Salud

3/1/2022

Largas filas y testeos insuficientes: el responsable es el gobierno

Sobre las recientes agresiones al personal de salud en Mar del Plata y en el país.

Este jueves 30, un día antes de la celebración de año nuevo, trabajadores de la salud de Mar del Plata fueron agredidos por personas que buscaban testearse de Covid-19. Tras las postales de largas filas al rayo del sol en la ciudad marplatense para poder hisoparse (se habla en algunos casos de hasta 7 horas de espera), los presentes comenzaron a perder la paciencia y, lastimosamente, dirigieron la bronca contra quienes se encontraban realizando testeos a ritmo frenético hacía ya cuatro horas. Esa misma semana, vale señalar, el gobierno de la provincia de Buenos Aires despedía trabajadores de la campaña de vacunación del distrito, lo que evidencia de manera inobjetable quiénes son los responsables de esta situación ruinosa.

Lo que se vio en Mar del Plata no es un fenómeno aislado. El recrudecimiento del Covid llevó a situaciones similares en todo el país, particularmente entre las zonas más afectadas. Otro hecho similar se dio en la Ciudad de Buenos Aires, donde un médico recibió un golpe que le fracturó la nariz. La gente está impacientada: el virus se expande a un ritmo frenético, y ya toca los picos históricos desde su desembarco en la Argentina. Casi 235.000 casos solo en la última semana dan cuenta de un nivel de propagación inaudito. Pero los gobiernos, del nacional a los provinciales y a los distintos municipios, vienen desarticulando progresivamente los dispositivos montados en la primera fase de la pandemia, despidiendo enfermeros y trabajadores sanitarios vastamente precarizados (y contratados bajo modalidades pasajeras) y recortando en general los fondos destinados a la lucha contra el Covid-19.

Durante las fiestas de Nochebuena y Año Nuevo esto se corroboró a las claras. Pudieron verse en los distintos centros urbanos imágenes que replican el escenario de Mar del Plata: cuadras enteras de personas al rayo del sol, esperando para testearse en postas sanitarias atendidas por unos pocos trabajadores; cantidades limitadas de tests, lo que llevó a que muchas personas que hicieron cola para hisoparse tuvieran que volverse sin más, y una desorganización absoluta como regla, en la que entre la muchedumbre de posibles contagiados no había distanciamiento, siquiera en muchos casos una división entre los sintomáticos y los contactos estrechos.

Este cuadro de escaso correlato entre el avance de la pandemia y los recursos invertidos para enfrentarla llevó al hartazgo a la población, pero quienes tuvieron -y tienen- que poner la cara ante la bronca popular son los precarizados y maltratados médicos. Ninguno de los mandatarios que les pagan, a estos últimos, salarios de miseria, los despiden ante el crecimiento exorbitante de los casos y los condenan a condiciones laborales paupérrimas, dan la cara por la insuficiencia de los testeos en el momento que atravesamos. Por tanto, los condenan también a la absoluta desprotección frente a las agresiones y los maltratos que se vienen replicando.

El anuncio de la ministra de Salud Carla Vizzotti sobre un “nuevo esquema” de aislamientos es, de hecho, una declaración abierta del gobierno nacional de desligarse completamente de los testeos como estrategia para mantener “a raya” la situación. Por contrapartida, comenzarán a venderse en las farmacias los tests de autodiagnóstico, por lo que la búsqueda del gobierno de eximirse cada vez más sobre la responsabilidad de testear a la población se traduce en un negocio para los laboratorios. Esto sin duda echa leña al cuadro general de desborde y colapso en los centros de hisopados.

El común denominador que impera sobre la precarización del personal sanitario y la insuficiencia de los testeos es el ajuste sobre la salud pública, una parte indiscernible de la hoja de ruta del ajuste que reclama el FMI. No hay criterio epidemiológico posible que ampare reducir la cantidad de testeos (y de centros para ello), de personal de salud pública y de recursos en los hospitales ante el avance de la tercera ola, que bate todas las cifras y las estadísticas. El gobierno está sumergido hasta las últimas consecuencias en el pacto de ajuste fiscal que solicitan los voceros del Fondo, y el machaque de la salud es uno de sus flancos. Este es el enemigo que tienen en común quienes se derriten al rayo del sol en largas filas para hisoparse y los médicos precarizados, que expuestos al virus (y a las agresiones) no dan abasto y así lo denuncian con su labor diaria.

Organicemos la lucha contra el ajuste en la salud pública bajo un programa antagónico a este régimen fondomonetarista: urgente triplicación del presupuesto en salud, ningún cierre de centros de testeos y apertura de nuevas unidades, inmediato cese de los despidos a enfermeros y trabajadores sanitarios, pase a planta de los precarizados y apertura de nuevas contrataciones.

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