Políticas

17/3/2022

Deuda pública

La inflación encarece la deuda en pesos e incentiva la devaluación

El acuerdo con el FMI incluye mayor bicicleta financiera.

El ministro Martín Guzmán y el presidente del BCRA Miguel Pesce.

Los efectos de la inflación en los bolsillos de las familias trabajadoras son evidentes y se hacen sentir con fuerza todos los días. Pero además de la carestía, empujada por la disparada de los precios de los alimentos y los tarifazos en los servicios públicos, la espiral inflacionaria encarece y abulta la deuda en pesos, especialmente por la política de endeudamiento fijada por el FMI. Tanto para licuar esta hipoteca creciente como para cumplir el compromiso de no atrasar el tipo de cambio, asoma con ello una aceleración del ritmo de devaluación de la moneda al compás de las subas de precios. Un círculo vicioso contra los ingresos de los trabajadores. Sin eufemismos, el acuerdo con el Fondo se paga “con el hambre del pueblo”.

Martín Guzmán acaba de colocar más de 381.000 millones de pesos en bonos del Tesoro, para refinanciar vencimientos y cubrir el déficit fiscal (cumpliendo el mandato de reducir la emisión monetaria), de los cuales casi el 85% se encuentra indexado a la inflación. Así pues el endeudamiento sigue creciendo a pasos acelerados, con tasas cada vez más caras y predominio de títulos que vencen en menos de doce meses.

Se estima que ya ocho de cada diez pesos de deuda están atados al CER, con títulos que cotizan en alza en el mercado financiero (contrastando con las caídas generalizadas en la bolsa porteña) por las cifras que confirman que una inflación galopante. Es un buen negocio para los especuladores, a costa del Estado.

En simultáneo se espera una nueva suba de las tasas de interés del Banco Central. El gobierno aceptó la directiva del Fondo de que estas sean positivas, es decir que estén por encima del ritmo de aumento de precios. Al día de hoy la tasa anual efectiva se encuentra por encima del 50%, por lo que los nuevos incrementos van a evidenciar más la brecha entre la pauta salarial que fija la política oficial (45% en cuotas del salario mínimo o la paritaria docente) y lo que embolsan los bancos apostando a las Leliq. El compromiso es sostener esta bicicleta financiera para desincentivar el pasaje a dólares de las carteras.

Claro que esto también tiene un costo usurario. En lo que va del año el pago de intereses a la banca se aproxima nada menos que a los 300.000 millones de pesos. Es el principal motivo de emisión monetaria, casi triplicando la asistencia del BCRA al Tesoro. Como la máxima es que no aumente la base monetaria, esto es reabsorbido mediante la colocación de nuevas letras, al punto que los pasivos ya se van acercando a la monumental cifra de cinco billones de pesos.

Tenemos por lo tanto que tanto las deudas del Tesoro como la del Banco Central crecen con una dinámica de bola de nieve, y su refinanciación es cada vez más cara. Semejante montaña de títulos de deuda es inafrontable, por lo que se descuenta que recurrirán a un devaluación para licuar esta deuda en pesos. Ello mejoraría los balances contables, pero no perjudicaría la especulación capitalistas que tiene asegurado no perder contra la inflación. Otro factor que augura una depreciación de la moneda nacional es el compromiso asumido de que la cotización oficial del dólar no caiga por debajo del ritmo de la suba de precios (es decir cercano al 5% mensual).

La política económica tutelada por el FMI es por esto de todo menos un rumbo de “desendeudamiento”, que nos coloca en una espiral sin salida. La carga financiera del Estado será facturada, a su turno, a los trabajadores mediante mayores ajustes del gasto público. Mientras tanto, la huelga de inversiones en el país encuentra un correlato en que el grueso del crédito se vuelca a la especulación títulos de deuda pública, lo cual implica recesión económica (el Indec ya registra una reversión de la tan mentada reactivación).

Esto genera también un cuadro delicado, porque llegado el caso de una nueva crisis de pago no solo se vendría una estampida al dólar sino posiblemente una corrida bancaria, ya que buena parte de los activos están colocados en bonos y letras del Estado. Dos décadas después, un nuevo programa fondomonetarista no pone una vez más en la cuerda floja hacia el corralito. El fracaso de toda la promesa del Frente de Todos de terminar con la especulación financiera del macrismo es categórico.

No hay salida a este laberinto que no sea a base de la ruptura con el Fondo Monetario y el repudio de la deuda usuraria, como punto de partida para avanzar en la nacionalización de la banca bajo control obrero, de manera de concentrar los recursos para emprender una recapitalización del país y la inversión del ahorro nacional en un desarrollo productivo al servicio de las necesidades sociales.