos todos”, afirmó Bárbaro, y dijo que muchos crímenes que son “atribuidos” a la Triple A fueron en realidad represalias del “sindicalismo” por los “atentados de las guerrillas”. De este modo, presenta la lucha política de la época como un problema de revanchismo (derecha vs izquierda), y no como un proceso desatado desde el gobierno para liquidar físicamente a una vanguardia obrera.

La propia historia, sin embargo, se encargó de condenar esa tesis. El mismo Perón mantuvo, antes de asumir la presidencia por tercera vez, una reunión en su casa de Gaspar Campos (Vicente López) con casi 500 suboficiales del Ejército, entre ellos quienes más tarde serían parte de la Triple A. Ese mismo mes de octubre, el “somatén” asesinaría a José Colombo, jefe de redacción del periódico El Norte.

Perón encargó a José López Rega el manejo de la Triple A. Esta agrupación no solo estaba vinculada a las Fuerzas Armadas, sino también a la Policía Federal. Alberto Villar, comisario general de esa fuerza y quien fuera colocado en ese puesto por Perón, trabajó arduamente junto a López Rega para organizar las células de la Triple A que operaban por el territorio nacional. Perón fue asesorado para armar estos esquemas por represores veteranos del régimen fascista de Francisco Franco, en su estadía por España. Cuando Bárbaro dice que “el Estado éramos todos” pretende ocultar el rol de Perón y de la clique dirigente en el funcionamiento de la Triple A.

Por otro lado, es mentira que los asesinatos eran el producto de una especie de vendetta peronista contra “otros asesinos”. Es ilustrativo que en la entrevista Bárbaro hable en nombre de la burocracia sindical, con la cual se identifica. La burocracia y el gobierno veían cómo al calor del Cordobazo las comisiones internas y los delegados que les respondían empezaban a ser barridos por la izquierda. El caso más fuerte de esto fue lo que se conoció como el Villazo, un proceso de lucha protagonizado por los obreros de Metcon, Marathon y Acindar en la santafesina Villa Constitución, en marzo de 1974, el cual terminó por desalojar a la poderosa burocracia de la UOM local.

La Triple A mató fundamentalmente a activistas y delegados obreros, como lo fueron Jorge Fischer y Miguel Ángel Bufano, delegados de la fábrica Miluz y militantes de Política Obrera (antecesora del Partido Obrero). La organización asesina terminó con la vida de más de 3.000 luchadores populares. Pérfidamente, Bárbaro pretende equiparar el accionar de los grupos guerrilleros con el de un aparato que contaba con los recursos de la maquinaria estatal, aplicando una “teoría de los dos demonios” sui géneris.

En rigor, la Triple A fue creada por Perón para terminar con la vanguardia del proletariado argentino, que venía de protagonizar el revolucionario Cordobazo. Era la forma en la cual se podía habilitar una matanza de ese tipo, ya que el cuadro no estaba maduro para ir hacia una represión abierta y “legal”. Cuando Bárbaro dice que el “sindicalismo” avanzó en represalias confiesa que la burocracia sindical fue parte de la Triple A para frenar ese proceso de recuperación de los sindicatos.

Luego de la muerte de Juan Perón, Isabel mantendría el funcionamiento de la Triple A. El Estado burgués argentino había adquirido un carácter verdaderamente terrorista; la vida social toda se encontraba militarizada. Este reforzamiento de la represión estatal tuvo como objetivo, a su vez, hacer pasar el plan de ajuste capitalista que empezara con Perón y su “Pacto Social” en 1973, y que luego tomara mayores proporciones con el famoso “Rodrigazo”.

Esta política fue enfrentada por las huelgas de junio y julio del ’75, que le asestaron un golpe demoledor al gobierno terrorista de Isabel y López Rega. Como fruto de esa gesta histórica, la otrora presidenta debió homologar los convenios colectivos de trabajo que quiso destruir y “el Brujo” tuvo que renunciar. Las burguesías nacional e internacional, no obstante, necesitaban terminar con las perspectivas abiertas por ese proceso de lucha y con todo vestigio de organización independiente de los trabajadores que quedara del Cordobazo. Su recurso fue la dictadura genocida, con la que exterminó físicamente con los métodos del fascismo a lo más combativo de la clase obrera argentina, en aras de acelerar la penetración del capital financiero internacional.

Las confesiones de Bárbaro habían pasado desapercibidas. Debería ser juzgado por crímenes de lesa humanidad, se tiene que ir a fondo en el esclarecimiento de los hechos. Todo esto sirve para corroborar que el peronismo es un enemigo de los intereses de la clase obrera, pero además que las patotas sindicales siguen actuando contra las luchas de los trabajadores; la burocracia sindical continúa siendo una fuerza de choque asesina, como lo demuestran por ejemplo el asesinato de Mariano Ferreyra por parte de una patota de la Unión Ferroviaria o los matones que tiene la Uocra.

La lucha contra la impunidad y por el castigo a todos los responsables de los asesinatos cometidos por la Triple A tiene una enorme vigencia.