Políticas

24/10/2023

Sionismo y antisemitismo

Pero no

Una respuesta a “Sí, pero”, artículo de Alexandra Kohan contra la izquierda y en defensa del sionismo… mientras avanza el genocidio palestino.

Bombardeo a Gaza, 2014.

El artículo publicado por Alexandra Kohan en la revista Anfibia (17/10) titulado “Sí, pero” insiste con la viejísima práctica de igualar el antisionismo con el antisemitismo o antijudiaísmo, dirigida especialmente contra la izquierda. Es realmente un recurso muy viejo para acallar a quienes repudian el genocidio al pueblo palestino (genocidio, una palabra que no aparece en todo el texto). Una falsedad política e histórica, que confunde intencionalmente una identificación cultural heterogénea y muy antigua con un movimiento político nacionalista burgués cada vez más teocrático y supremacista, para justificar ideológicamente una avanzada colonialista amparándose justamente en los incontables sufrimientos del pueblo judío a lo largo de la historia en diversas latitudes. Es una mentira refutada hoy por las movilizaciones de miles de judíes en numerosos países llamando a parar la masacre sionista sobre la Franja de Gaza. Esa equiparación, incluso, abona el antisemitismo, por el repudio que despiertan en amplios sectores los reiterados crímenes de Israel.

Pero no, judaísmo no es sionismo. No lo es ni siquiera para muchas ramas religiosas practicantes, e incluso muchos habitantes de Israel. Tampoco lo es para infinidad de víctimas directas e indirectas del antisemitismo que enfrentan esta concepción reaccionaria y proimperialista, como lo hicieron desde fines del siglo XIX millares de militantes judíos socialistas. Más aún, los agrupamientos políticos judíos ligados a la clase obrera fueron mayoritarios frente a los sionistas, cuya política y programas eran propias de un medio burgués; hasta que con la creación del Estado de Israel el sionismo pasó a hegemonizar la representación de la colectividad judía.

Textos como El sionismo contra Israel de Nathan Wienstock o Los judíos no judíos de Isaac Deutscher vienen bien para aprender sobre eso. También puede leerse a Abraham León y su Concepción materialista de la cuestión judía para encontrar una brillante explicación histórica y social del antisemitismo por parte de un trotskista asesinado en Auschwitz, o al historiador israelí Ilan Pappé para conocer una crítica fulminante a la limpieza étnica del sionismo sin un ápice de antisemitismo. Con el criterio de Kohan, en cambio, habría que creer que Rodolfo Walsh promovía el odio hacia los judíos cuando escribió La revolución palestina, un libro muy recomendable para ver cómo el Estado de Israel se fundó destruyendo aldeas árabes y desplazando a sus pobladores.

La crítica de Kohan apunta contra lo que considera un antisemitismo sutil de la izquierda, “que se cifra en la imposibilidad de repudiar sin peros el acto terrorista perpetuado por Hamas”, porque agregaría siempre un:  “Sí, pero Israel”. El hecho de que el Estado sionista mantenga un bloqueo criminal hacinando a casi dos millones y medio de personas en un enrome campo de concentración, o que destruya pueblos en Cisjordania para que avancen colonias judías en territorios ocupados, no ameritaría resistencia alguna. En estos términos, es una forma solapada de justificar: “Israel está ejecutando el genocidio palestino. Sí, pero Hamas…”.

El artículo inicia así: “El sábado 7 de octubre el grupo de ultraderecha Hamas produjo en Israel un ataque terrorista que algunos no dudamos en llamar pogrom (…) No había habido tantos judíos asesinados en un sólo día desde la Shoá”. Por qué Hamas sería de ultraderecha no lo dice nunca, como también omite que la ultraderecha gobierna Israel. Los pogroms eran cacerías de judíos y ataques a sus aldeas fundamentalmente en Europa oriental, no acciones militares terroristas; si hay pogroms allí son los que protagonizan los “colonos” contra los pueblos palestinos, protegidos por el ejército sionista, quienes hasta suben videos a redes sociales jactándose de métodos propios de los facistas. La comparación con la Shoá es indignante, porque es el pueblo palestino el que lucha y resiste contra esta Shoá del siglo XXI que tiene a Israel como agente: negación de derechos ciudadanos a los árabes, desplazamientos forzados y confinamiento territorial, encierro dentro de un muro de máxima seguridad, bombardeos y rocío con químicos mortales.

Agrega también que no hay que “confundir la causa palestina con el terrorismo de Hamas”. La pregunta que silencia Kohan es: ¿Cuál es esa “causa palestina”? Y lo hace porque si la respondiera se desmoronaría toda su acusación, y quedaría al desnudo que combatir al sionismo no es antisemitismo sino condenar un genocidio y la opresión de un pueblo que habita esas tierras desde hace siglos. La “causa palestina” es la lucha por su emancipación nacional, por su derecho al retorno, contra el Estado aliado del imperialismo que expulsó a los palestinos de sus aldeas. Pero la autora prefiere negarle todo contenido a esa “causa palestina”. La izquierda parte de identificar esa causa, y la defiende de manera incondicional.

Hamas es una organización confesional, con vínculos con otras formaciones islamistas reaccionarias, y métodos terroristas. No son de izquierda, ni socialistas. ¿Por qué no lo condenamos entonces? Justamente porque hoy es el canal que expresa la causa nacional palestina. “Como si los propios palestinos no fueran también víctimas de Hamas”, dice Kohan, pero desde que este grupo ganó las elecciones en Gaza en 2006 el Estado de Israel dispuso un bloqueo inhumano que dura hasta hoy. Decir que sus habitantes son víctimas de Hamas es como acusar a los judíos por la Shoá… por insistir en ser judíos. Esta fracción teocrática fue originalmente respaldada por Israel contra la laica OLP, y durante las intifadas se convirtió en el vehículo político de una radicalización de la lucha del pueblo palestino, especialmente tras el fracaso de la conciliadora Autoridad Nacional Palestina frente al incesante avance colonialista del sionismo. Nos gustaría que no fuera así, que la resistencia palestina tuviera como horizonte la lucha por una federación de repúblicas socialistas del Medio Oriente donde convivan árabes, judíos y todos los pueblos; pero la posiciones se fijan sobre la realidad concreta. O se respalda el genocido sionista, o se apoya la lucha del pueblo palestino. Combatiendo las masacres de Israel y peleando por una Palestina laica y libre se hace un aporte también a demostrar que no hace falta ser islamista para defender su causa, sino que de hecho ésta requiere otra dirección política.

Kohan hace suyas las palabras de Ignacio Rullansky, quien en una columna publicada en Perfil (13/10) sostiene que en Argentina “el estigma de asociar a los judíos con enemigos tiene raíces históricas”, lo cual valdría tanto para la dictadura como, hoy, para la izquierda que los vería “como enemigos de las causas de los oprimidos”. Si buceara en esa raíz histórica se encontraría con los progroms de la Semana Trágica de 1919, cuando la Liga Patriótica cazaba judíos por las calles de Buenos Aires, en el marco de una matanza parapolicial contra una formidable huelga obrera que debió enfrentar una sangrienta represión a sangre y fuego. ¿A qué vamos con esto? A que el antisemitismo y los conflictos étnicos están siempre encuadrados en la lucha de clases. Por lo demás, la Daia fue cómplice del terrorismo de Estado de la dictadura, como fiel representante de instituciones judías dominadas por grandes empresarios.

Lo dicho vale también para Medio Oriente, porque el Estado sionista y los capitalistas judíos de Nueva York y el mundo no promueven y financian la migración de judíos hacia Israel por sensibilidad social, sino para completar la formación de una mayoría demográfica absoluta y terminar de desplazar a los árabes. Ese es punto de llegada del apartheid sionista. Por eso es fraudulento afirmar que se enfrentan “un Estado democrático y una organización terrorista”; es un Estado terrorista que se definió como judío rebajando a ciudadanos de segunda a los árabes israelíes, empeñado en concretar una limpieza étnica. Creer que esto es necesario “para que los judíos no volviéramos a ser parias en el mundo” no solo es un posicionamiento reaccionario, también es falso. Volar por los aires un hospital, dejar sin agua a dos millones de personas en una zona desértica, forzar desplazamientos en masa y asesinar a 5.000 palestinos en dos semanas es más bien alimentar el antisemitismo.

Estas masacres, que Netanyahu va a redoblar con el respaldo del imperialismo yanqui y Biden en persona, son otro capítulo negro de los crímenes de las potencias capitalistas contra los pueblos oprimidos. La lucha palestina se ganó su lugar en las luchas de los explotados del mundo, que pondrán fin a esta inhumana enemistad “étnica” sobre la base de barrer con la explotación y las clases sociales. Los socialistas, al menos, somos honestos con nuestros objetivos.

https://prensaobrera.com/internacionales/grupos-de-la-comunidad-judia-irrumpen-en-el-capitolio-y-denuncian-los-crimenes-del-estado-de-israel

https://prensaobrera.com/opinion/quien-dispara-contra-los-partisanos

https://prensaobrera.com/lgbti/el-pinkwashing-de-un-genocidio-tampoco-en-nuestro-nombre