Massa, China y los negocios con yuanes de los amigos de Macri
Mirgor, de Nicolás Caputo, fue la primera empresa anotada para saldar en moneda china sus deudas en dólares por importaciones.
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Los une su carácter de políticos capitalistas.
Luego de que Massa anunciara desde Beijín, y acompañado por Máximo Kirchner, la renovación del swap con China y la disponibilidad de yuanes para saldar deudas y pagar importaciones al gigante asiático, las primeras anotadas fueron firmas de productos electrónicos que operan en el complejo industrial de Tierra del Fuego. En primer lugar Mirgor, de Nicolás Caputo, íntimo de Macri. Mientras los principales armados políticos de este país cruzan acusaciones por haber hundido al país y libran verdaderas guerras internas, sale a la luz que a todos los une su carácter de políticos capitalistas.
Mirgor y Newsan fueron las dos primeras empresas que, sin perder un día, se inscribieron para pasar de dólares a yuanes su deuda comercial por importaciones, por un total de 630 millones de dólares, de las cuales más de la mitad corresponden a la compañía de Caputo. Es un rubro en el cual las compras de insumos del exterior lo son todo, ya que son meras ensambladoras de piezas de artículos electrónicos como celulares, tablets, notebooks, entre otros. De hecho, la industria lidera el ránking de permisos de importaciones en yuanes, acumulando el equivalente a 760 millones de dólares en los primeros cinco meses del año. Según el Indec, en el primer cuatrimestre el sector representó uno de cada cinco dólares de todas las importaciones del país.
Desde el entorno de Massa y el gobierno en general celebran esto como un alivio para las deprimidas reservas del Banco Central, que no paran de perder divisas. Así atienden una de las principales preocupaciones derivadas de la escasez de dólares, que es un parate industrial por la incapacidad de pagar insumos y piezas importadas. Omiten decir que el uso de yuanes del swap es otro préstamo externo, que a fin de cuentas deberá saldarse en moneda dura, con un costo financiero confidencial (o sea, oculto al pueblo argentino) que se estima en un usurario 7% anual.
Así, perpetúan un esquema parasitario. Las ensambladoras de Tierra del Fuego son, de todos, el sector más deficitario en términos cambiarios. El acceso privilegiado al tipo de cambio oficial es un negoción, porque después venden los productos usando como referencia los dólares paralelos: un estudio de la consultora pxq arroja que desde diciembre de 2019 los precios de los artículos electrónicos aumentaron entre 35% y 40% medidos al oficial. El colmo es que muchas de estas empresas cuentan con dólares propios; en el caso de Mirgor, que ya opera en varios países, acaba de comprar las operaciones administrativas y logísticas de Millicom en Miami, emprendimiento por el cual va a facturar en dólares.
Eso sucede a pesar de que las plantas fueguinas gozan del Área Aduanera Especial, por lo que pagan mínimos impuestos. Es un tema de tensiones, desde que el FMI indicara que hay que reducir el gasto tributario (como se denomina el costo de las exenciones impositivas). Esto porque si bien los capitalistas y sus políticos reclaman a gritos achicar el déficit fiscal ninguno quiere resignar sus beneficios, o sea nadie quiere ponerla de su propio bolsillo, y el régimen especial de Tierra del Fuego explica la séptima parte de todo el gasto tributario. La contradicción incluso se expresó hacia adentro de Juntos por el Cambio, donde el discurso proajuste se choca con los más terrenales negocios de la camarilla macrista.
El gobierno evadió el asunto a costa de los consumidores. Cuando en marzo incrementó levemente la alícuota que pagan las ensambladoras fueguinas al mismo tiempo duplicó los gravámenes a la importación de productos electrónicos, como notebooks y tablets, para que aquellas no pierdan competitividad en el mercado local. El resultado de esta medida fue que los precios de notebooks, por ejemplo, subieron cerca del 40% en una semana.
Todo esto tiene como marco un parasitismo capitalista muy marcado. Mirgor lidera un proceso de concentración empresaria que tuvo como hito reciente la absorción de su principal competidora, la norteamericana Brighstar, gracias a lo cual pasó a concentrar la mitad de la comercialización y de la capacidad de producción de celulares. A la vez incursiona en una diversificación (como la adquisición de una firma agropecuaria) y ampliación (con la apertura de una planta autopartista en sociedad con una japonesa subsidiaria de Toyota). Lo más indignante es que, mientras se expande, protagoniza un ataque frontal contra sus trabajadores.
En mayo Mirgor despidió a 400 empleados contratados de Iatec, el mismo día que iba a realizarse una elección gremial de delegados, cuyos postulantes se contaban también entre los contratos rescindidos. Los trabajadores rechazaron la ofensiva y se concentraron frente a una de las plantas en Río Grande; y finalmente en Ministerio de Trabajo dictó una conciliación obligatoria y se retrotrajeron las cesantías. Ahora mismo sigue un conflicto por la suspensión del servicio de comedor en las fábricas, que se suma al del transporte tercerizado. Por otro lado, también los obreros de Solink enfrentan los despidos de 300 contratados; mientras que en Ushuaia los trabajadores de Newsan, la otra gran beneficiaria del uso de yuanes, viene de impulsar paros en asambleas autoconvocadas por la equiparación salarial con Río Grande. Este es el panorama laboral en la industria mimada por el Estado.
En conclusión, vemos que los intereses capitalistas que unen por abajo a todas las fuerzas políticas que se presentan como antagónicas, desde el Frente de Todos a Milei pasando por Juntos por el Cambio, no dejan ningún “derrame” hacia los trabajadores. Más bien, son estos quienes pagan las consecuencias de la crisis, mientras los amigos de Macri hacen negocios con la brecha cambiaria gracias a las gestiones de Massa. Para terminar con este parasitismo patronal y echar a los políticos capitalistas, el Frente de Izquierda no solo se planta del lado de los laburantes en defensa de los salarios y los puestos de trabajo sino que postula la nacionalización del comercio exterior bajo control obrero y una reorganización económica partiendo de las necesidades sociales y productivas del país.
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