En declaraciones televisivas, y luego de que el gobierno habilitara la opción para darse de baja del subsidio del transporte, Javier Milei propuso que los trenes pasen a ser privados: “El Estado debería correrse del medio, porque la realidad es que cuando lo hace el privado lo hace mucho mejor”.

El “libertario” se vale del estado deplorable del sistema ferroviario que cada día afecta a millones de usuarios, que incluye dificultades como la baja frecuencia, hacinamiento al viajar, recorridos acotados que obligan a utilizar varios trasbordos y altas tarifas, para proponer otra receta fracasada que solo va a agravar estas condiciones.

La experiencia previa y fundamental la tenemos durante el menemismo, con la privatización del transporte que fue la génesis de la debacle actual: cuatro empresas se hicieron con todas las líneas del servicio de transporte de pasajeros, desfinanciándolo totalmente para abaratar costos e incrementar dividendos; se cerraron un montón de ramales, sobre todo de carga, para favorecer el transporte vía camiones, que era más caro; se eliminaron miles de kilómetros de vías ferroviarias dejando a miles de pueblos aislados, condenando a muchos se ellos a su casi completa desaparición, entre algunas de las consecuencias.

Luego de este vaciamiento, la supuesta “estatización” no rompió con este esquema privatista, al contrario, se alió con grupos capitalistas como Romero, Roggio y Cirigliano para explotar los servicios de las líneas de trenes San Martín, Roca y Belgrano Sur, en connivencia con la burocracia de la Unión Ferroviaria. Así, los capitalistas se llenaron (y se llenan) los bolsillos con subsidios, que jamás fueron destinados al servicio, mientras avanzan en el desguace del sistema ferroviario, todo sin que nadie les pida una sola explicación al respecto. Estos negociados motivaron la Masacre de Once, la cual dejó un saldo de 52 muertos por el estado paupérrimo de los ferrocarriles.

Además, las empresas en las que se terceriza el servicio de seguridad o de limpieza mantienen a sus trabajadores en condiciones deplorables. Como demostró el caso Mariano Ferreyra, la burocracia sindical de la Unión Ferroviaria y La Fraternidad es cómplice de la tercerización, y es una lucha que pelea por la unidad de todos los trabajadores ferroviarios.

El “libertario”, en la misma entrevista, veneró el sistema ferroviario de principio de siglo que se encontraba en manos de Gran Bretaña: “cuando teníamos el mejor sistema ferroviario del mundo era inglés”. Este sistema ferroviario dejó trenes obsoletos que luego Perón terminó comprando con libras bloqueadas al final del contrato. Un fraude contra el país entre el peronismo y el imperialismo inglés que nos dejaron una flota ferroviaria obsoleta.

Milei se apoya el malestar que genera en los usuarios diariamente el utilizar el transporte de trenes, lo que se agrava con el aumento permanente que implica el recorte de subsidios que aplica Massa para cumplir con la meta de ajuste fiscal que impone el FMI, y que las patronales trasladan de lleno a las tarifas para no perder un peso de este negociado. En este escenario, la campaña por la renuncia al subsidio prepara los aumentos que se vienen, fijando una tarifa prohibitiva sin ninguna justificación. Hay que determinar el costo real del transporte público partiendo de la apertura de los libros de las empresas concesionarias del servicio al control de trabajadores y usuarios.

Como vimos, la privatización que propone Milei elevaría el problema al máximo exponente porque la factura de esta situación se la va a cobrar a los laburantes. La única forma de poner el servicio de trenes a disposición de las necesidades de transporte de la población es mediante la nacionalización integral sin indemnización del sistema ferroviario y bajo control obrero, bajo dirección de representantes electos y revocables por los trabajadores, echando a los vaciadores.

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