Políticas

14/6/2020

Una nueva etapa en el movimiento obrero y sindical

El cuadro económico y social disparado por la pandemia abrió una nueva etapa en el movimiento obrero, tanto ocupado como desocupado. Esto ocurre también a escala mundial, porque la crisis capitalista que estaba en desarrollo en la previa al Covid-19 ha sido el terreno para acelerar el rumbo hacia la depresión económica, y con ella hacia una nueva etapa en la lucha de clases. La clase obrera es empujada de manera más o menos desesperada a intervenir.


La “rebelión en el imperio” que atraviesa a EEUU, tras el crimen de George Floyd es inseparable de los 40 millones de desocupados que ya se ha cobrado la crisis y del proceso de huelgas y movilizaciones, sobre todo por afuera de los sindicatos, que venían ocurriendo. El desafío al estado de sitio en 40 de las principales ciudades norteamericanas da una pauta de ello. Su repercusión y réplica en Francia y más tarde en Inglaterra, en decenas de ciudades de países de Europa, el norte de África y hasta en Seúl, da una idea del alcance subjetivo en las masas explotadas de todo el planeta que produce el temblor en los cimientos de la mayor potencia imperialista. No se trata ahora de la rebelión en el “patio trasero” del imperialismo que ocurrió en América Latina en 2019, sino ya dentro de las entrañas mismas del monstruo.


Pero aquellas rebeliones del año pasado en América Latina fueron un anticipo de intervención de las masas, como ya ocurriera con las huelgas generales francesas de fines del 2019 y principios de este. Esas rebeliones en Latinoamérica fueron un laboratorio político que puso a prueba a las direcciones tradicionales, desbordándolas por completo en muchos casos, y replanteó los métodos de lucha, los programas -o sea, abrió una perspectiva. Esta memoria colectiva va a pesar en el período próximo en Chile, en Colombia, en Ecuador, en la Bolivia de un golpismo que también tuvo su resistencia al margen de la actitud de Evo Mortales. Y tendrá su influencia, sin duda, en el Brasil de un Bolsonaro que ya enfrenta las primeras manifestaciones callejeras, ante el desastre sanitario y social del que es responsable y que ha puesto en implosión a su propio régimen.


La cuarentena indudablemente ha sido, y aún es, un factor de contención de la irrupción movilizadora de los trabajadores, de la mujer, y de todos los movimientos populares que cruzaron a nuestro país. El desarrollo de la crisis y su descarga sobre los trabajadores comienza a acumular un efecto “resorte” de demandas y broncas contenidas que empiezan a expresarse bajo distintas circunstancias, pero todas unidas por la crisis sanitaria, económica y social; al rol liquidador de las burocracias sindicales y políticas; y pariendo el surgimiento de un nuevo activismo.


De la mano de la cuarentena se ha desplegado una ofensiva en regla contra la clase obrera, de despidos, suspensiones, rebajas salariales y atropellos a los convenios, esbozando una verdadera reforma laboral encubierta; en un nuevo ataque a la movilidad de los jubilados, en el no pago de salarios, o en la liquidación de centenares de miles de empleos en negro y cuentapropistas. Y se empiezan a dibujar los lineamientos de un verdadero plan económico fondomonetarista como lo anticipan la fusión Aerolíneas-Austral, la racionalización de la industria petrolera que se anticipa o el plan de racionalización privatista en las obras sociales que ha esbozado Ginés González García en reunión con la burocracia sindical y altos directivos de la salud privada.


El pacto colonial de la reestructuración de la deuda no resolverá este cuadro; todo lo contrario, porque conducirá por la ruta del ajuste.


La huelga y las ocupaciones de fábrica golpean la puerta


Los choferes de una amplia parte del interior del país, en grandes ciudades como Córdoba y Rosario, protagonizaron huelgas de varias semanas por falta de pago de sus salarios. En Rosario una movilización de unos 2.000 trabajadores recibió bocinazos y aplausos de apoyo popular. Desde luego, se trató de una huelga sui generis, porque las patronales del transporte hicieron su parte para no bancar la caída de la boletera, mientras el Estado no movía el componente de subsidios que en el interior es muy inferior al área metropolitana. No obstante, en la zona sur no menos de 30 líneas se rebelaron a la pasividad de UTA ante la pérdida de salarios. Un paro convocado en el AMBA para el 3 de junio en solidaridad con el interior, por el sector moyanista opositor a Roberto Fernández, no llegó a probar su alcance porque el gobierno –y la burocracia- se apuraron apagar el incendio liquidando los salarios de abril. Pero dos cuestiones muy grandes se pusieron arriba de la mesa en este enorme conflicto silenciado por los medios nacionales centrales: la estatización del transporte -un debate que llega para quedarse- y el método de la huelga general que llega para golpear la puerta del movimiento obrero en el comienzo de la depresión económica. El gran desafío en UTA es organizar al activismo que ha sido perseguido y entregado en todo el país sistemáticamente por la burocracia de UTA. que actúa con la patronal y mediante su estatuto cárcel.


Las patronales que directamente interrumpieron el pago de salarios han dado lugar a conflictos diversos, en algunos casos rumbo al cierre y el despido masivo (La Nirva), en otros casos para atacar la organización sindical (Frigorífico Penta), en otros para extorsionar en favor de las suspensiones con rebaja salarial (BedTime) o en casos para replantear por completo la explotación como la minera Trinder en Andacollo, Neuquén. Los mineros de Andacollo dieron una de las luchas más profundas de este nuevo período de la lucha de clases. A fuerza de piquetes y desafiando los operativos de la Gendarmería, rompieron el aislamiento geográfico y arrancaron una intervención del Estado para sobrevivir mediante un ingreso de sostenimiento que abre otra etapa en la lucha. Una enorme victoria en medio de la ofensiva capitalista.


En una movida relámpago, pero muy decidida, los ceramistas de Cerro Negro en Olavarría arrancaron el pago de sus salarios movilizados en los comienzos de la cuarentena.


Asambleas, piquetes y cortes de ruta


Los aguerridos compañeros de Penta chocan contra una patronal negrera con íntimos vínculos con el kirchnerismo, que cerró el frigorífico para desconocer la comisión interna, en una pulseada de tal alcance que obviamente está en juego qué condiciones de trabajo y salario se pretende imponer en esta industria esencial en la cuarentena, en una eventual vuelta a la producción. Los trabajadores han mostrado una enorme fibra de lucha, acampando y reagrupándose ante una de las represiones más brutales de la bonaerense de Sergio Berni contra un conflicto obrero. Y marcharon a la Plaza de Mayo, poniendo el ojo en la responsabilidad del poder político central para atender este emblemático conflicto. El conflicto desató un paro de 24 horas de la carne ante la represión, aunque de relativo acatamiento por la fragmentación de la burocracia de la carne. Pero esta lucha tenaz marca la voluntad de nuevos sectores del proletariado argentino de organizarse sindicalmente.


Los conflictos de BedTime y La Nirva, desde situaciones diversas, en fases diversas de la lucha, han apelado a la ocupación de fábrica. Indudablemente, la memoria histórica de las más de 200 ocupaciones de fábrica del período del “Argentinazo” de diciembre de 2001 está presente. Más aún cuando ocupaciones extraordinarias como AGR, Interpack y más recientemente Kimberly y Ansabo establecieron una continuidad histórica de este método de lucha. La cuestión de la ocupación de fábrica estará a la orden del día frente a los cierres o despidos masivos. Esto es así porque el actual estado de infinitos establecimientos es de una desocupación o cierres encubiertos. El Estado “nacional y popular” no tiene voluntad, ni propósito, ni condición de clase, para abrir las cuentas de las empresas y menos expropiarlas y ponerlas bajo control obrero como método de asegurar la continuidad de esas explotaciones. Vicentin no lo desmiente, lo confirma. Es una tarea que tendrá que imponer la clase obrera con la lucha y en esa batalla extrema de la defensa de la fuente de trabajo aparece la ocupación de fábrica, justamente para exigir al Estado todas las medidas necesarias para la continuidad productiva.


Un verdadero capítulo de las reacciones obreras desbordando las burocracia sindicales lo han marcado –otra vez- las obreras de Textilana, que se movilizaron para cobrar sus salarios ante la patronal negrera y corrupta de Mauro Sergio; y más aún el movimiento de cuerpos de delegados textiles en Trelew que fue uno de los primeros en ganar masivamente la calle desde las fábricas y que ha repetido la movilización. En este caso se pone de manifiesto la enorme vigencia de la política de la recuperación de los cuerpos de delegados, para enfrentar la ofensiva patronal asociada a la pandemia y a la crisis.


La salud en movimiento


En la salud se desarrolla y se desarrollará otro de los escenarios de esta nueva etapa de agudización de la lucha de clases. Tal vez la movilización de miles de médicos en Córdoba haya sido el vértice de este movimiento, pero han sido innumerables las asambleas conjuntas del personal de distintos hospitales. En Córdoba, movilizados por el pequeño pero combativo sindicato UTS; en CABA por los Residentes y Concurrentes, un movimiento que nació de la autoorganización de masas del sector contra una ley flexibilizadora de Horacio Rodríguez Larreta – que derrotaron- y ha vuelto a expresarse en los reclamos candentes de elementos, condiciones de trabajo y salariales que atraviesan especialmente la salud pública en todo el país. Es el lugar donde más se han abierto paso las asambleas de base y representaciones directamente elegidas o mandatadas por los trabajadores (Fernández, Piñero, etc) además de apelar a sus organizaciones tradicionales como la Comisión Interna del Garrahan, por ejemplo.


Pero también mediante sindicatos que empiezan a ocupar un lugar contra la entrega de un ATE cooptado por los gobiernos de todos los signos; como el Sitea en Mendoza, que se va transformando en un canal de organización de la salud pública y otros sectores estatales. No entramos acá en la puntualización de los reclamos que hemos abordado en otros artículos, como el de los testeos masivos y protocolos que no se implementan -algo que ha estallado ahora mismo en el Hospital Güemes, donde el sindicato de Daer (Sanidad) es directamente un factor de entrega. La recuperación de comisiones internas en la línea del Hospital Italiano se plantea como un objetivo, aunque la elección inmediata de comisiones de trabajadores para controlar la protección sanitaria está planteada ahora mismo; no puede esperar. Por lo que la tarea de la hora es organizar el personal de la salud a como dé lugar. No se trata de una tarea de “expertos” infectólogos: nadie mejor que el personal de salud sabe qué elementos, que métodos y qué inversión hace falta para cuidarlos y qué salario deberían ganar cuando se están jugando la vida. El “bono” al personal de salud sigue esperando, mientras tanto.


La organización de los precarizados


Los repartidores y trabajadores de comercio de los supermercados se han transformado en los héroes peor reconocidos de todos. Los primeros nunca dejaron de trajinar las calles, que al contrario los vieron correr como nunca ante el aislamiento masivo de la población. En este sector ha debutado un movimiento -que no es menor en la reacción de los trabajadores norteamericanos- y que ha llegado a la organización de medidas de autoorganización por afuera de los sindicatos que los han abandonado por completo, en un movimiento internacional con cabecera en la Argentina. Los paros de repartidores han ido creciendo y se están transformando en el trazado de un camino para la juventud precarizada de todas las actividades. La condición es el frente único y su autoreconocimiento como trabajadores en la exigencia de ART, de ser parte de la ley de contrato, de un salario y licencias pagas, etc. Es decir, la unificación en el objetivo de quebrar la “regulación” como trabajadores de segunda que se pretende desde la burguesía.


Los supermercados están acumulando presión entre sus trabajadores. Porque saltan cada vez más experiencias de alto contagio, cuando aparecen casos y se fuerzan testeos en sucursales enteras como Carrefour de Constitución. El nivel de contagio llega en casos al mismo nivel o más que el del personal de salud. Se hace urgente la superación de la burocracia de Cavalieri, que está pensando en una reforma laboral -como la que “viene inevitablemente en el país”, según sus propias declaraciones. Impulsemos allí las comisiones electas por los trabajadores para imponer las demandas de protocolos de protección y testeos masivos, sea ante la falta de delegados o ante la entrega a la patronal de los que están.


La ofensiva en Córdoba y las reacciones obreras


En el cuadro de derrumbe económico que abrió la pandemia en la Argentina, resalta Córdoba. La enorme ofensiva ajustadora del gobernador Juan Schiaretti ha llegado muy lejos. Atacando definitivamente las conquistas jubilatorias provinciales y pretendiendo ahogar con represión ciertas luchas como la de municipales de Jesús María -quienes, al contrario, terminaron arrancando un triunfo en sus demandas, mediante el paro, el piquete y el aguante ante la detención de más de 40 compañeros. Un movimiento de organizaciones de jubilados ha empezado a movilizarse a pesar de ser el sector de más riesgo ante la pandemia.


La ofensiva del “gringo” Schiaretti, adulado por Alberto Fernández, ha llevado a paros de bancarios, a un paro virtual docente con movilización autoconvocada de la oposición antiburocrática de la poderosa gremial UEPC y a un paro judicial de 48 horas en la vuelta al trabajo desde la cuarentena. Es decir que la presión de los trabajadores ha sacudido las estructuras sindicales tradicionales. Pero la burocracia sindical, de conjunto, está dejando pasar las “armonización”. Córdoba plantea el problema del Congreso de Bases de los Sindicatos para enfrentar la ofensiva de Schiaretti, mandatados por asambleas de los trabajadores. El clasismo tiene planteado desarrollar un trabajo en todos los sindicatos en la provincia del Cordobazo, que enfrenta al gobernador más macrista, de un peronismo nacional que gobierna de la mano del FMI y hará caer la crisis en cascada provincia tras provincia. Chubut, la más quebrada y explosiva de todas las provincias, está anotada para el efecto resorte en el marco de la cuarentena nacional.


El clasismo ante el pacto CGT-UIA-Gobierno


En este escenario, que no se agota ni remotamente en las luchas descriptas más arriba, la burocracia sindical está haciendo marchar el pacto social. Esto vale de lleno para los gordos de la CGT que dominan el escenario del pacto con el gobierno nacional y las cámaras patronales, ahora renovado por junio y julio, habilitando suspensiones, rebajas salariales y despidos encubiertos o abiertos.


Pero vale también, en otro rol, para el moyanismo y las CTAs. Este es un sector que declara con sordina que no comparte el pacto de la CGT, pero no lo denuncia ni convoca al movimiento obrero a repudiarlo y ponerse en pie contra él. El moyanismo tiene como premio cuantiosos fondos para su obra social en la repartija de lo que el Estado se queda de los aportes de los trabajadores. La CTA por su parte ha protestado, pero más por no ser convocada que por el contenido y las consecuencias del pacto que está hundiendo a los trabajadores. Todos han dejado pasar sin lucha alguna los nuevos 91.000 despidos de abril, después de los 40.000 de marzo. Son todos firmantes de las rebajas salariales en sus gremios. Y ahora refunfuñan sin lucha frente al congelamiento de salarios en el Estado y ante el robo -otra vez- de la mitad de la movilidad jubilatoria.


En este contexto, resaltan los sindicatos y cuerpos de delegados combativos que han organizado una resistencia a la ofensiva patronal como el Sutna, que paralizó un mes la industria del neumático declarada esencial, hasta imponer el cobro integral del salario neto, con protocolos bajo control obrero en la producción retomada. El incumplimiento patronal de los protocolos obreros, justamente, empujó a un paro general del neumático el 12 de junio. Resalta también la AGD-UBA, que con su campaña fulminante paró en el aire la liquidación de la movilidad en los regímenes especiales en la previa, y hoy es un factor de organización de los reclamos docentes y estudiantiles en la virtualidad forzosa impuesta en la UBA. Como resaltan los sindicatos combativos docentes y las oposiciones clasistas, luchando por los docentes sin cargos ni actos públicos ante la suspensión de clases.


Son todas luchas defensivas, por supuesto, como lo fue también la de los gráficos de Morvillo que arrancaron la integralidad salarial, o lo logrado por la interna de BedTime mediante una ocupación de planta. Pero que refuerzan los músculos de la clase obrera para enfrentar los tiempos que vienen. Donde no hay un “día después de la pandemia” a la vista, sino un enorme desafío de lucha para toda la clase obrera en medio de la crisis capitalista y el coronavirus. Que tendrá capítulos imprevisibles, pero que requerirán la intervención creciente de la clase obrera en la crisis.


Junto al movimiento obrero ocupado se ha desenvuelto un proceso de organización creciente de los desocupados y sectores sin ingresos, que están al frente de la lucha contra el hambre. Precisamente el Polo Obrero y el Frente de Lucha Piquetero ganaron la calle antes que nadie con la consigna “Con hambre no hay cuarentena”, marcando un rumbo ante millones de trabajadores afectados y constituyendo un canal de organización con métodos de lucha y de asamblea. El gobierno y la burocracia sindical, mientras hablaban de integración, han llevado la división entre ocupados y desocupados más lejos que nunca, constituyendo un funcionariado del Ministerio de Desarrollo Social con los dirigentes del Trío San Cayetano. La unidad de los desocupados y ocupados en el desarrollo de esta nueva etapa del movimiento obrero debe ser una bandera y una política sistemática.


El clasismo crecerá interviniendo en cada lucha y mostrando que su intervención se asocia a una salida de los trabajadores a la crisis, expresada en el programa del Frente de Izquierda y los Trabajadores. Desde ese lugar impulsamos la campaña de apoyo al proyecto del impuesto progresivo a las grandes rentas y fortunas, ligado al no pago de la deuda y a un plan económico y social de reorganización del país sobre nuevas bases, que confrontan con la salida fondomonetarista. Con esa política la Coordinadora Sindical Clasista está organizando al activismo en todos los gremios y sectores de trabajadores.


La jornada nacional de lucha del Plenario del Sindicalismo Combativo del 16 de junio, con las consignas “que la crisis no la paguen los trabajadores”, “fuera el pacto UIA-CGT-Gobierno” y “sin salarios, salud, trabajo y alimentos, no hay cuarentena”, presenta un fuerte punto de reagrupamiento frente a las luchas crecientes en curso. El plenario realizado, que nucleó a más de mil activistas entre los 300 participantes directos y los que pudieron participar viendo y escuchando el debate, fue un anticipo.


Clasismo y alternativa política


Indudablemente ha comenzado a toda marcha una experiencia en profundidad con el gobierno de los Fernández, que se acelera con la pandemia aunque en una primera fase se retrase. La confianza de los trabajadores, que votaron masivamente el recambio ante el derrumbe macrista, empieza su erosión. El régimen de poder bonapartista de dos cabezas y en tiempos de vacas flacas y ajustes se empezó a poner a prueba más temprano que tarde. Desde el primer día de gobierno con los superpoderes para gobernar con el presupuesto 2019 de Macri, suspender cláusulas paritarias, robar la movilidad a los jubilados, y atropellar todo tipo de necesidades populares en el altar de la reestructuración de la deuda, o mejor el rescate de los banqueros a costa de los trabajadores y del desarrollo nacional. Al punto que los “nacionales y populares” trajeron al FMI de vuelta y de la mano de la extorsión de las potencias imperialistas, a las cuales los Fernández tratan como “aliadas”, incluido el mismísimo Trump.


Incluso la medida que sería la más taquillera del repertorio nac&pop, la intervención y expropiación de Vicentin SAIC, resulta al momento en un desbarajuste interno de la coalición de gobierno, porque el rescate de las empresas quebradas y sus métodos divide a toda la burguesía. Y a poco de correr el velo de la demagogia aparece su función última, que es asegurar el rescate de los acreedores a expensas del Estado. Otras maniobras de corte nacionalista, como la propuesta de la kirchnerista Fernanda Vallejos de canjear por acciones del Estado los subsidios salariales, fueron tachadas de “ideas locas” por el propio Fernández. Y el meneado “impuesto a los ricos” no vio la luz a más de un mes de lanzado.


Así las cosas, las propuestas del Frente de Izquierda tienen un enorme valor para el desarrollo del clasismo, como la campaña por un verdadero impuesto a las grandes rentas, fortunas, a los bancos, la propiedad terrateniente y las propiedades ociosas. Como la cuestión del no pago de la deuda, ambas asociadas a un reorganización económica y social que la crisis pone en el tapete: control del comercio exterior, de los recursos energéticos, apertura de los libros, control obrero, centralización del sistema de salud.


En la carne viva de la crisis, este programa transicional hacia una salida de los trabajadores ayuda enormemente al desarrollo de una vanguardia obrera y de clase en el movimiento sindical y popular de todas las clases sociales agraviadas. La cuestión de qué clase paga la crisis, y qué clase le hace pagarla a la otra se abre paso. Nuestro norte es que la crisis la paguen los capitalistas abriendo una salida de los trabajadores a la decadencia y barbarie del sistema.